Su Beatitud Youssef Absi, nuevo Patriarca Greco-Melquita
Nuevo patriarca de la Iglesia greco-melquita
por Pedro Langa Aguilar
El Sínodo de los Obispos de la Iglesia Greco-Melquita, reunido en Ain Traz (Líbano) ha elegido como nuevo patriarca de Antioquía de los greco-melquitas a monseñor Joseph Absi, de la Sociedad de los Misioneros de San Pablo (Paulistas [=S.M.S.P.]), hasta ahora Arzobispo Titular de Tarso de los Greco-Melquitas en la curia patriarcal de Damasco. Tenemos a la vista una Iglesia plenamente unida a Roma. Su Beatitud ha asumido el nombre de Youssef Absi.
Su Beatitud Maximos V (George)
Hakim: ordenó sacerdote al nuevo Patriarca |
Nacido en Damasco el 20 junio de 1946, fue ordenado sacerdote, ya paulista, el 6 de mayo de 1973 por el patriarca Maximos V (George) Hakim, (+ 29.06.2001, a los 93 de edad). Aunque no debe confundirse con el más famoso patriarca de esta Iglesia en el siglo XX, a saber: Maximos IV Saiegh (patriarcado 1947-1967), en quien el patriarca ecuménico de Constantinopla Atenágoras reconoció la voz que había defendido valientemente los derechos del Oriente cristiano en el Vaticano II.
Cursados estudios de Filosofía y Teología en el Seminario Mayor de San Pablo en Harissa (Líbano), alcanzó la licenciatura en Filosofía en la Universidad del Líbano y de Teología en el Instituto San Pablo de Harissa. El doctorado en Ciencias musicales e Himnografía bizantina lo consiguió en la Universidad “St. Esprit“ de Kaslik (Líbano). Por esos años fue profesor de Filosofía en el Instituto San Pablo, y de Griego y Musicología en la Universidad “St. Esprit“ de Kaslik.
Su Beatitud Gregorio III (Loutfi) Laham ordenó obispo al nuevo Patriarca |
El 13 de julio de 1999, ya con 53 años pues, la Institución paulista a la que pertenece lo elige superior general y el 22 de junio de 2001 pasa a la Curia de Antioquía (greco melquita) de Siria, como Arzobispo Titular de Tarso de los Greco-Melquitas. El 2 de septiembre de ese mismo 2001, le confiere la consagración episcopal Gregorio III (Loutfi) Laham, patriarca de Antioquía (greco-melquita), al que, por cierto, ha sucedido ahora como patriarca. Actúan de co-consagrantes principales, el arzobispo Jean Mansour, S.M.S.P., Arzobispo Titular de Apamea en Siria de los Greco-Melquitas; y el arzobispo Joseph Kallas, S.M.S.P., Arzobispo Titular de Beirut y Gibail, también de los Greco-Melquitas.
El 14 de octubre de 2006, holgadamente cumplidos los 60, es designado Vicario Patriarcal de Damasco (greco-melquita), Siria. Y el 21 de junio de 2017, a sus 71 años, Patriarca de Antioquía (greco-melquita) de Siria, recibiendo del papa Francisco al día siguiente la Ecclesiastica Communio según la norma del can. 76 § 2 del Código de Cánones de las Iglesias orientales y con ello, por tanto, la confirmación de la elección hecha el día anterior por el Sínodo de los Obispos de la Iglesia Greco-Melquita de Siria. El mensaje papal otorgándole la Ecclesiastica Communio dice textualmente:
"A Su Beatitud Youssef
Patriarca de Antioquía de los Greco-Melquitas
He recibido con gran alegría la carta en la que me informaba de su elección como Patriarca de Antioquía de los Greco-Melquitas, por el Sínodo de los Obispos, pidiéndome la Ecclesiastica Communio. Quiero felicitarle y garantizarle desde ahora mi oración para que Cristo, el Buen Pastor, le sostenga en el cumplimiento de la misión que le ha confiado y para el servicio que se le solicita.
La elección de Su Beatitud se produce en una situación delicada para la venerable Iglesia Greco-Melquita y en un momento en que muchas comunidades cristianas en Oriente Medio están llamadas a testimoniar de manera especial su fe en Cristo muerto y resucitado. En este tiempo, particularmente difícil, los pastores están llamados a manifestar comunión, unidad, cercanía, solidaridad y transparencia ante el pueblo de Dios que sufre. Estoy seguro de que Su Beatitud, en armonía fraternal con todos los Padres sinodales, sabrá con toda sabiduría evangélica ser no solamente “Pater et Caput” al servicio de los fieles de la Iglesia Greco-Melquita, sino también un testigo fiel y auténtico del Resucitado.
Por lo tanto, Beatitud, como sucesor de Pedro llamado por Jesús a conservar en la unidad a su única Iglesia, le concedo con profunda alegría la comunión eclesiástica solicitada de conformidad con el Código de Cánones de las Iglesias orientales. Confiándole a la protección maternal de la Santísima Madre de Dios, le concedo de buen grado la bendición apostólica, que extiendo a los obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas y a todos los fieles de la Iglesia Greco Melquita.
En el Vaticano, a 22 de junio de 2017.
Francisco".
La Iglesia Greco-Melquita es una de las 23 Iglesias orientales católicas. De ahí que su sede patriarcal sea conocida como Patriarcado greco-católico melquita de Antioquía y todo Oriente, de Alejandría, y de Jerusalén. La suya es liturgia de rito bizantino en griego, árabe, arameo y siríaco. Dista mucho de ser mayoritaria, puesto que el número de fieles greco-melquitas en todo el mundo apenas sobrepasa el millón y medio de almas.
Aunque la mayor parte siguen presentes en Siria, Líbano, Israel y Jordania, esta Iglesia ha conocido el fuerte tirón de las migraciones, por cuyo motivo es posible encontrar greco-melquitas en otros países de Oriente Medio, como Irak, Egipto, Libia, Turquía, Sudán y Kuwait. Se han establecido asimismo florecientes comunidades en Occidente. Por ejemplo, en Europa: Bélgica, Francia, Alemania, Italia, Malta y Reino Unido. Pero también, en EE.UU., Australia, Nueva Zelanda, Brasil, Venezuela, México y Canadá, una diáspora que ronda ya el millón de almas greco-melquitas.
Actualmente la Iglesia de que se habla es patriarcal sui iuris, de rito bizantino, goza de autonomía y está en plena comunión con Roma. De acuerdo con el nuevo Código Canónico de las Iglesias Orientales de 1990, así como de la «Instrucción para la aplicación de las prescripciones del Código de cánones de las Iglesias orientales» de 1996, ha recibido las leyes básicas comunes a todas las Iglesias orientales católicas. Quiso también regular su disciplina eclesiástica particular, para cuyo fin el Sínodo melquita nacional del año 2004 promulgó las «Leyes particulares de la Iglesia católica griega melquita» (a excepción de las materias de los cánones 29, 30 y 102& 2, que siempre necesitan la aprobación de la Santa Sede). Esta Iglesia, en resumen, y a la cabeza su Patriarca, es además protectora de la Orden Militar y Hospitalaria de San Lázaro de Jerusalén, Belén y Nazaret.
El concilio Vaticano II apostó fuertemente por el rico patrimonio de las Iglesias orientales católicas promulgando el decreto Orientalium Ecclesiarum el 21 de noviembre de 1964. Ya en el Proemio de este decreto, se puede leer que «La Iglesia católica valora altamente las instituciones, ritos litúrgicos, tradiciones eclesiásticas y modo de vida cristiana de las iglesias orientales. Son insignes éstas por una venerable antigüedad que nos transmite por medio de los Padres la tradición apostólica, parte constitutiva del patrimonio indiviso de la Iglesia universal, revelado por Dios. Este santo y ecuménico Sínodo –sigue diciendo el Decreto-, solícito por las Iglesias orientales, testimonios vivos de esta tradición, desea que florezcan y desempeñen con renovado vigor apostólico la función que les ha sido encomendada» (OE, 1).
La prueba de tan alta estima radica en la firme defensa que de ellas ha hecho y sigue haciendo la Iglesia católica frente a las embestidas de las Iglesias ortodoxas, de algunas Iglesias ortodoxas por lo menos, reacias en no pocas ocasiones a la mera existencia de estas Iglesias orientales católicas. De hecho, no dudan en tacharlas de uniatas, término injurioso. Ya se echa de ver que en el ecumenismo no todo es camino de vino y rosas. Ni tampoco se puede sostener, contra lo que algunos pretenden –hablo de algunas figuras, no quiero generalizar- que ciertos jerarcas del ecumenismo católico-ortodoxo sean precisamente la alegría de la huerta. De ahí la importancia que tienen gestos como el aquí comentado, sobremanera tratándose de Iglesias cuyo territorio se ubica en ese polvorín del Oriente Medio, ahora tan castigado por el diabólico flagelo del yihadismo.
Al conceder la Ecclesiastica Communio, el papa Francisco deja claros algunos puntos dignos de consideración. Por ejemplo: su gran alegría por la elección a la vez que la promesa de garantizarle al elegido su oración para que «Cristo, el Buen Pastor, le sostenga en el cumplimiento de la misión que le ha confiado y para el servicio que se le solicita». El Papa reconoce, por otra parte, que la elección «se produce en una situación delicada para la venerable Iglesia Greco-Melquita y en un momento en que muchas comunidades cristianas en Oriente Medio están llamadas a testimoniar de manera especial su fe en Cristo muerto y resucitado». Una implícita alusión, quizás, al ecumenismo de la sangre.
Califica el Papa este tiempo, por lo demás, como «particularmente difícil», ante todo refiriéndose a la conducta de los pastores en él. Afirma de ellos textualmente que «están llamados a manifestar comunión, unidad, cercanía, solidaridad y transparencia ante el pueblo de Dios que sufre». ¡Casi nada…! Y bajando al caso concreto de Su Beatitud, le dice estar seguro de que, «en armonía fraternal con todos los Padres sinodales, sabrá con toda sabiduría evangélica ser no solamente “Pater et Caput” al servicio de los fieles de la Iglesia Greco-Melquita, sino también un testigo fiel y auténtico del Resucitado». Cantan muy alto aquí las dos expresiones: con toda sabiduría evangélica, por un lado; y por otro, el ser un testigo fiel y auténtico del Resucitado.
El Papa concluye concediendo con profunda alegría a Su Beatitud, la comunión eclesiástica solicitada y la bendición apostólica, extensiva a los obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas y a todos los fieles de la Iglesia Greco Melquita. Un buen broche para cerrar el documento, sin duda. Lo que pasa es que en un dato así lo que importa no es tanto el hecho mismo de la concesión, sino, ante todo, las razones aducidas para dar ese paso, sobremanera si hay ropa tendida y moros en la costa, como pudiera ser el caso que nos ocupa.
Hay actualmente en la Iglesia católica un grupo de purpurados, de quienes, o sobre quienes, salen a la luz vez tras vez, y día tras día, noticias y comentarios en torno a su abierta disconformidad –eso dicen algunos medios- con algunas resoluciones papales, en concreto a propósito de la Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris Laetitia (19.03.2016) acerca del amor en la familia. Ya se sabe que ante noticias así hay que conducirse con mucha cautela. De ser ciertas, y parece que algo hay, tampoco sobrará recordar que por mucho menos que todo eso algún cardenal, de cuyo nombre no quiero acordarme, y de quien, por cierto, en ciencia teológica se puede decir que superaba holgadamente a los arriba aludidos, perdió la purpura en tiempos de Pío XI.
Por supuesto que no es cosa de irse por las bravas, ni por las barbas, ni por las bardas, ni, en fin, tampoco de rositas, claro. Más vale la compostura y el buen ánimo que el calentón y el despropósito. Pero, dado que aquellos fueron otros tiempos, y que ahora la boca se nos hace agua con términos como colegialidad, koinonía, unidad, etc., quizás no sea descabellado suponer que esos aludidos purpurados, si se leyesen con detenimiento los términos del papa Francisco concediendo a Su Beatitud la Ecclesiastica Communio, a lo mejor cambiaban de actitud. Simplemente con eso: una lectura reposada de los términos que el Papa maneja… Lo que se les pide podría encajar, a la postre, en el clásico latino: Ne quid nimis (nada excesivo). Y ya que Francisco se les atraganta, bueno sería que hicieran caso, al menos, a los célebres Horacio y Terencio.
Prof. Dr. Pedro Langa Aguilar, OSA
Teólogo y ecumenista
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