El sacrificio nos une
por Ihab Fahmy
En la vida, el concepto del amor adquiere muchas formas; pero si nos paramos a pensarlo detenidamente, nos encontramos con que el amor y el sacrificio van estrechamente unidos a lo largo de nuestros días.
Sacrificarse no es necesariamente sufrir, ni padecer, sino una muestra de esfuerzo personal para alcanzar algo que consideramos prioritario. Y ya sabemos que la sensación de felicidad en la donación supera con creces la felicidad en recibir. El mayor ejemplo lo tenemos nosotros mismos, con nuestros hijos, o el sacrificio de nuestros padres para con nosotros.
El eje central por el cual gira y da sentido a la vida de un musulmán es la adoración a Dios de forma continuada. Llevar a cabo dicha adoración implica sacrificar esfuerzo, tiempo o dinero, por ejemplo. Pues adorar a Dios es seguir sus mandatos, como el de vivir en paz con tu comunidad, dar limosna, respetar tanto a tus queridos como a los desconocidos, colaborar activamente en beneficio de los más débiles, esforzarse en crear un ambiente adecuado para todos nosotros.
Termina el año islámico con el mes del peregrinaje (Dhul hiyyah). Se trata de una conmemoración histórica de Abraham y su familia; su esposa “la egipcia” Hagar y su primogénito Ismael. Abraham es el padre de la fe, elegido por Dios para llevar Su palabra a toda la humanidad, y ésta es: Dios es el Sabio, el Omnipotente, Perdonador y Misericordioso, y el cual no tiene asociación alguna con cualquier otro.
Cuando Abraham tuvo a su muy deseado primogénito, su corazón latía por y para su hijo. Su amor por él era ilimitado, así es que Dios le sometió a la prueba de purificar su corazón. Pues aunque el amor a Dios y a la creación es complementario, el primero no es endeble como puede suceder con el segundo.
El profeta se vio en sueños, repetidas veces, sacrificando a su hijo, y cuando se lo comentó, Ismael, de forma clara y directa, le dijo a su padre que hiciera aquello que el Señor le estaba ordenando. He aquí una de las grandes lecciones para todos los musulmanes, el respeto de los hijos hacia los padres, sin siquiera cuestionarlo. Pues Ismael no dudó acerca de lo que Dios le estaba ordenando a Abraham, y confió en su padre.
En recompensa a la obediencia de Abraham, Ismael y Hagar, Dios ordenó sacrificar un cordero para alimentar a los necesitados y así, salvar a Ismael. La lección que Dios quiso darle a Abraham fue la de no asociar nunca en su corazón a nadie a la misma altura que Dios. Por todo ello, es por lo que en la celebración de este momento, si se sacrifica un cordero, una tercera parte está destinada a los desfavorecidos, tal y como hizo Abraham, otra a los vecinos y la restante a la familia. Eso sí, quien pueda permitírselo. Esta división se puede realizar con cualquier otro alimento o recurso, pues se trata de extrapolar los valores que se transmiten con esta historia a todos y cada uno de nosotros, independientemente de nuestra situación o posición económica.
Es una historia común entre los cristianos, judíos y musulmanes. Con la única diferencia que para los judíos y cristianos el hijo es Isaac en lugar de Ismael. La esencia de la historia estrecha los lazos entre los creyentes por los conceptos que lleva intrínseca, mucho más importantes que la diferencia entre uno y otro entre los hijos de Abraham. ¿Pues hay algo más importante que la adoración a Dios y el amor y respeto hacia los buenos padres?
Desde ese momento, los musulmanes que tienen los recursos necesarios, conmemoran la historia peregrinando -uno de los cinco pilares del Islam-, siguiendo los pasos de la madre, Hagar, acongojada, preocupada en salvar la vida de su hijo después de llevarlo a los brazos de su padre para sacrificarlo; buscándolo en el agua en el valle de Meca, rogando a Dios, apedreando a Satán. Esta peregrinación es una obligación de fe para todos los hombres y mujeres musulmanes. Se deben seguir los pasos de Hagar y pedir lo que ella pidió; pedir perdón, rogar a Dios misericordia, mostrar gratitud por salvar la vida de Ismael y recordar que uno de los significados del Islam es el de sumisión –sólo a Dios- y que nadie mostró más sumisión a Dios que Abraham.
Todo ello está mencionado en muchos pasajes a lo largo del Corán, de principio a fin. El peregrinaje, el sacrificio, la adoración en un tiempo determinado, relacionar el acto de adoración con la conmemoración de lo que nos une entre los hermanos de la fe y de la humanidad, cómo ayudar a los pobres, garantizar los alimentos, arraigar el significado del amor al del sacrificio. Por eso se le denomina fiesta del sacrificio (Eid al-Adha) y popularmente en España extendido como la “fiesta del cordero”. Pero hay que entender que, mucho más importante que el sacrificio de un animal, son todos los valores que lleva detrás: el respeto a los padres, entender que ser solidario con el que lo necesita es un deber y no una opción; la confianza en que aquello que dictamine Dios será lo más cierto, que nunca será injusto, pues si depositas tu confianza en Él, Dios te recompensará, no dejará que padezcas en vano si has obrado bien, tal y como sucedió con los padres de Ismael.
Ihab Fahmy es miembro de la Mesa de Diálogo Interreligioso y del Consejo Consultivo de la Unión de Comunidades Islámicas de España; nacido en El Cairo (Egipto) parte de su formación la llevó a cabo en el Instituto cristiano copto-ortodoxo cairota, la licenciatura la realizó en la Universidad Ain-Shaims, actualmente es profesor en la UNED y Presidente de la Comunidad Islámica de Valencia.
Boletín Ecumenico 75 octubre 2016. Comunidad Ecuménica Horeb-Carlos de Foucauld
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