Mensaje de los obispos de la
Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales de la Conferencia Episcopal Española
La Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos es una iniciativa a la que se adhieren la mayoría de las Iglesias y confesiones cristianas y que se viene celebrando desde 1908. A través de estos años ha venido configurándose como una cita anual que nos damos los cristianos de todo el mundo para rezar por nuestra plena unidad visible según el deseo de Jesús, expresado en su oración a Dios Padre en la sobremesa de la última Cena: «Que ellos también sean uno en nosotros para que el mundo crea» (Jn 17, 21). La Iglesia católica participa en la preparación y la promoción de la Semana de la Unidad a través del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, que edita cada año los materiales conjuntamente con la Comisión «Fe y Constitución» del Consejo Mundial de Iglesias, órgano este último que es una de las expresiones más importantes del movimiento ecuménico, englobando actualmente a más de 300 Iglesias y comunidades cristianas, incluidas la mayoría de las ortodoxas y gran número de anglicanas, bautistas, luteranas, reformadas, unidas e independientes. Complace mucho a esta Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales de la Conferencia Episcopal Española que estas dos instituciones que representan a la mayoría de los cristianos le encomienden la versión oficial española de los materiales de la Semana de Oración por la Unidad que utilizan los hispanohablantes de las distintas denominaciones.
Desde 1975 los materiales para esta Semana son inicialmente propuestos por un grupo ecuménico local y asumidos después por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y la Comisión «Fe y Constitución» del Consejo Mundial de Iglesias. Este modo de proceder permite que conozcamos y hagamos nuestros los anhelos y esfuerzos ecuménicos de unos cristianos que viven en una determinada situación y lugar, rezando por ellos y con ellos por la unidad de todos los discípulos del Señor. Para la Semana 2015 los materiales han sido inicialmente elaborados por un grupo de trabajo creado por el Consejo Nacional de Iglesias Cristianas de Brasil (CONIC), con la activa participación del Centro Ecuménico de Servicios de Evangelización y Educación Popular (CESEP) y del Centro Ecuménico de Estudios Bíblicos (CEBI). La situación religiosa y cultural de Brasil está, por tanto, muy presente en los materiales de este año, como también el método de lectura «contextual» o «popular» de la Biblia que promueve el CEBI.
En los últimos años en Brasil han surgido muchas pequeñas comunidades cristianas de carácter pentecostal o evangélico que compiten entre sí para tener más fieles, más presencia en los medios de comunicación y más subvención estatal. Esta competencia lleva a veces a considerar a las otras comunidades cristianas como adversarias con las que es mejor no tener ningún trato y de las que no hay nada que aprender, haciendo que se marquen bien las diferencias. De ahí que el texto bíblico de referencia pare este año y el lema han sido elegidos para exhortarnos a dejar atrás una mentalidad competitiva entre las Iglesias y comunidades cristianas y a adoptar una actitud que valore la complementariedad y reconozca la necesidad que tenemos los unos de los otros.
En el encuentro entre Jesús y la mujer samaritana junto al pozo de Jacob que narra el evangelista Juan en su escrito (Jn 4, 1-42) y que constituye el texto bíblico de referencia para este año, Jesús, cansado del viaje, pide a la mujer agua: «Jesús le dice: “Dame de beber”» (Jn 4, 7). Sin embargo, Jesús también dirá poco después que él le pueda dar a ella «agua viva», un agua que se convertirá dentro de ella en un «surtidor de agua que salta hasta la vida eterna» (Jn 4, 14). De este modo, en la propuesta de oración para este año se nos invita a probar agua de un pozo diferente y a dar un poco de la nuestra, es decir, a saber reconocer y valorar el don de Dios y las riquezas y valores que están presentes en los demás, a compartir, a darnos cuenta que la diversidad no es una amenaza, sino que puede convertirse en una riqueza. A lo largo de los ocho días de oración se va desmenuzando esta propuesta a través de la proclamación del Dios uno y trino que nos ha creado a su imagen, de la denuncia de situaciones de pecado que causan discriminaciones injustas, de la renuncia a actitudes pecaminosas que excluyen a los demás y del testimonio común de la bondad de Dios.
Los obispos de la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales deseamos exhortar a todas las diócesis españolas a través de las delegaciones de ecumenismo y diálogo interreligioso a utilizar estos materiales y a organizar, junto con las demás Iglesias y comunidades cristianas presentes en su territorio y de acuerdo con las circunstancias locales, la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos como una cita anual importante que expresa nuestra confianza en el poder de la oración y nuestro deseo de acoger, cuando el Señor quiera, por los medios que él quiera y como él quiera, el don de la plena unidad visible de todos los cristianos.
Un acontecimiento de mucha trascendencia ecuménica e interreligiosa que ha tenido lugar el año pasado y que no podemos dejar de mencionar en este mensaje ha sido la peregrinación del papa Francisco a Tierra Santa con ocasión del 50 aniversario del encuentro en Jerusalén entre el papa Pablo VI y el patriarca Atenágoras. Ha sido un viaje lleno de gestos y palabras que tuvo un epílogo en su encuentro en los jardines vaticanos con los presidentes de Israel y de la Autoridad Nacional Palestina el domingo 9 de junio para rezar por la paz. En la Declaración Conjunta, firmada en Jerusalén por el papa Francisco y el patriarca ecuménico Bartolomé I el 25 de mayo 2014, después de constatar la importancia del abrazo que se dieron el papa Pablo VI y el patriarca Atenágoras hace 50 años que preparó el camino para «remover de la memoria y de la mente de las Iglesias las sentencias de mutua excomunión de 1054», se afirma lo siguiente:
«Aun siendo plenamente conscientes de no haber alcanzado la meta de la plena comunión, confirmamos hoy nuestro compromiso de avanzar juntos hacia aquella unidad por la que Cristo nuestro Señor oró al Padre para que “todos sean uno” (Jn 17, 21). Con el convencimiento de que dicha unidad se pone de manifiesto en el amor de Dios y en el amor al prójimo, esperamos con impaciencia que llegue el día en el que finalmente participemos juntos en el banquete eucarístico. En cuanto cristianos, estamos llamados a prepararnos para recibir este don de la comunión eucarística, como nos enseña san Ireneo de Lyon (Adv. haer., IV, 18, 5: PG 7, 1028), mediante la confesión de la única fe, la oración constante, la conversión interior, la vida nueva y el diálogo fraterno. Hasta llegar a esta esperada meta, manifestaremos al mundo el amor de Dios, que nos identifica como verdaderos discípulos de Jesucristo (cf. Jn 13, 35)».
Junto a esta importante peregrinación a Tierra Santa, cuyo motivo principal fue ecuménico, también en los demás viajes realizados por el santo padre a lo largo del año pasado, como el de Corea, el de Albania y muy especialmente el de Turquía, la preocupación por la unidad de los cristianos y el diálogo entre la religiones siempre ha estado en primer plano. Lo mismo vale para muchos de sus discursos y encuentros con representantes de otras Iglesias y religiones. Cabe destacar la cercanía y cordialidad mostrada por el papa Francisco con los pastores y las comunidades cristianas del ámbito pentecostal y evangélico, tanto en Italia como en otros lugares del mundo, a los que ha ido a visitar o a las que ha enviado mensajes con motivo de sus reuniones.
Todo esto nos llena de ilusión y nos mueve con más fuerza, si cabe, a esforzarnos en nuestro cometido a favor de la unidad de los cristianos y del diálogo interreligioso, conscientes de la importancia que esto tiene para el sucesor de Pedro. Deseamos que esta ilusión y ganas de trabajar se haga también presente en las delegaciones diocesanas en las que a veces puede hacer mella el desánimo y la desilusión por la dificultad de la tarea y la falta de recursos. La celebración de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos de este año constituye una buena oportunidad para renovar nuestra ilusión y nuestro compromiso.
Hay también otros aniversarios que estamos celebrando estos meses que pueden constituir una buena ocasión para reforzar nuestras actividades ecuménicas y de diálogo interreligioso. Este es el caso, por ejemplo, de los 50 años de los documentos del Concilio Vaticano II más relacionados con nuestra labor, como la constitución Lumen gentium, el decreto Unitatis redintegratio y las declaraciones Dignitatis humanae y Nostra aetate. Estos dos últimos fueron promulgados a finales de 1965 y podría ser oportuno organizar algún acto con este motivo, quizás conjuntamente con las instituciones académicas presentes en las diócesis.
No podemos terminar este mensaje sin mencionar con mucho dolor e indignación la triste realidad de la persecución y discriminación de cristianos de todas las denominaciones en muchos países de Oriente Medio, África y Asia de mayoría musulmana. Hemos denunciado esta barbarie en nuestros anteriores mensajes, pero esta no ha hecho más que aumentar en ferocidad y en extensión, dándose en muchas regiones que han sido cuna del cristianismo y que vieron el florecimiento de importantes comunidades cristianas en los primeros siglos de nuestra era, que forjaron una rica cultura que es patrimonio de todos. Ahora, olvidando la que ha sido la historia de estas regiones, despreciando su cultura originaria, ignorando el derecho fundamental a la libertad religiosa, se discrimina a los cristianos, se les niega el derecho de ciudadanía al mismo nivel que los demás, se les persigue y se cometen contra ellos las peores atrocidades con casi total impunidad. Muchos cristianos han sido asesinados y muchas familias han tenido que abandonar sus ciudades, casas y templos, quedando la presencia cristiana en estos lugares diezmada o extinguida por completo. Todo esto no puede dejar indiferente a nadie de buena voluntad y menos a los que compartimos la misma fe, unidos más que nunca por ese «ecumenismo de la sangre», como tan acertadamente lo ha llamado el papa Francisco. Condenamos todo esto con la mayor firmeza, pedimos encarecidamente a todos los que pueden hacer algo, también a nuestros hermanos musulmanes, que pongan fin a esta barbarie, y nos comprometemos como pastores y cristianos a mostrarles nuestra cercanía afectiva y efectiva. ¡Que la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2015 impulse a todos los cristianos hacia la unidad visible tan deseada por el Señor y nos lleve a una solidaridad real con los hermanos nuestros que sufren persecución a causa de su fe y a comprometernos con ellos por la libertad y la paz!
Los obispos de la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales
Una cosa es predicar y otra dar trigo
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