Su Santidad Bartolomé I de Constantinopla, Patriarca Ecuménico, con el metropolita Ioannis Zizioulas de Pérgamo a su derecha, presidiendo la Sinaxis panortodoxa de Estambul (El Fanar: 6 – 9 / III / 2014. Foto Église orthodoxe russe)
SINAXIS PANORTODOXA PREPARATORIA DEL GRANDE Y SANTO CONCILIO PANORTODOXO (II)
por Pedro Langa
La intervención de Su Santidad Kirill,
Patriarca de Moscú y de todas las Rusias, en la Sinaxis de los primados y representantes de las Iglesias ortodoxas
locales, celebrada del 6 al 9 de marzo de 2014 en la catedral San Jorge del
Fanar (residencia del Patriarca Ecuménico) merece algunas matizaciones. En este
artículo incluyo dos fotografías por cuyos pies de foto se advierte la
presencia de posturas encontradas durante los últimos decenios dentro de la
Ortodoxia, y cuyo protagonismo representan dos célebres jerarcas ortodoxos. En
la primera, Zizioulas, cabeza teológica del Patriarcado Ecuménico y actual
copresidente de la Comisión Mixta
internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y la Iglesia
ortodoxa en su conjunto. Hilarión, en cambio, la segunda, presidente del Departamento para las relaciones exteriores
del Patriarcado de Moscú, es teólogo brillante cuyos libros de la Ortodoxia
están marcando una línea muy definida dentro sobre todo de las zonas eslavas, y
a la postre en todo el mundo, dada la vertiginosa movilidad del autor: se
podría decir que él solo tiene recorridos más kilómetros que todos los
metropolitas rusos y nos rusos juntos. Para detalles del tema remito a mis dos
artículos:Hacia un nuevo estilo en el Departamento
para las relaciones exteriores del Patriarcado de Moscú. Primera parte: Pastoral Ecuménica 28/84 (2011) 49-83; ya.c.: Segunda parte, 30/89 (2013) 51-101.
Precisamente uno de esos puntos de fricción se produjo el año 2007 en el
encuentro de la Comisión Mixta
internacional para el diálogo teológicotenido en Ravena (del que me ocupé
en la revista Crítica, N.949,
noviembre 2007, pp.38-41).
La
intervenciónde Kirill en Estambul llegó minuciosamente preparada y debidamente
respaldada por el Concilio episcopal de
Moscú celebrado en 2013, donde se debatió lo relativo al Santo y grande
Concilio panortodoxo (= CP). Como quiera que Hilarión, lejos de acceder en Ravena,
decidió abandonar y no dejarse ver hasta después en Pafos y Viena, y puesto que
el enfrentamiento fue con Zizioulas copresidiendo ese día junto al cardenal
Kasper –el copresidente católico es hoy el cardenal Koch-, se sigue de ahí que
su extemporáneo gesto fuera previsible consecuencia de la dura línea del Alexis
II de los últimos años, cuando hasta las relaciones entre la Iglesia ortodoxa
rusa y la Iglesia católica se vieron sensiblemente afectadas. Pero ni ahora
susucesor Kirill, ni el delfín de ambos Hilarión, al que Kirill ha encumbrado
al máximo, están dispuestos a ceder en la sorda lucha mantenida desde decenios
atrás entre Moscú y Constantinopla. Hilarión no se ha mordido la lengua a la
hora de recordarle al mismísimo Bartolomé I,mediante declaraciones por ahí
hechas a los medios, que las Iglesias ortodoxas son autocéfalas y, en
consecuencia, que el primus inter pares
del Patriarca de Constantinopla tiene poco recorrido. De modo que el titular
del Santo Trono, a la hora del ecumenismo, sobre todo con Roma, deberá medir
bien lo que dice antes de hablar; y en sus encuentros con el Papa comprender
que lo hace como Patriarca de Constantinopla, pero en modo alguno en nombre de
todas las Iglesias autocéfalas.
Una
razón que, a la postre, no es nueva, porque, de alguna manera, la esgrimió el
famoso metropolita Nikodim cuando la Iglesia ortodoxa rusa –presidida entonces
por Alexis I - acordó unilateralmente mandar observadores al Concilio Vaticano
II, siendo así que poco antes la cumbre panortodoxa de Rodas había determinado
lo contrario con Atenágoras a la cabeza. Naturalmente que aquello disonó
entonces, 1962, y lo de Ravena en 2007 también, al resto de la Ortodoxia, y
mucho más, claro, aBartolomé I. Pero la Iglesia ortodoxa rusa es consciente de
que ella sola tiene más fieles ortodoxos que el resto de las Iglesias ortodoxas
autocéfalas juntas. Y ese argumento, aunque no sea definitivo, resulta de mucho
peso como para despacharlo de paso. Esto explicaría, entre otras cosas, la
machacona insistencia de Kirill acerca del consenso
en la reciente cumbre de Estambul. En cuanto al sutil matiz de que, si
encontramos algo en que no logremos estar de acuerdo, no importa: déjese para
ulteriores concilios panortodoxos, es todo un aviso a navegantes:Kirill está de
antemano avisando sobre posibles inflexibilidades futuras con ciertos puntos a
debatir del CP.
Por
otra parte, exigir que antes de su celebración hay que llegar a un consenso
entre todos los primadostal vez sea como pedir peras al olmo. Pero el figurón
que le hicieron jugar a Hilarión y, en él y con él, a la Iglesia ortodoxa rusa
en la asamblea de la Comisión Mixta
en Belgrado (2006), donde se quedó en ridícula minoría -¡2 frente a 30!-, y
luego en Rávena (2007) con la presencia –anticanónica según Moscú- de la Iglesia
de Estonia entre los ortodoxos de la Comisión, no agradaron a la Ortodoxia
rusa, no señor. Esos y otros lances imposibles de traer aquí por menudo tienen
mucha culpa de que ahora mismo Kirill haya insistido por activa y por pasivaen
la necesidad del consenso entrelos primados ortodoxos -¡¡todos!!- y en que,
de no ser así, verdes las habrán segado en lo tocante al CP, pero que se
atengan a las consecuencias.
Kirill no se anduvo por las ramas cuando
recordó que el principio del consenso había surgido en la conferencia de Rodas
en 1961 a iniciativa del Patriarcado de Constantinopla -no precisamente de
Moscú-, y que se ha revelado eficaz. Sería, pues, contraproducente y
extremamente peligroso renunciar a él durante la preparación del Concilio. Pero
luego añadió esta perla: «Proponer al Concilio temas no aprobados de antemano
significa convertir a éste en un lugar de divisiones, hacer pesar una amenaza
sobre la unidad de la Iglesia, complejizar la recepción de los decretos
conciliares en nuestras Iglesias locales […] El CP tiene que ser un lugar donde
el Espíritu Santo manifieste su presencia en la concordia eclesial».
Y ya, de pasada, aprovechó para largarle
al titular de Constantinopla otro viaje recordando la lentitud del secretariado
preparatorio del CP: «fundado desde hace tiempo, en él deben participar
representantes de las Iglesias ortodoxas locales, perono funciona. La Iglesia rusa ha querido a menudo enviar su
representante al secretariado y sus propuestas no han encontrado la acogida esperada». Era un modo implícito de
manifestar a la solemne asamblea de los allí presentes que su Iglesia, allá en
Moscú, se había estudiado a fondo las cosas y traía muy bien hechos los
deberes. O dicho de otro modo: que la criticada actitud de su delfín (a su derecha
en la sala), cuando lo de Ravena, podría tener su oportuna / inoportuna
reedición.
Sus tiempos al frente del Departamento, presidido ahora por
Hilarión con asombroso dinamismo viajero de visitas a Iglesias locales por todo
el mundo, planearon también sobre la sala cuando Kirill abogó por un
intercambio más frecuente, más vivo, más dinámico, por encuentros y opiniones y
debates más contrastadosentre todos los líderes ortodoxos. Esto y su recurso al
uso de los medios informáticos era una implícita condena de la pasividad en la
que parecen estar estancadas todavía tantas Iglesias ortodoxas locales. Otro
tanto cabe decir de su llamada de atención a los desafíos de la modernidad, que
el Concilio no puede pasar en silencio. Más aún: La Iglesia ortodoxa –dijo-
debe dar respuesta clara y concertada, arraigada en la tradición, a todas estas
cuestiones de actualidad. «Respuesta no sólo teológica, sino también pastoral.
Nuestra Iglesia está hoy confrontada a la cuestión del bautismo de los niños
nacidos de «madres alquiladas». Nosotros no podemos esperar a una respuesta
panortodoxa a esta cuestión, porque el debate está muy vivo en Rusia. Una
comisión especial ha elaborado recomendaciones pastorales concernientes a la
posibilidad del bautismo para los niños nacidos de «madres de alquiler». Eraun
envite más de Kirill, dispuesto a no perder comba y a probar y seguir probando
que su Iglesia, bien a pesar del contencioso Rusia-Ucrania-Crimea, esos días en
la cabecera de todos los medios de comunicación, había multiplicado esfuerzos
para abrirse a los tiempos posmodernos, superando así los obstáculos de los
viejos demonios familiares de la pasada Unión Soviética.
Otro varapalo se lo llevó «el reglamento
del Concilio, que está lejos de ser formal», matizó. Por supuesto que Su
Santidad Kirill pretendía que tal reglamento contemple la necesidad de un comité
ejecutivo donde tengan cabida «los primados de todas las Iglesias,
independientemente de su talla o su antigüedad». Lamentó por eso que no
hubieran sido invitados todos a la Sinaxis,
ya que la preparación del CP es cosa de todos. Otra deficiencia más que el
Patriarcado ruso procuró poner en solfa. Sólo entonces –concluyó resolutivo— se
podrá decir que el futuro Concilio es la expresión de la voz profética de la
Iglesia dirigida lo mismo a nosotros que a aquellos del exterior. Nuestros
fieles deben sentir la unidad de la Iglesia. Los otros deben ver en el Concilio
la fuerza viva y el dinamismo de la Ortodoxia, que le son donados por Dios.
Debemos dar paso a todas las condiciones para no impedir al Espíritu Santo
actuar en nosotros y por nosotros».
Muchos interrogantes abría un discurso
así, y no era cosa de permanecer indiferentes ante tales sugerencias. Tal vez
el contencioso político entre Rusia-Ucrania-Crimea pudiera entorpecerla total
aquiescencia a sus palabras por parte de los presentes: son conocidas sus
buenas relaciones con el inquilino del Kremlin, Putin, al que muchos
culpabilizan de la crisis abierta con su extravagante ocupación de Ucrania.
Pero Kirill aún podía sacarseotra carta de la manga: su intervención de días
antes, llamando a la concordia de los ortodoxos ucranios.
El
metropolita Onufry de Tchernovtsy y de
Bucovina, locum-tenens (= lugarteniente) de la Sede metropolitana de
Kiev, del Patriarcado de Moscú, le había pedido interceder para evitar
el derramamiento de sangre en Ucrania. Y él, Kirill, había respondido con un
mensaje asegurando que «los fieles de nuestra Iglesia tienen diferentes
visiones y convicciones políticas, incluidos los que se hallan en ambos frentes
de las barricadas. La Iglesia no toma partido en esta lucha política. Pero
tiene la obligación de compadecer con aquellos que son objeto de violencias,
que se hallan menesterosos de protección, y cuya vida está en peligro […]. Yo
haré cuanto pueda por convencer a quienes concentran el poder en sus manos de que es inadmisible que perezcan apacibles ciudadanos de la
Ucrania tan querida a mi corazón».
Su Santidad Kirill, Patriarca de Moscú y de todas las Rusias, con su delfín el metropolita Hilariónde Volokolamsk a su derecha durante la Sinaxis panortodoxade Estambul
(El Fanar: 6–9 / III / 2014.Foto Église orthodoxe russe)
Prof. Dr. Pedro Langa Aguilar, OSA
Teólogo y ecumenista
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