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domingo, 16 de marzo de 2014

SINAXIS PANORTODOXA PREPARATORIA DEL GRANDE Y SANTO CONCILIO PANORTODOXO 2ª parte

Su Santidad Bartolomé I de Constantinopla, Patriarca Ecuménico, con el metropolita Ioannis Zizioulas de Pérgamo a su derecha, presidiendo la Sinaxis panortodoxa de Estambul (El Fanar: 6 – 9 / III / 2014. Foto Église orthodoxe russe)

SINAXIS PANORTODOXA PREPARATORIA DEL GRANDE Y SANTO CONCILIO PANORTODOXO (II)
por Pedro Langa

La intervención de Su Santidad Kirill, Patriarca de Moscú y de todas las Rusias, en la Sinaxis de los primados y representantes de las Iglesias ortodoxas locales, celebrada del 6 al 9 de marzo de 2014 en la catedral San Jorge del Fanar (residencia del Patriarca Ecuménico) merece algunas matizaciones. En este artículo incluyo dos fotografías por cuyos pies de foto se advierte la presencia de posturas encontradas durante los últimos decenios dentro de la Ortodoxia, y cuyo protagonismo representan dos célebres jerarcas ortodoxos. En la primera, Zizioulas, cabeza teológica del Patriarcado Ecuménico y actual copresidente de la Comisión Mixta internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa en su conjunto. Hilarión, en cambio, la segunda, presidente del Departamento para las relaciones exteriores del Patriarcado de Moscú, es teólogo brillante cuyos libros de la Ortodoxia están marcando una línea muy definida dentro sobre todo de las zonas eslavas, y a la postre en todo el mundo, dada la vertiginosa movilidad del autor: se podría decir que él solo tiene recorridos más kilómetros que todos los metropolitas rusos y nos rusos juntos. Para detalles del tema remito a mis dos artículos:Hacia un nuevo estilo en el Departamento para las relaciones exteriores del Patriarcado de Moscú. Primera partePastoral Ecuménica 28/84 (2011) 49-83; ya.c.: Segunda parte, 30/89 (2013) 51-101. Precisamente uno de esos puntos de fricción se produjo el año 2007 en el encuentro de la Comisión Mixta internacional para el diálogo teológicotenido en Ravena (del que me ocupé en la revista Crítica, N.949, noviembre 2007, pp.38-41).

La intervenciónde Kirill en Estambul llegó minuciosamente preparada y debidamente respaldada por el Concilio episcopal de Moscú celebrado en 2013, donde se debatió lo relativo al Santo y grande Concilio panortodoxo (= CP). Como quiera que Hilarión, lejos de acceder en Ravena, decidió abandonar y no dejarse ver hasta después en Pafos y Viena, y puesto que el enfrentamiento fue con Zizioulas copresidiendo ese día junto al cardenal Kasper –el copresidente católico es hoy el cardenal Koch-, se sigue de ahí que su extemporáneo gesto fuera previsible consecuencia de la dura línea del Alexis II de los últimos años, cuando hasta las relaciones entre la Iglesia ortodoxa rusa y la Iglesia católica se vieron sensiblemente afectadas. Pero ni ahora susucesor Kirill, ni el delfín de ambos Hilarión, al que Kirill ha encumbrado al máximo, están dispuestos a ceder en la sorda lucha mantenida desde decenios atrás entre Moscú y Constantinopla. Hilarión no se ha mordido la lengua a la hora de recordarle al mismísimo Bartolomé I,mediante declaraciones por ahí hechas a los medios, que las Iglesias ortodoxas son autocéfalas y, en consecuencia, que el primus inter pares del Patriarca de Constantinopla tiene poco recorrido. De modo que el titular del Santo Trono, a la hora del ecumenismo, sobre todo con Roma, deberá medir bien lo que dice antes de hablar; y en sus encuentros con el Papa comprender que lo hace como Patriarca de Constantinopla, pero en modo alguno en nombre de todas las Iglesias autocéfalas.

Una razón que, a la postre, no es nueva, porque, de alguna manera, la esgrimió el famoso metropolita Nikodim cuando la Iglesia ortodoxa rusa –presidida entonces por Alexis I - acordó unilateralmente mandar observadores al Concilio Vaticano II, siendo así que poco antes la cumbre panortodoxa de Rodas había determinado lo contrario con Atenágoras a la cabeza. Naturalmente que aquello disonó entonces, 1962, y lo de Ravena en 2007 también, al resto de la Ortodoxia, y mucho más, claro, aBartolomé I. Pero la Iglesia ortodoxa rusa es consciente de que ella sola tiene más fieles ortodoxos que el resto de las Iglesias ortodoxas autocéfalas juntas. Y ese argumento, aunque no sea definitivo, resulta de mucho peso como para despacharlo de paso. Esto explicaría, entre otras cosas, la machacona insistencia de Kirill acerca del consenso en la reciente cumbre de Estambul. En cuanto al sutil matiz de que, si encontramos algo en que no logremos estar de acuerdo, no importa: déjese para ulteriores concilios panortodoxos, es todo un aviso a navegantes:Kirill está de antemano avisando sobre posibles inflexibilidades futuras con ciertos puntos a debatir del CP.

Por otra parte, exigir que antes de su celebración hay que llegar a un consenso entre todos los primadostal vez sea como pedir peras al olmo. Pero el figurón que le hicieron jugar a Hilarión y, en él y con él, a la Iglesia ortodoxa rusa en la asamblea de la Comisión Mixta en Belgrado (2006), donde se quedó en ridícula minoría -¡2 frente a 30!-, y luego en Rávena (2007) con la presencia –anticanónica según Moscú- de la Iglesia de Estonia entre los ortodoxos de la Comisión, no agradaron a la Ortodoxia rusa, no señor. Esos y otros lances imposibles de traer aquí por menudo tienen mucha culpa de que ahora mismo Kirill haya insistido por activa y por pasivaen la necesidad del consenso entrelos primados ortodoxos -¡¡todos!!- y en que, de no ser así, verdes las habrán segado en lo tocante al CP, pero que se atengan a las consecuencias.

Kirill no se anduvo por las ramas cuando recordó que el principio del consenso había surgido en la conferencia de Rodas en 1961 a iniciativa del Patriarcado de Constantinopla -no precisamente de Moscú-, y que se ha revelado eficaz. Sería, pues, contraproducente y extremamente peligroso renunciar a él durante la preparación del Concilio. Pero luego añadió esta perla: «Proponer al Concilio temas no aprobados de antemano significa convertir a éste en un lugar de divisiones, hacer pesar una amenaza sobre la unidad de la Iglesia, complejizar la recepción de los decretos conciliares en nuestras Iglesias locales […] El CP tiene que ser un lugar donde el Espíritu Santo manifieste su presencia en la concordia eclesial».

Y ya, de pasada, aprovechó para largarle al titular de Constantinopla otro viaje recordando la lentitud del secretariado preparatorio del CP: «fundado desde hace tiempo, en él deben participar representantes de las Iglesias ortodoxas locales, perono funciona. La Iglesia rusa ha querido a menudo enviar su representante al secretariado y sus propuestas no han encontrado la acogida esperada». Era un modo implícito de manifestar a la solemne asamblea de los allí presentes que su Iglesia, allá en Moscú, se había estudiado a fondo las cosas y traía muy bien hechos los deberes. O dicho de otro modo: que la criticada actitud de su delfín (a su derecha en la sala), cuando lo de Ravena, podría tener su oportuna / inoportuna reedición.

Sus tiempos al frente del Departamento, presidido ahora por Hilarión con asombroso dinamismo viajero de visitas a Iglesias locales por todo el mundo, planearon también sobre la sala cuando Kirill abogó por un intercambio más frecuente, más vivo, más dinámico, por encuentros y opiniones y debates más contrastadosentre todos los líderes ortodoxos. Esto y su recurso al uso de los medios informáticos era una implícita condena de la pasividad en la que parecen estar estancadas todavía tantas Iglesias ortodoxas locales. Otro tanto cabe decir de su llamada de atención a los desafíos de la modernidad, que el Concilio no puede pasar en silencio. Más aún: La Iglesia ortodoxa –dijo- debe dar respuesta clara y concertada, arraigada en la tradición, a todas estas cuestiones de actualidad. «Respuesta no sólo teológica, sino también pastoral. Nuestra Iglesia está hoy confrontada a la cuestión del bautismo de los niños nacidos de «madres alquiladas». Nosotros no podemos esperar a una respuesta panortodoxa a esta cuestión, porque el debate está muy vivo en Rusia. Una comisión especial ha elaborado recomendaciones pastorales concernientes a la posibilidad del bautismo para los niños nacidos de «madres de alquiler». Eraun envite más de Kirill, dispuesto a no perder comba y a probar y seguir probando que su Iglesia, bien a pesar del contencioso Rusia-Ucrania-Crimea, esos días en la cabecera de todos los medios de comunicación, había multiplicado esfuerzos para abrirse a los tiempos posmodernos, superando así los obstáculos de los viejos demonios familiares de la pasada Unión Soviética.

Otro varapalo se lo llevó «el reglamento del Concilio, que está lejos de ser formal», matizó. Por supuesto que Su Santidad Kirill pretendía que tal reglamento contemple la necesidad de un comité ejecutivo donde tengan cabida «los primados de todas las Iglesias, independientemente de su talla o su antigüedad». Lamentó por eso que no hubieran sido invitados todos a la Sinaxis, ya que la preparación del CP es cosa de todos. Otra deficiencia más que el Patriarcado ruso procuró poner en solfa. Sólo entonces –concluyó resolutivo— se podrá decir que el futuro Concilio es la expresión de la voz profética de la Iglesia dirigida lo mismo a nosotros que a aquellos del exterior. Nuestros fieles deben sentir la unidad de la Iglesia. Los otros deben ver en el Concilio la fuerza viva y el dinamismo de la Ortodoxia, que le son donados por Dios. Debemos dar paso a todas las condiciones para no impedir al Espíritu Santo actuar en nosotros y por nosotros». 

Muchos interrogantes abría un discurso así, y no era cosa de permanecer indiferentes ante tales sugerencias. Tal vez el contencioso político entre Rusia-Ucrania-Crimea pudiera entorpecerla total aquiescencia a sus palabras por parte de los presentes: son conocidas sus buenas relaciones con el inquilino del Kremlin, Putin, al que muchos culpabilizan de la crisis abierta con su extravagante ocupación de Ucrania. Pero Kirill aún podía sacarseotra carta de la manga: su intervención de días antes, llamando a la concordia de los ortodoxos ucranios.

El metropolita Onufry de Tchernovtsy y de Bucovina, locum-tenens (= lugarteniente) de la Sede metropolitana de Kiev, del Patriarcado de Moscú, le había pedido interceder para evitar el derramamiento de sangre en Ucrania. Y él, Kirill, había respondido con un mensaje asegurando que «los fieles de nuestra Iglesia tienen diferentes visiones y convicciones políticas, incluidos los que se hallan en ambos frentes de las barricadas. La Iglesia no toma partido en esta lucha política. Pero tiene la obligación de compadecer con aquellos que son objeto de violencias, que se hallan menesterosos de protección, y cuya vida está en peligro […]. Yo haré cuanto pueda por convencer a quienes concentran el poder en sus manos de que es inadmisible que perezcan apacibles ciudadanos de la Ucrania tan querida a mi corazón».

Su Santidad Kirill, Patriarca de Moscú y de todas las Rusias, con su delfín el metropolita Hilariónde Volokolamsk a su derecha durante la Sinaxis panortodoxade Estambul
(El Fanar: 6–9 / III / 2014.Foto Église orthodoxe russe)

Prof. Dr. Pedro Langa Aguilar, OSA
Teólogo y ecumenista


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