Todos juntos
Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

lunes, 17 de febrero de 2014

ORACIÓN MATUTINA



Voy con tiempo. Es más el frío el que mete prisa. Gran Vía madrileña, 3.30 de la mañana del viernes. Bajo raudo hacia Cibeles para coger un autobús nocturno a Barajas. Es un mundo paralelo el de la noche. Suave lluvia y sombras en muchos rincones. Marcho a buen ritmo hacia mi parada con la oración en los labios. Oración, palabra durante tanto tiempo extraña, enajenada y que aún trata de escaparse de esta pantalla, que aún tecleamos cargados de pudores. 

Meto las sombras que me salen al paso en mis peticiones. Pido para que no haya gentes ateridas de frío en la avenidas de las ciudades, bien entrada la madrugada. Pido para que nadie permanezca de pie toda la noche delante de una caja de embalaje con cuatro latas de refrescos y un bolsa de pipas de difícil venta. Pido para que nadie intenté abrazar el sueño sobre un trozo de cartón a la entrada de las tiendas cerradas, para que no se muevan inquietos, intentando burlar este mundo duro y su tiritona, intentando atrapar a Morfeo entre la heladora oscuridad de un rabioso Febrero. Pido por supuesto por ellas, para que no tengan que vender nada por la noche, menos su cuerpo sagrado. Que puedan cubrirse con bufanda y grandes abrigos, bajarse de esos altos tacones, de esos lechos tan ajenos. Sólo intimidad con el ser querido.

Las sombras se han ido esfumando. Sus peticiones también fueron quedando atrás. Nace el día en otro rincón de la península. La claridad va ganado a la vera de una enorme cristalera. Escribo desde el aeropuerto de Lavacolla, desde este enclave del Camino tan cargado de recuerdos. Será que nos hacemos viejos o se nos van juntando las vidas. Gozo de larga espera, tras una semana agotadora. Gozo ante la pantalla, gozo de escribir lo que quiero y para quien quiero. Gozo de ya no tener que redactar para ninguna lejana y antojadiza publicación, de intentar teclear sólo con su Verbo, sólo en Su Nombre.

No sé si escribo, no sé si rezo. ¿Y si a la postre eran lo mismo? Gozo de no saber ni lo que hago, de no distinguir un vuelo del otro, como los aviones que descansan en la pista ignorantes de su próximo y celeste destino. Disfruto cuando todo ello se hace uno, cuando tecleo y me siento tan acompañado... La oración calla con el último sorbo del té ardiente: ¡La dura madrugada en todos los asfaltos vaya para siempre cediendo! ¡Noches bajo las mantas y amaneceres con brebaje caliente, a pie de días más radiantes! ¡Así sea! ¡Gran Vía sí, para los justos anhelos de los útimos de la Tierra! ¡Por los siglos de los siglos! ¡Amén!


Koldo Aldai


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