Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él y él conmigo (Ap. 3:20)
Entran en nuestra vida sin pedir permiso. Quieren saber todos los pormenores de nuestra vida, también acerca de nuestros ingresos económicos. Indagan acerca de nuestros pecados. Incluso se atreven a preguntar sobre nuestra vida sexual. Nos dicen lo que debemos hacer y lo que no. Nos fustigan en cuanto tienen ocasión desde un púlpito, sea real o virtual. Y una vez que cándidamente les hemos abierto nuestra vida, nos juzgan y utilizan la información para procurar el control sobre nuestras existencias. Así son algunas personas.
A diferencia de ellos, Jesús de Nazaret llama a nuestra puerta pidiendo permiso para entrar. Nos dice que quiere comer con nosotros. Y una vez que le hemos abierto la puerta, nos trata con dignidad, nos escucha en silencio, nos comprende, y posiblemente nos exhorte para posteriormente perdonar lo que sea menester. Nunca utilizará la información que posee sobre nosotros para la amenaza o para recordarnos lo mucho que le debemos. Él es un buen amigo, el mejor.
Él es nuestro modelo y no otro
Ignacio Simal, iglesia Evangélica Española
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