Pablo escribió: Bendecid a los que os persiguen; bendecid, sí, no maldigáis. Con los que están alegres, alegraos; con los que lloran, llorad. (…) En cuanto sea posible y por lo que a vosotros toca, estad en paz con todo el mundo. (…) Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber; así le sacarás los colores a la cara. No te dejes vencer por el mal, vence al mal a fuerza de bien. (Romanos 12, 14-21)
En la epístola a los Romanos, el apóstol Pablo hace suya una de las enseñanzas más célebres de Jesús, el amor a los enemigos (cf. Mateo 5,43ss; Lucas 6,27ss). Como Jesús, Pablo pide una actitud de bondad hacia los demás, una actitud que lleva hasta desear el bien a aquellos que nos desean el mal: «Bendecid a los que os persiguen» (v.14).
Esta bondad se traduce en la comunión con las alegrías y las tristezas de los otros: «Con los que están alegres, alegraos… » (v.15). Esto recuerda el ejemplo de Pablo, que dice a su vez: «Con los que sea me hago lo que sea» (1Corintios 9,22).
Siguiendo los pasos del Libro de Proverbios, Pablo pide que no se devuelva el mal por el mal (v.17), dando prueba de un gran realismo al alentar a los fieles a vivir en paz con los demás en la medida de lo posible (v.18), e invitándoles asimismo a no hacer justicia por ellos mismos, sino dejar este cometido a Dios (v.19).
En la enseñanza de Jesús, el amor a los enemigos se describe en principio desde el punto de vista de aquel que ama: consiste en seguir el ejemplo del mismo Dios, de forma gratuita y sin distinción de personas. Aquí, Pablo acentúa otro aspecto, una especie de finalidad de este amor: «Así le sacarás los colores a la cara» (v.20).
Esta imagen parece tener en principio un tinte de violencia, como si el amor tuviera como fin asegurarse que el otro recibe de Dios el castigo merecido. Pero quizás esta imagen indica más bien la esperanza de que el bien hecho al otro pudiera perturbarle tremenda e insistentemente, de forma que llegue finalmente a cambiarlo, un poco como la llamada de Jesús a «poner la otra mejilla» o a caminar dos millas con su adversario, haciendo así que éste revise su comportamiento (cf. Mateo 5, 39-41). Esto se confirma en el texto que sigue, en el que se muestra el verdadero objetivo del amor: vencer al mal con el bien.
Pablo afirma así que aquellos que aman a los enemigos no solamente «se perfeccionan», como dice el evangelio de Mateo, sino que contribuyen también a superar la enemistad con el amor, siguiendo a Jesús, que dio ejemplo con su muerte en la cruz. Cuando alguien quiere herirme, ¿cómo reacciono?
- ¿Cómo puedo compartir las alegrías y las tristezas de los que me rodean?
- ¿Qué ejemplo puedo dar de una situación en la que el bien hecho a una persona haya triunfado sobre el mal?
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