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viernes, 31 de diciembre de 2010

JULIÁN RUIZ MARTORELL, NUEVO OBISPO CATÓLICO ROMANO DE JACA Y DE HUESCA

SALUDO DE MONSEÑOR JULIÁN RUIZ A LAS DIÓCESIS DE JACA Y DE HUESCA
Queridos hermanos de la Iglesia que peregrina en Huesca y en Jaca:
Con la expresión que repite San Pablo al comienzo de sus cartas os deseo: gracia y paz (1 Tes 1,2).

El Santo Padre Benedicto XVI me envía a vosotros para vivir con vosotros el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios (Mc 1,1).

Agradezco humildemente la paternal solicitud de Su Santidad y me pongo en manos del Señor para que Él dirija mis pasos al encuentro de todos.

Viene a mi memoria, en primer lugar, un recuerdo agradecido a los Pastores que os han acompañado en los últimos períodos: D. Rosendo Álvarez Gastón, D. José-María Conget Arizaleta (+), D. Juan-José Omella Omella y D. Jesús Sanz Montes, en Jaca. Y en Huesca: D. Javier Osés Flamarique (+), D. Juan-José Omella Omella y D. Jesús Sanz Montes.

Encomiendo al Señor la realidad pastoral de ambas diócesis. Los proyectos e iniciativas que se desarrollan en Jaca y los objetivos y acciones del Plan Pastoral 2010-2011 de Huesca (“Desde nuestra identidad en comunión para la misión”), en el camino de la identidad, en la experiencia de la comunión, en el anuncio de la Palabra de Dios y en la expresión de la caridad.

Queridos hermanos, permitidme que me dirija a vosotros con algunas palabras de la Exhortación apostólica “Verbum Domini” (VD):

Hermanos sacerdotes: “el sacerdote es, ante todo, ministro de la Palabra de Dios; es el ungido y enviado para anunciar a todos el Evangelio del Reino, llamando a cada hombre a la obediencia de la fe conduciendo a los creyentes a un conocimiento y comunión cada vez más profundos del misterio de Dios, revelado y comunicado a nosotros en Cristo” (PDV) (VD 80). Cuento con vuestra colaboración y confío en vuestra oración. Pongo a vuestra disposición mi trabajo y mi afecto.

A los miembros de Institutos de Vida Consagrada: la vida consagrada “nace de la escucha de la Palabra de Dios y acoge el evangelio como su norma de vida” (VD 83); “el vivir siguiendo a Cristo casto, pobre y obediente, se convierte "en ´exégesis` viva de la Palabra de Dios"” (VD 83). Me encomiendo a vuestra plegaria y deseo acompañaros en vuestro testimonio.

A los miembros de Sociedades de Vida Apostólica, Institutos Seculares y a quienes experimentáis y vivís el don de la vocación: la Palabra de Dios “llama a cada uno personalmente, manifestando así que la vida misma es vocación en relación con Dios. Esto quiere decir que, cuanto más ahondemos en nuestra relación personal con el Señor Jesús, tanto más nos daremos cuenta de que Él nos llama a la santidad mediante opciones definitivas, con las cuales nuestra vida corresponde a su amor, asumiendo tareas y ministerios para edificar la Iglesia” (VD 77).

A los fieles laicos: agradezco vuestro “generoso compromiso en la difusión del Evangelio en los diferentes ámbitos de la vida cotidiana, del trabajo, la escuela, la familia y la educación” (VD 84). Vivís vuestra “propia vocación la santidad con una existencia según el Espíritu, y que se expresa particularmente “en (vuestra) inserción en las realidades temporales y en (vuestra) participación en las actividades terrenas¨” (VD 84). Os decía Juan Pablo II “El vivo sentido de la comunión eclesial, don del Espíritu Santo que urge nuestra libre respuesta, tendrá como fruto precioso la valoración armónica, en la Iglesia "una y católica", de la rica variedad de vocaciones y condiciones de vida, de carismas, de ministerios y de tareas y responsabilidades, como también una más convencida y decidida colaboración de los grupos, de las asociaciones y de los movimientos de fieles laicos en el solidario cumplimiento de la común misión salvadora de la misma Iglesia” (Christifideles Laici, nº 64).

Queridos seminaristas: estáis llamados a “ver la relación entre el estudio bíblico y el orar con la Escritura. El estudio de las Escrituras (os) ha de hacer más conscientes del misterio de la revelación divina, alimentando una actitud de respuesta orante a Dios que habla” (VD 82). “El carácter singular del ministerio presbiteral y la importancia del mismo para la vida de la Iglesia exigen, en quienes han sido llamados a él por el Señor, una formación específica que los capacite para vivir con todas sus exigencias este misterio de gracia y para ejercer con responsabilidad este ministerio de salvación” (CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, La formación para el ministerio presbiteral. Plan de formación sacerdotal para los Seminarios Mayores, Madrid 1996, nº 1). Deseo que compartáis con vuestros formadores vuestra preparación para el sacerdocio como un “misterio de gracia” que os permita ejercer con responsabilidad el “ministerio de salvación”.

Dirijo, también, una palabra de aliento a todos los que vivís el misterio del dolor, a los enfermos, a las personas ancianas y desasistidas y a todos los que trabajáis en el apasionante mundo de la pastoral de la salud. Escribió S.S. Juan Pablo II: “La Iglesia, que nace del misterio de la redención en la cruz de Cristo, está obligada a buscar el encuentro con el hombre de modo particular en el camino de su sufrimiento” (Salvifici doloris, nº 4).

No puedo olvidar a todos los que experimentáis el drama del paro, la angustiosa sacudida de la crisis económica y el desarraigo de la emigración. El Papa Benedicto XVI ha escrito: “la economía tiene necesidad de la ética para su correcto funcionamiento; no de una ética cualquiera, sino de una ética amiga de la persona” (Caritas in veritate, nº 45).

Queridos jóvenes: tenemos una cita con el Santo Padre en Madrid en el próximo mes de agosto. Hemos de prepararnos para acoger la Cruz de los jóvenes y el Icono de María “Salus Populi Romani” y vivir con intensidad el lema de la Jornada Mundial de la Juventud: “Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe” (Col 2,7).

Concluyo con unas palabras de la Encíclica “Evangelium vitae”, en las que Juan Pablo II confiaba a la Santísima Virgen María, “aurora del mundo nuevo, Madre de los vivientes”, la causa de la vida: “Haz que quienes creen en tu Hijo sepan anunciar con firmeza y amor a los hombres de nuestro tiempo el Evangelio de la vida. Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo, la alegría de celebrarlo con gratitud durante toda su existencia y la valentía de testimoniarlo con solícita constancia, para construir, junto con todos los hombres de buena voluntad, la civilización de la verdad y del amor, para alabanza y gloria de Dios Creador y amante de la vida” (EV, nº 105).
Me encomiendo a vuestra intercesión.

Julián Ruiz Martorell
Obispo electo de Huesca y de Jaca

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