Todos juntos
Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

lunes, 13 de diciembre de 2010

Fiel al Amor

Sí, pregunta a la antigüedad, a los tiempos pasados, remontándote al día en que Dios creó al hombre sobre la tierra y abarcando el cielo de extremo a extremo, si ha sucedido algo tan grande o se ha oído algo semejante. ¿Ha oído algún pueblo a Dios hablando desde el fuego, como tú lo has oído, y ha quedado vivo? ¿Intentó algún dios acudir a sacarse un pueblo de en medio de otro con pruebas, signos y prodigios, en son de guerra, con mano fuerte y brazo extendido, con terribles portentos, como hizo el Señor, vuestro Dios, con vosotros contra los egipcios, ante vuestros ojos? Pues a ti te lo mostraron, para que sepas que el Señor es Dios y no hay otro fuera de él. Desde el cielo te hizo oír su voz para instruirte, en la tierra te hizo ver su fuego terrible y escuchaste sus palabras entre el fuego. (…) Así pues, reconoce hoy, y aprende en tu corazón, que el Señor es Dios, arriba en el cielo y abajo en la tierra, y no hay otro. Guarda los mandatos y preceptos que te daré hoy; así os irá bien a ti y a los hijos que te sucedan y prolongarás la vida en la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar para siempre.
Deuteronomio 4, 32-36. 39-40
El capítulo 4 del libro del Deuteronomio nos cuenta que Moisés dio a los hijos de Israel “decretos y leyes” para hacer de ellos un pueblo vivo, en correpondencia con un Dios que “está cerca de nosotros cada vez que le rezamos” (v.7). Dios entregó esta Ley a Moisés en el Monte Horeb como signo de su alianza, un vínculo inquebrantable de comunión. Israel es exhortado a permanecer fiel, pase lo que pase, al “Dios compasivo que no olvidará el pacto” (v.31)

Para permanecer fieles a Dios, necesitamos ser capaces de maravillarnos por él y por este amor inmerecido. Utilizando preguntas retóricas (v 32b-34), Moisés trata de despertar esta capacidad de maravillarse. ¿Acaso hay algo más grande que un amor así mostrado a un pueblo? ¿Acaso algún otro amor ha hecho más por otro pueblo de esta tierra? ¿Acaso un pueblo ha vivido antes en una relación tan estrecha con el Otro absoluto, el Dios deslumbrante que encuentra la manera de estar con su pueblo sin cegarlo? ¿Acaso ha habido alguna vez un Dios que amara a un pueblo como su único pueblo?

El pueblo recibió cuanto necesitaba (v. 35-36) para aceptar a Dios como su único amor. Dios se lo mostraba a través de las escrituras; los protegía y liberaba; los “alzaba” como a un niño (ver Oseas 11, 1-4). Dios actuaba “ante sus ojos” y pudieron oír su voz salir “ de entre el fuego”. Sólo hay un Dios en el cielo y la tierra, y debe encontrar su lugar en el “corazón” del pueblo (v. 39)
Naturalmente, el pueblo podía apartarse de este amor de Dios. En aquellos días, igual que ocurre hoy, había muchas cosas que les distraían. La economía y la política, pero también la cultura e incluso la religión pueden convertirse en una especie de cortina de humo de modo que ya no vemos con claridad que los seres humanos fuimos creados y formados por un amor que dura por siempre y que nos hace sagrados. Los poderes siempre amenazan con alzarse y atacar la libertad humana, que es creación del amor de Dios.

“Dios nos quiere felices” (Hermano Roger). Moisés está profundamente unido a su pueblo. Por esta razón no les fuerza esgrimiendo su autoridad; les muestra el amor de Dios, con el cual él mismo se siente comprometido. Desea que las cosas le “vayan bien” (v. 40) a su pueblo y sus descendientes, que tengan una larga vida. No hay otro poder “arriba en el cielo y abajo en la tierra” que pueda prometer una felicidad así para siempre.

Moisés quiere ahorrar al pueblo esos dolorosos momentos de desvío en que buscamos, en vano, una vida de felicidad en algo que no es la Fuente de vida. Él se dio a sí mismo hasta el final para mediar entre Dios y el pueblo. Es cierto que el amor de Dios va incluso más lejos, más allá de los “mandatos y leyes”. Jesucristo es el “camino” en el cual Dios se acerca a su pueblo directamente, sin otros medios. Él se entregó por amor y de este modo desarmó, de una vez y para siempre, a todos los demás poderes.
  • ¿Soy capaz de maravillarme ante Dios?
  • ¿Con quién me siento comprometido?
  • ¿Qué “desvíos” puedo evitar y ayudar a otros a evitar mediante la fe?

Comunidad de Taizé

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