Es éste el único “título” con garantía de éxito para comunicar el Evangelio. Una persona verdaderamente entregada a Dios es la que puede dar a Dios a los demás, porque nadie da de lo que no tiene. Que, además, se trata de una persona adornada con talento, simpatía y otras virtudes, pues, mejor. Pero que no falte lo primero, porque faltaría lo esencial.
Dicho máster es el que tenía el Santo Cura de Ars, por ejemplo. Y arrasaba. No era considerado brillante en el humano saber, pero poseía la verdadera sabiduría. Y es hoy el patrón de todos los sacerdotes del mundo, desde los más aventajados intelectualmente, que desarrollan ese talento en universidades y cátedras, hasta los que dedican su vida sacerdotal de una manera sencilla en el pueblo más pequeñito o en el territorio misional más extenso.
Este máster en amor a Dios y su eficacia probada también se encuentra entre los laicos. Recuerdo con admiración – ya que he hablado de los pueblos pequeñitos – al sacristán que yo tuve en mi primer destino como sacerdote. Fui, durante dos años, cura “cuatrimotor”. Así se denominaba simpáticamente al cura que atendía cuatro pueblos; todos pequeñitos. La mayoría de los feligreses eran labradores. Yo, a mis veinticuatro años, iba con muchas ganas de evangelizar y de atraer a
Igualmente admirable es el máster en amor a Dios de muchas religiosas ancianas que han vivido y viven su consagración a Dios con una alegría realmente contagiosa. Aunque ahora apenas puedan moverse. Pero las ves siempre con el rosario en la mano o con la sonrisa de gozo en su rostro cuando les cuentas tus andanzas apostólicas.
Y es que
De su blog: "En la barca de Pedro".
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