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Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

martes, 4 de mayo de 2021

PRINCIPIOS CATÓLICOS DEL ECUMENISMO

Los principios católicos del ecumenismo


por Francisco Javier Chávarry García
Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima (Perú)


El capítulo I de la Unitatis redintegratio (UR), expone los «principios católicos» del Ecumenismo. En anterior redacción, el Decreto hablaba de «ecumenismo católico», lo que parecía sugerir que existían varios ecumenismos, cuando, en realidad, se trata de un único movimiento de búsqueda de la unidad, al que se acude desde la propia identidad confesional. Esta identidad («principios católicos») es precisamente la que trata de delimitar el Decreto de Ecumenismo, siempre en referencia a la Constitución Lumen gentium. [José R. Villar, El Decreto conciliar sobre ecumenismo y la Encíclica “Ut unum sint”, en “ScriptaTheologica” 28, 1996, p.105]

Los «principios» se centran en la comprensión católica de:
  • La unidad y unicidad de la Iglesia (UR 2);
  • La situación de los hermanos separados(UR 3);
  • El Ecumenismo a la luz de lo así establecido (UR 4).

a. Unidad y unicidad de la Iglesia 

(Estudio detenido de UR 2 en relación con el capítulo I de “Lumen gentium”)
  • El Decreto parte del designio divino de unidad.
  • Dios mismo ha dado los factores de unidad. En la Iglesia hay elementos de unidad invisibles (el Espíritu Santo) y también visibles (el ministerio apostólico). El Espíritu Santo La Jerarquía de origen apostólico y la unidad de la Iglesia. La Eucaristía, signo y causa de la unidad de la Iglesia. El Decreto se mueve en el marco de la «eclesiología de comunión»
El Espíritu Santo, principio de la unidad de la Iglesia.
  • El Espíritu Santo, enviado por Cristo, es el misterioso principio unificador de la Iglesia. No es, pues, la unidad obra humana, sino fruto del Espíritu; fruto, por tanto, que no puede faltar, porque es un don de Cristo.
La Jerarquía de origen apostólico y la unidad de la Iglesia.
  • Aquí el Concilio se limita a afirmar el hecho de la sucesión apostólica a partir de la voluntad de Cristo: el tratamiento detenido de este importante tema se encuentra en el capítulo III de la Constitución Lumen gentium. El Colegio de los Doce es el depositario de la misión apostólica; de entre los Apóstoles, Jesús destacó a Pedro, al que confió un ministerio particular, permaneciendo eternamente Jesucristo como piedra angular definitiva y pastor de las almas.
La Eucaristía, signo y causa de la unidad de la Iglesia. «Él, antes de ofrecerse como víctima (...) rogó al Padre en favor de los creyentes, e instituyó en su Iglesia el maravilloso sacramento de la Eucaristía, que significa y realiza la unidad de la Iglesia» (UR 2). En el número 26 de la Constitución Lumen gentium se desarrolla el aspecto dogmático de esta afirmación: «Cada vez que tiene lugar la comunidad del altar, en dependencia del ministerio sagrado del Obispo, se manifiesta el símbolo de esta caridad y unidad del Cuerpo Místico sin la que es imposible la salvación. En estas comunidades (...) está presente Cristo y en virtud de ello se constituye la Iglesia una, santa, católica y apostólica».

El Decreto se mueve en el marco de la «eclesiología de comunión»
  • La Iglesia es un todo orgánico de lazos espirituales (fe, esperanza, caridad), y de vínculos visibles (profesión de fe, economía sacramental, ministerio pastoral), cuya existencia culmina en el misterio eucarístico, expresión de la unidad de la Iglesia.
  • La Iglesia está allí donde están los Apóstoles, la Eucaristía, el Espíritu.
b. Estatuto eclesiológico de las comunidades cristianas no católicas 

El Concilio contempla la realidad de las separaciones y proyecta sobre ellas la doctrina acerca de la unidad expuesta en el número anterior. [Pedro Rodríguez, op. cit., p. 81] 

(Principios doctrinales de UR 3: los conceptos de “elementa Ecclesiae” y de “communio”; el Bautismo, punto de partida del ecumenismo). 
  • Los elementa Ecclesiae.: «...muchos e importantes elementos y bienes [elementa seu bona] que, en conjunto, constituyen y dan vida a la misma Iglesia, pueden hallarse fuera de los límites visibles de la Iglesia Católica (...) todo esto, que procede de Cristo y lleva hacia Él, pertenece de por sí [iure] a la única Iglesia de Cristo».
  • Entre los hermanos separados se conservan también acciones sacramentales que pueden comunicar realmente la vida de la gracia.
El estatuto eclesiológico de las comunidades separadas «Las Iglesias y comunidades separadas, aunque creemos que son deficientes, no carecen de sentido y peso en el misterio de la salvación. Pues el Espíritu Santo no rehusa usarlas como medio de salvación, cuya fuerza deriva de la misma plenitud de gracia y de verdad confiada a la Iglesia Católica». La palabra Iglesia, aplicada a comunidades separadas de Roma, es reservada por el Decreto, siguiendo la costumbre tradicional, a los orientales y a los viejos católicos. Las comunidades protestantes, aunque tienen otros elementos eclesiales, carecen de sucesión apostólica y del sacramento del Orden. La existencia de elementos de santidad y verdad (elementa Ecclesiae) determina el carácter eclesial, aunque herido y deficiente, de las comunidades separadas, y, por tanto, su significación en la historia de la salvación.

Sólo la Iglesia Católica es auxilio general de salvación «Los hermanos separados no poseen, ni individualmente ni sus comunidades e Iglesias, aquella unidad que Jesucristo quiso comunicar a cuantos regeneró y convivificó, destinándolos a un solo cuerpo y a una nueva vida... Pues la plenitud total de los medios de salvación sólo puede alcanzarse mediante la Iglesia Católica de Jesucristo, que es el auxilio general de la salvación». «...el Señor confió todos los bienes [omnia bona] de la Nueva Alianza únicamente al Colegio Apostólico presidido por Pedro, para la constitución del único Cuerpo de Cristo en la tierra, al cual es necesario que se incorporen plenamente cuantos ya pertenecen de alguna manera al pueblo de Cristo».

La communio: «Pero quienes ahora nacen y reciben la fe de Cristo en estas comunidades no pueden ser inculpados del pecado de la separación...». «Porque los que creen en Cristo y fueron debidamente bautizados se encuentran en cierta comunión, aunque no perfecta con la Iglesia Católica».
  • La noción de communio aquí empleada es dogmática y no canónica.
  • Según el Concilio, en la Iglesia Católica se encuentra la plena comunión; en las comunidades separadas se da «una cierta comunión, aunque no perfecta»; Dios quiere que los que ya están en alguna comunión lleguen a la comunión plena. Así aparece el dinamismo de la obra ecuménica.
El Bautismo, punto de partida del ecumenismo.
  • «Justificados en el Bautismo por la fe, están incorporados a Cristo, y en consecuencia, llevan con todo derecho el nombre de cristianos...».
c. El ecumenismo como exigencia de la doctrina sobre la unidad de la Iglesia y sobre las comunidades que no están en plena comunión con la Iglesia Católica 

El ecumenismo afecta a todos. Se enumeran varias actividades ecuménicas:

- En primer lugar, eliminar palabras, juicios y obras que no corresponden con verdad y equidad a la situación de los hermanos separados, y que por ello hacen más difíciles las relaciones mutuas con ellos.
- En segundo lugar, el diálogo establecido a nivel de especialistas, que lleva al mutuo conocimiento, a una más amplia colaboración y, en la medida posible, a la oración común. El “apostolado de las conversiones” designa la obra de preparación y reconciliación personal de quienes desean la plena comunión católica. Aunque diferente de la empresa ecuménica, no encierra oposición alguna (ambas proceden del admirable designio de Dios), por lo que no se deben despreciar ni evitar las conversiones individuales al catolicismo.

Principios espirituales y pastorales del ecumenismo (UR 4) Principio de renovación institucional. Principio de santidad personal. Principio de unidad y diversidad. Principio de admiración y edificación. Principio de honor a la verdad completa. Estos últimos dos principios «espirituales» se nutren de la doctrina dogmática católica acerca de la unidad de la Iglesia, que debe ser aceptada con fe (sin fidelidad a la propia confesión de fe no hay ecumenismo sincero), y expuesta con toda claridad.

Principios espirituales y pastorales del ecumenismo (UR 4)
La armónica doctrina contenida en los documentos del Vaticano II ha sido puesta en entredicho por ciertas presentaciones falsas del ecumenismo y de la doctrina católica acerca de la unidad de la Iglesia. La Declaración Mysterium Ecclesiae de la Congregación para la Doctrina de la Fe (24 de junio de 1973), sale al paso de dos errores:
  1. La concepción «federalista». Imaginarse la Iglesia de Cristo como si no fuera más que una suma de iglesias y comunidades eclesiales.
  2. La concepción «escatológica». Afirmar que la Iglesia de Cristo hoy no existe ya verdaderamente en ninguna parte, de tal manera que se la debe considerar como una meta a la cual han de tender todas las iglesias y comunidades.
El ecumenismo como fidelidad a Cristo y como eficacia de la oración de Jesús “ut omnes unum sint”
  • «...única es la Iglesia fundada por Cristo Señor, aun cuando son muchas las comuniones cristianas que se presentan a los hombres como la herencia de Jesucristo (...) como si Cristo mismo estuviera dividido. División que abiertamente repugna a la voluntad de Cristo y es piedra de escándalo para el mundo y obstáculo para la causa de la difusión del Evangelio por todo el mundo» (UR 1).
  • El ecumenismo es fidelidad a Cristo porque las divisiones son contrarias a su voluntad.
  • «Cristo, antes de ofrecerse a sí mismo en el ara de la cruz, como víctima inmaculada, oró al Padre por los creyentes, diciendo: “Que todos sean uno, como Tú, Padre, estás en mi y yo en ti, para que también ellos sean en nosotros, y el mundo crea que Tú me has enviado”...» (UR 2).
  • Cristo mismo ora al Padre en la Última Cena pidiendo la unidad de todos sus discípulos, unidad que será signo ante el mundo de que su misión proviene del Padre. El esfuerzo ecuménico encamina hacia el cumplimiento de la plegaria de Jesús por la unidad de los cristianos.
La práctica del Ecumenismo a la luz de los principios 
  • I. El ecumenismo, dimensión de la vida cristiana de todos los fieles (UR 5) 
  • II. La renovación de la Iglesia a la luz del Evangelio, signo de credibilidad de la acción ecuménica (UR 6) 
  • III. La conversión del corazón y la santidad de vida, raíces del verdadero ecumenismo (UR 7) 
  • IV. La oración común y las formas legítimas de “communicatio in sacris” (UR 8) 
  • V. Formación ecuménica, mutuo conocimiento y colaboración con los demás cris- tianos (UR 9,10 y 12) 
  • VI. Naturaleza teológica del “diálogo ecuménico” (UR 4 y 11)
I. El ecumenismo, dimensión de la vida cristiana de todos los fieles (UR 5)
  • «El empeño por el restablecimiento de la unión corresponde a la Iglesia entera».
  • «Este interés manifiesta la unión fraterna existente ya de alguna manera entre todos los cristianos, y conduce a la plena y perfecta unidad según la bene- volencia de Dios». …La actividad ecuménica no parte de cero, sino que se basa en la unidad parcial ya existente. [Ib., p. 92]
II. La renovación de la Iglesia a la luz del Evangelio, signo de credibilidad de la acción ecuménica (UR 6) 
  • La Iglesia: Como institución humana y terrena, tiene siempre necesidad de reforma.
  • La renovación de la Iglesia consiste esencialmente en un «aumento de la fidelidad de la Iglesia a su propia vocación». Este criterio de fidelidad es el que debe presidir la reforma de costumbres, de disciplina eclesiástica y de la manera de proponer la doctrina («que debe ser cuidadosamente distinguida del mismo depósito de la fe»).
III. La conversión del corazón y la santidad de vida, raíces del verdadero ecumenismo (UR 7)
  • Con el nombre de ecumenismo espiritual designa el Concilio el aspecto de la obra ecuménica que incide más profundamente en la realidad personal del cristiano. Viene descrita en los números 7 y 8 del Decreto. [Ib., p. 93]
  • «No se da verdadero ecumenismo sin conversión interior». Es precisamente este fundamental aspecto del ecumenismo el que se ofrece a los innumerables cristianos en su vida ordinaria, aunque su preparación teológica no les permita participar en llamativas Asambleas, cuya trascendencia real —es decir, a los ojos de Dios— es, tantas veces, menor que la sencilla puesta en práctica de estas palabras del Concilio: «Recuerden todos los fieles católicos que contribuirán —más aún, realizarán— tanto más la unión de los cristianos cuanto más se esfuercen en llevar una vida más pura con arreglo al Evangelio. Cuanto mayor sea su unión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, más limpia y fácilmente podrán acrecentar la mutua fraternidad». [Ib., p. 93]
IV. La oración común y las formas legítimas de “communicatio in sacris” (UR 8) 
  • El Decreto habla de la importancia ecuménica de la oración común pro unitate de los católicos con los hermanos separados, siguiendo las normas del Ordinario del lugar: «La conversión interior y la santidad de vida junto con la oración privada y pública por la unión de los cristianos deben considerarse como el alma de todo el movimiento ecuménico».
V. La renovación de la Iglesia a la luz del Evangelio, signo de credibilidad de la acción ecuménica (UR 6)
  • El Concilio se refiere a la formación ecuménica en el número 10 del Decreto, al hablar de la necesidad de que la Teología y la catequesis sean informadas por auténtico espíritu ecuménico.
  • En la tarea del mutuo conocimiento en Concilio señala dos caminos: Primero, el estudio serio y honrado «de la doctrina y de la historia, de la vida espiritual y cultural, de la psicología religiosa y de la cultura propia de los hermanos separados» (UR 9), y segundo, el diálogo entre los teólogos en pie de igualdad, que es de gran ayuda para el ecumenismo «a condición de que quienes participan en él bajo la vigilancia de los obispos sean realmente peritos» (UR 9). [Ib., p. 94]
  • Respecto a la colaboración con los demás cristianos, se apunta a las posibilidades de acción conjunta en el campo de las obras de caridad, que es un testimonio ante el mundo de los vínculos que nos unen a pesar de las separaciones.
  • Por otra parte, «con esta colaboración, todos los que creen en Cristo pueden aprender fácilmente a conocerse mejor y a apreciarse más unos a otros y a preparar el camino que conduce a la unidad de los cristianos» (UR 12).
VI. El ecumenismo, dimensión de la vida cristiana de todos los fieles (UR 5) 
  • En el número 11, el Concilio da criterio sobre el modo de exponer la doctrina de la fe en los encuentros entre teólogos. Principio primero y fundamental: «Es absolutamente necesario exponer con claridad toda la doctrina. 
  • Nada es tan ajeno al ecumenismo como aquel falso irenismo que desvirtúa la pureza de la doctrina católica y oscurece su sentido cierto y genuino». Por otra parte, el diálogo ecuménico pide un esfuerzo por parte de los teólogos católicos en la exposición profunda de la doctrina, «con un estilo y con unos términos que puedan realmente ser comprendidos por los hermanos separados». Es tarea difícil y delicada que pide más que nunca en el teólogo ciencia y humildad.
  • En este número el Concilio alude al criterio de hierarchia veritatum, es decir, al orden de las verdades de la doctrina católica según su diversa trabazón y relación a los fundamentos de la fe cristiana: es de gran importancia para el modo de exponer la doctrina.
En el número 4 del Decreto, el Concilio motiva a reconocer los bienes de los demás cristianos:
  • «Es necesario, por otra parte, que los católicos reconozcan con gozo y aprecien los bienes verdaderamente cristianos, procedentes del patrimonio común, que se encuentran entre nuestros hermanos separados».
  • Los elementos cristianos deben ser objeto de reconocimiento positivo, corrigiendo la manera heterodoxa en que se han expresado en esas comunidades. A la vez, «no debe olvidarse tampoco que todo lo que la gracia del Espíritu Santo obra en los hermanos separados puede contribuir también a nuestra edificación. Todo lo que es verdaderamente cristiano, jamás se opone a los genuinos bienes de la fe; por el contrario, siempre puede conseguir que se alcance con mayor perfección el misterio mismo de Cristo y de la Iglesia».
  • Esa «edificación» consistirá, por ejemplo, en profundizar elementos que los católicos habíamos comprendido de otra forma, o apreciado menos, o vivido de otro modo que en esas comunidades cristianas, «donde ciertos aspectos del misterio cristiano —dice Juan Pablo II— han estado a veces más eficazmente puestos de relieve» (Ut unum sint 14). «Una de las ventajas del ecumenismo es que ayuda a las comunidades cristianas a descubrir la insondable riqueza de la verdad. El ecumenismo auténtico es una gracia de cara a la verdad» (Ut unum sint 38).



2 comentarios:

  1. Está mu bien.
    muy interesante.
    Muchas gracias
    Nacho

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  2. Un artículo muy enriquecedor, muy bien traído
    Enhorabuena

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