"La oración hace milagros, porque va al centro de la ternura de Dios, que nos quiere como padre" (Francisco)
CLAVES:
- El Papa reanuda las audiencias de los miércoles con algo de público en el patio de San Dámaso
- "Rezar no es algo fácil. Los peores enemigos de la oración están dentro de nosotros"
- "El silencio, la oración, la concentración son ejercicios difíciles, y alguna vez la naturaleza humana se rebela"
- "Los Ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola son un libro de gran sabiduría, que enseña a poner en orden la propia vida"
- "La oración hace milagros, porque va al centro de la ternura de Dios, que nos quiere como padre"
- "Llevad el mensaje del Papa: que rezo por todos y pido rezar por mí. Unidos en la oración"
por José Manuel Vidal
“Contento de retomar estos encuentros cara a cara”, el Papa Francisco aborda “las dificultades para orar” en us catequesis de los miércoles. Porque “rezar no es fácil” y la oración cuenta con enemigos internos y externos, “como la tentación del desánimo, del activismo o la decepción de pensar que no somos escuchados”. Porque la oración es siempre un combate. Para superarlo, nos pueden ayudar los 'Ejercicios espirituales' de San Ignacio de Loyola, “que son un libro de gran sabiduría, que enseña a poner en orden la propia vida”.
Se le ve en su salsa, saludando y bendiciendo. Eso sí, sin acercarse demasiado a la gente, para evitar contagios y observando todas las medidas antipandemia. Recibe pinturas de los niños, bendice rosarios y charla, a veces durante algún minuto, con los fieles. La gente, respetuosa, tampoco trata de tocarlo, como hacía antes, y mantiene cierta distancia pandémica. Habla con fieles, monjas y curas; anima, sonríe, firma ejemplares del libro de Austeen Iverigh y, sobre todo, bendice sin parar y gasta bromas continuamente, haciendo gala de su clásico sentido del humor.
Unas monjas le entregan un par de rosas y las acepta, agradecido. Un cura indio le entrega un gorrito oriental, que se coloca en la cabeza. Otro, le ofrece un capelo blanco, pero el Papa no se lo queda: 'Me sienta mejor el mío'. Y le presentan a varios bebés.
Salmo 10 : “¿Por qué, Señor, te quedas lejos y te esconden en el momento del aprieto. Levántate, Señor, extiende tu mano. No te olvides de los humildes...”
Antes de iniciar la catequesis, el Papa se dirige a la gente, para ratificar que está “contento de retomar estos encuentros cara a cara...Gracias al coraje de monseñor Sapienza (su ayudante). Encontrarles a ustedes, cada uno con su historia personal. Los cuatro hermanitos. Verlos a cada uno, me encanta. Somos hermanos y mirarnos nos ayuda a rezar unos por otros. Gracias por vuestra presencia y vuestra visita. Llevad el mensaje del Papa: que rezo por todos y pido rezar por mí. Unidos en la oración”.
Texto completo de la catequesis papal
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La oración cristiana, como toda la vida cristiana, no es “como dar un paseo”. Ninguno de los grandes oradores que encontramos en la Biblia y en la historia de la Iglesia ha tenido una oración “cómoda”. Ciertamente dona una gran paz, pero a través de un combate interior, a veces duro, que puede acompañar también periodos largos de la vida. Rezar no es algo fácil. Cada vez que queremos hacerlo, enseguida nos vienen a la mente muchas otras actividades, que en ese momento parecen más importantes y más urgentes. Eso me pasa incluso a mí mismo. Casi siempre, después de haber pospuesto la oración, nos damos cuenta de que esas cosas no eran en absoluto esenciales, y que quizá hemos perdido el tiempo. El Enemigo nos engaña así.
Todos los hombres y las mujeres de Dios mencionan no solamente la alegría de la oración, sino también la molestia y la fatiga que puede causar: en algunos momentos es una dura lucha mantener la fe en los tiempos y en las formas de la oración. Algún santo la ha llevado adelante durante años sin sentir ningún gusto, sin percibir la utilidad. El silencio, la oración, la concentración son ejercicios difíciles, y alguna vez la naturaleza humana se rebela. Preferiríamos estar en cualquier otra parte del mundo, pero no ahí, en ese banco de la iglesia rezando. Quien quiere rezar debe recordar que la fe no es fácil, y alguna vez procede en una oscuridad casi total, sin puntos de referencia. Hay momento de la vida de la fe que son oscuros. Algunos santos le llaman la noche oscura, porque no se siente nada.
El Catecismo enumera una larga serie de enemigos de la oración (cfr nn.2726-2728). Algunos dudan de que esta pueda alcanzar verdaderamente al Omnipotente: ¿por qué Dios está en silencio? Ante lo inaprensible de lo divino, otros sospechan que la oración sea una mera operación psicológica; algo que quizá es útil, pero no verdadera ni necesaria: se podría incluso ser practicantes sin ser creyentes. Los peores enemigos de la oración están dentro de nosotros. El Catecismo los llama así: «desaliento ante la sequedad, tristeza de no entregarnos totalmente al Señor, porque tenemos “muchos bienes” (cf Mc10, 22), decepción por no ser escuchados según nuestra propia voluntad; herida de nuestro orgullo que se endurece en nuestra indignidad de pecadores, difícil aceptación de la gratuidad de la oración, etc.» (n. 2728). Se trata claramente de una lista resumen, que podría ser ampliada.
¿Qué hacer en el tiempo de la tentación, cuando todo parece vacilar? Si exploramos la historia de la espiritualidad, notamos enseguida cómo los maestros del alma tenían bien clara la situación que hemos descrito. Para superarla, cada uno de ellos ofreció alguna contribución: una palabra de sabiduría, o una sugerencia para afrontar los tiempos llenos de dificultad. No se trata de teorías elaboradas en la mesa, sino consejos nacidos de la experiencia, que muestran la importancia de resistir y de perseverar en la oración. Sería interesante repasar al menos algunos de estos consejos, porque cada uno merece ser profundizado.
Por ejemplo, los Ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola son un libro de gran sabiduría, que enseña a poner en orden la propia vida. Hace entender que la vocación cristiana es militancia, es decisión de estar bajo la bandera de Jesucristo y no bajo la del diablo, tratando de hacer el bien también cuando se vuelve difícil.
En los tiempos de prueba está bien recordar que no estamos solos, que alguien vela a nuestro lado y nos protege. También San Antonio abad, el fundador del monacato cristiano, en Egipto, afrontó momentos terribles, en los que la oración se transformaba en dura lucha. Su biógrafo San Atanasio, obispo de Alejandría, narra que uno de los peores episodios le sucedió al Santo ermitaño entorno a los treinta y cinco años, mediana edad que para muchos conlleva una crisis. Antonio fue turbado por esa prueba, pero resistió. Cuando finalmente volvió a la serenidad, se dirigió a su Señor con un tono casi de reproche: «¿Dónde estabas? ¿Por qué no viniste enseguida a poner fin a mis sufrimientos?». Y Jesús respondió: «Antonio, yo estaba allí. Pero esperaba verte combatir» (Vida de Antonio, 10). Muchas veces, la oración es un combate.
Recuerdo una cosa que vivé cuando estaba en la otra diócesis. Un matrimonio con una hija con una enfermedad rara. Al final, el médico le dice a la madre: 'Llame a su marido'. Y le dijo al padre: La niña no pasa la noche, no podemos hacer nada. Aquel hombre no iba a misa todos los domingos, pero tenía una fe grande. Salió, cogió el tren e hizo 70 kilómetros hasta la basílica de Luján, la patrona de Argentina. Y allí, cerrada la basílica, se amarró a las verjas de la basílica y pasó toda la noche rezando por su hija, combatiendo. No es un cuento. Lo vi yo mismo. A las 6 se abrió la iglesia y saludó a la Virgen y volvió a casa. Cuando llega a casa, encuentra a su mujer sonriendo. Aquel hombre, luchando con la oración, fue escuchado por la Virgen. La oración hace milagros, porque va al centro de la ternura de Dios, que nos quiere como padre. A veces pedimos la gracia sin lucha, sin fuerza. La oración es una combate.
Jesús siempre está con nosotros: si en un momento de ceguera no logramos ver su presencia, lo lograremos en un futuro. Nos sucederá también a nosotros repetir la misma frase que dijo un día el patriarca Jacob:«¡Así pues, está Yahveh en este lugar y yo no lo sabía!» (Gen28,16). Al final de nuestra vida, mirando hacia atrás, también nosotros podremos decir: “Pensaba que estaba solo, sin embargo no, no lo estaba: Jesús estaba conmigo”. Todo podremos decir esto. Gracias.
Saludo en español
Queridos hermanos y hermanas: Reflexionamos hoy sobre la oración como combate espiritual. Rezar no es sencillo. El silencio, la concentración, la oración son ejercicios difíciles, y a veces la naturaleza humana se rebela. El Catecismo de la Iglesia Católica enumera algunos de los obstáculos para la oración que podemos encontrar fuera o dentro de nosotros mismos, como por ejemplo la tentación del desánimo, del activismo o la decepción de pensar que no somos escuchados.
La experiencia de los grandes orantes nos muestra que la oración no es sólo fuente de consolación y alegría, sino también momentos de lucha, de cansancio y de sequedad. Ninguno de estos personajes tuvo una oración “cómoda”, la paz que alcanzaron llegó a través de un combate interior. Y en ese combate se nos pide decidir —como nos enseña san Ignacio de Loyola—si ponernos bajo la bandera de Jesucristo, es decir, si lo seguimos, amamos y servimos sólo a Él, o si nos dejamos vencer por los engaños del Maligno.
Tengamos la certeza de que cuando rezamos nunca estamos solos y de que, en los tiempos de prueba y oscuridad, cuando parece que todo se desmorona y no hay puntos de referencia, el Señor Jesús, aunque no percibamos su presencia, siempre está a nuestro lado, nos reanima con su gracia, nos sostiene, nos guía y nos protege.
Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Pidamos al Señor que, especialmente en los momentos de aridez, duda y tentación, nos conceda la fuerza del Espíritu Santo para orar con humildad, confianza y perseverancia. Que la Virgen Santa nos ayude con su intercesión maternal para que no nos apartemos nunca de Jesús. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.
FUENTE:
https://www.religiondigital.org/
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