por Ángel Hernández
El X Congreso Trinitario de Granada se celebró del 24 al 26 de noviembre de 2016 bajo el título “Trinidad, Comunión y Unidad, el ecumenismo que viene” en la Facultad de Teología de Granada. Fue una oportunidad eclesial y académica para reflexionar sobre las consecuencias ecuménicas de vivir la fe cristiana desde el encuentro personal con el Dios Trino que nos dirige a la comunión en la vida con otros, más allá de los elementos que nos distinguen y a la unidad y relación con las personas más allá de la diversidad que siempre es riqueza y nunca obstáculo para la relación.
Una de las claves que orientaron el Congreso fue que el ecumenismo ha de superar el nivel exclusivamente académico, pues la Trinidad, más allá de lo conceptual, nos abre a una relación personal y que, en el momento actual, la sangre de los mártires exige de nosotros superar lo confesional, que es adjetivo, y encontrarnos en lo sustantivo que es lo que nos da como cristianos identidad, comunión y unidad. La sangre de Cristo es la que nos exige comunión entre todos y unidad como cuerpo, y es también la sangre de los mártires la que nos dirige a una vivencia de la fe que nos ayude a superar los límites confesionales.
El Congreso ofreció seis ponencias de gran calado teológico y dos mesas redondas centradas en el ecumenismo de la sangre y aportaciones de algunos de los movimientos eclesiales ecuménicos.
Una de las ideas marco que todos pudimos coser en nuestro corazón fue la de Jurgen Moltmann citada por el profesor de la Facultad de Teología de Salamanca y del Instituto Superior de Pastoral de Madrid y Director del Congreso Juan Pablo García Maestro, que dio sentido al subtítulo de las jornadas ‘Ecumenismo que viene’: "El ecumenismo nace, solamente, en donde nos encontramos bajo la cruz de Cristo y nos descubrimos en ambas partes como hermanos bajo la cruz, como hambrientos en nuestra propia pobreza y como prisioneros en nuestro común pecado. Debajo de la cruz no nos veremos clasificados como protestantes, católicos u ortodoxos. Allí serán salvados los sin Dios, perdonados los enemigos, liberados los prisioneros, enriquecidos los pobres y cobrarán esperanza los infelices".
El ecumenismo de la sangre nos abrió a la difícil realidad de la persecución que va más allá de los principios teóricos y nos obliga a abrirnos a lo sustantivo y a la comunión de los elementos que verdaderamente nos unen a todos los cristianos. En la realidad de persecución y martirio no hay lugar para sacar brillo a lo adjetivo confesional, sino que es momento de reconocernos todos, miembros de la misma familia y llamados a una misma meta. Fue conmovedor el testimonio de Mons. Antoine Audo, obispo de Alepo y presidente de Cáritas de Siria, que citando a Pascal nos dijo que "Jesús estará en agonía hasta el fin del mundo. No hay que dormir durante este tiempo’, pues ‘en cuanto cristianos de Oriente Medio, minoritarios y amenazados por toda clase de violencias, pero portadores de las riquezas de nuestra historia cristiana y seguros de la esperanza que no defrauda, tratamos de vivir una doble fidelidad en este lugar tan turbado en el que la divina Providencia nos ha colocado: ¡mediante la conversión a Cristo, tratamos de ser cristianos juntos, y mediante una atención caritativa a nuestro prójimo, deseamos ser ciudadanos juntos!". Recoge perfectamente la actitud y dimensión teológica y vivencial del ‘ecumenismo que viene’: vivir compartiendo y reconociendo en el otro la realidad sustancial cristiana que me hace su hermano y del que puedo enriquecerme de su experiencia cristiana confesional.
El Congreso Trinitario nos dio la oportunidad de mirar a Dios en Cristo por el Espíritu Santo, redescubriendo el sentido ecuménico de la Trinidad, que genera relaciones, aplicando una eclesiología Trinitaria en perspectiva ecuménica que nos llevará a una espiritualidad que nos ayude a confesar la Fe común y a hacerla misión en unidad.
La reflexión del profesor Eloy Bueno de la Fuente al hablar de la unión para la misión sirve de conclusión: "Las Iglesias no pueden refugiarse en sus propias confesiones y vivir en el auto-aislamiento. Deben coexistir porque de otro modo no pueden existir de modo significativo. Deben interactuar, porque en caso contrario no pueden actuar de modo adecuado. Deben compartir sus experiencias y sus recursos pues de otro modo no podrían crecer. Las declaraciones doctrinales consensuadas no conducirán a las Iglesias a una unidad plena y visible y a un testimonio creíble, simplemente las ayudarán ‘a lo largo del camino".
‘El Ecumenismo que viene’ tiene que ver con las relaciones, con el encuentro, con el compartir dones y espacios, que nos ayuden a conocernos, a relacionarnos, a descubrir y enriquecernos con los dones de los otros; "el ecumenismo del futuro será un “ecumenismo ecológico” que buscará la comunión, la unidad y la reconciliación con la más amplia comunidad de las criaturas". La misión de evangelizar no nace en la Iglesia, sino en Dios, por ello, el esfuerzo no lo debemos poner en lo eclesial, en lo confesional. La Iglesia, en la diversidad de confesiones, se ha de colocar bajo la Cruz de Cristo y entender que Dios y la fe no es propiedad de nadie. La respuesta de Dios a la división que encontramos en el mundo que genera mucho sufrimiento y dolor es la entrega de Jesús en la Cruz, por ello, dentro de la Iglesia de Jesucristo debemos alimentar y vivir el ecumenismo de la verdad y la caridad.
Concluyó el Congreso con el concierto de Migueli, cantautor cristiano, que nos lanzó un mensaje de unidad, inclusión e integración y compromiso con la apertura y diálogo ‘al otro’, que siendo diferente, no es adversario, sino riqueza y apoyo.
Gracias a la Orden Trinitaria por permitirnos durante esos tres días el reflexionar, desafiarnos y relacionarnos en torno a la idea de un Dios Trino que crea comunión y unidad.
Ángel Hernández Ayllón, sacerdote católico romano, vicario episcopal de pastoral, delegado de ecumenismo Diócesis Osma-Soria
"la sangre de los mártires exige de nosotros superar lo confesional": no creo que la sangre de los Mártires que la persecución de Lutero y compañía -porque también existió la inquisición protestante, por mucho que se cuiden hoy día de mencionar-, hombres y mujeres que dieron su vida, no por un Cristo al gusto de cada cual, sino por ese Cristo enseñado y predicado por Su única Iglesia, la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana, esté diciendo lo mismo.
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