Liturgia anglicana
Nos gloriamos en tu cruz, oh Señor; tu santa resurrección alabamos y glorificamos; porque por medio de tu cruz gozo ha venido a todo el mundo.
Dios tenga misericordia de nosotros, y nos bendiga; haga resplandecer su rostro, y venga a nosotros.
Que sea conocido en la tierra tu camino, en todas las naciones tu salvación.
Te alaben los pueblos, oh Dios; todos los pueblos te alaben.
Nos gloriamos en tu cruz, oh Señor, tu santa resurrección alabamos y glorificamos; porque por medio de tu cruz gozo ha venido a todo el mundo.
Oh Señor Jesucristo, Hijo del Dios vivo, te suplicamos que pongas tu pasión, tu cruz y tu muerte entre tu juicio y nuestras almas, ahora y en la hora de nuestra muerte. Concede misericordia y gracia a los vivos, perdón y descanso a los difuntos, paz y concordia a tu santa Iglesia, y a nosotros pecadores, la vida y la gloria eternas: tú que vives y reinas con el Padre, en la unidad del Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Liturgia ortodoxa
Salva, Señor, a Tu pueblo y bendice a Tu heredad, concediendo a los cristianos (ortodoxos), la victoria sobre los enemigos y protege por Tu Cruz, a Tu comunidad.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu santo.
¡Tú, que por Tu propia Voluntad, fuiste levantado sobre la Cruz, concede Tu Compasión a Tu pueblo nuevo, llamado por Tu Nombre, Cristo Dios! Alegra Con Tu Poder a nuestros fieles gobernantes (Reyes Creyentes), dándoles victoria sobre sus enemigos; Que les sea Tu Cruz una arma de paz y una victoria invencible.
Ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
¡Tú, que eres Irrechazable, Temible e Intercesora, Madre de Dios Alabadísima! No desprecies, Bondadosa, nuestras súplicas; afirma el estado de los cristianos ortodoxos, salva a los que Tú has llamado para gobernar, y concédales la victoria del Cielo; porque Tú has dado a luz a Dios, ¡Única Bendita!
Apiádate de nosotros, Dios, por Tu Gran Misericordia, Te suplicamos, nos escuches y tengas Piedad. Amén
Liturgia católica
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor; muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme el ver tu cuerpo tan herido;
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, de tal manera,
que aunque no hubiera cielo yo te amara,
y aunque no hubiera infierno te temiera;
No me tienes que dar porque te quiera;
porque aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
(Oración atribuída a San Francisco Javier)
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