ENCUENTRO INTERRELIGIOSO EN LA MEZQUITA CENTRAL DE MADRID
LAS RELIGIONES POR
LA PAZ Y LA ACOGIDA
2 de junio de 2016
El pasado 2 de junio, diferentes tradiciones y entidades religiosas de Madrid se reunían a las 19 h, en la Mezquita Central de dicha ciudad, para un acto interreligioso por la paz y la acogida de los refugiados y migrantes.
El encuentro tenía como objetivo mostrar a la sociedad que más allá de nuestras diferencias, nos une la fuerza de nuestras espiritualidades, las cuales, nos urgen a todos, sea cual sea nuestro credo, a encontrar caminos donde unir nuestras fuerzas hacia metas comunes en favor de la dignidad y los derechos de la humanidad, a trabajar juntos por un mundo más humano, más justo, más equitativo y más fraterno.
Al comenzar el acto, el patio de la Mezquita estaba a rebosar, la respuesta a la convocatoria había sido masiva; ante nuestros ojos, contemplábamos hecho realidad el rostro que soñamos de una humanidad en armonía, plural en razas, pueblos y credos. Hombres y mujeres, jóvenes, ancianos y algunos niños, habían acudido con el deseo de ofrecer a este “nuevo continente de los desplazados”, un gesto de fe, de solidaridad y esperanza de futuro. Las palabras del profeta Joel 2,28 nos vinieron a la mente, lo que contemplaban nuestros ojos no era un sueño, era una realidad.
“Y sucederá que, después de esto, derramaré mi Espíritu sobre toda carne; y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, vuestros ancianos soñarán sueños, vuestros jóvenes verán visiones”.
Los más ancianos, a pesar de sus dificultades de movilidad, estaban allí, en primera fila, ayudando a soñar y a mantener la esperanza a los más jóvenes.
El canto de dos jóvenes de la Mezquita, los hermanos Aiman y Usama Achiri, inició el acto, nos puso en situación, y nos abrió el corazón: Refugiado soy. ¿Quién habla de mí? ¿Quién sabe de mí?
A continuación, el Imán de la Mezquita, Riay Tatary (UCIDE), pronunció unas palabras de saludo: Os doy la bienvenida a esta casa, la casa de todos, dijo, la casa de oración, la casa de la paz y de misericordia.
En nombre de la organización, Evaristo Villar, presbítero de la Iglesia Católica Romana, saludó a los asistentes diciendo: Gracias por haber respondido tan masivamemnte a este acto por la paz y la acogida. Muchas de las tradiciones religiosas presentes en Madrid hemos querido sumarnos a esta propuesta.
Esto es signo de que cuando se trata de las grandes pruebas que afectan a nuestros semejantes, las confesiones religiosas son capaces de aparcar sus diferencias confesionales y unirse para salir juntas a la búsqueda de soluciones comunes para aliviar el dolor humano.
En la primera parte del acto, se hizo una presentación de la realidad expuesta por Ángel Domenech de la Plataforma Evangelio, Justicia y Derechos Sociales y Shaima Sarquini, una joven de la comunidad musulmana. Diferentes imágenes fueron visualizando la dolorosa realidad: Ruta de los Balcanes, concertinas de Ceuta y Melilla, el inmenso ataúd en que se está convirtiendo el Mediterráneo, las guerras, las hambrunas, persecuciones religiosas… Y ante tanto dolor, la Europa de los derechos humanos, mientras tanto, levanta alambradas y fronteras para librarse de los refugiados y migrantes.
Dos jóvenes de la Comunidad Baha’i cerraron este momento con el canto de El color de tu corazón. No quisieron ver más allá del color de tu piel, no quisieron ver el color de tu corazón…
A continuación, mediante un diálogo ágil, a la vez que incisivo y claro, tres personas presentaron las causas de esta dramática situación:
Desastres naturales, pobreza estructural, mafias por la explotación de los recursos naturales, estallidos de violencia étnica, déficit de gobernanza en la sociedad internacional, prejuicios ideológicos y religiosos, expansión de los fundamentalismos, el miedo, la xenófoba e islamofobia, todo ello, junto a las barreras y muros que se continúan levantando entre los países, nos impide percibir a la humanidad como una y única. Ante esto, dijeron, la hospitalidad puede ser una solución. Una sociedad hospitalaria es una sociedad que no deja fuera a ninguno de sus miembros. A fin de cuentas, terminaron diciendo los presentadores, “somos nosotros, tú y yo, los que, asumiendo el deber de acoger, decidimos el futuro de esta parte de la humanidad”.
Los dos jóvenes musulmanes concluyeron este apartado con una canción en su propia lengua a través de la cual expresaron los sentimientos que experimenta un refugiado cuando abandona su país, y le gritan que lo olvide para siempre.
Un momento importante del acto fue el que se llamó “Mea culpa de las religiones”.
Los convocantes considerábamos que no se podía condenar hoy la violencia generada por algunos grupos fundamentalistas religiosos, sin reconocer que los seguidores de las diferentes religiones, en distintos momentos de la historia, distorsionamos también el mensaje profético y de bondad que estas encierran, y fuimos también fuente de división y conflicto.
“La religión mal entendida y mal vivida, el miedo y el rechazo a lo desconocido, los prejuicios y la soberbia de creerse dueño y poseedor de la única verdad, nos han llevado, a veces, a ver en ese “otro” diferente a nosotros, un enemigo y no un hermano.
Las religiones contribuyen a transformar el interior del ser humano, ayudándole a superar su egoísmo y sus rencores, a perdonar, a asemejarse más al Dios compasivo y misericordioso. A pesar de nuestros errores pasados, hoy tenemos en nuestras manos la oportunidad de vencer las barreras que nos impiden acercarnos al otro, conocerle y acogerle tal como es. El camino es el diálogo, la escucha y el conocimiento mutuo.
Somos parte de una misma familia humana, que tiene su riqueza en su diversidad y pluralidad. Unidos, podemos superar prejuicios, y convivir pacíficamente. Es nuestra responsabilidad y nuestro deseo trabajar por ello.
El maestro Neyzen, Hamza Castro, con su flauta ney y su música sufí, supo crear el clima adecuado para acoger e interiorizar todo lo vivido hasta ese momento.
En la segunda parte del acto, se dio voz a ocho de las tradiciones religiosas presentes en la asamblea, para que transmitieran, desde sus convicciones y espiritualidad un mensaje de acogida y de paz.
Carlos Jesús Delgado, vicepresidente de la Comisión diocesana de Justicia y Paz del arzobispado de Madrid de la Iglesia Católica Romana, presentó este momento como el fruto del largo, laborioso y, a la vez, hermoso recorrido realizado en la preparación del acto.
Durante la lectura de los testimonios, el maestro Hamza Castro interpretó con su flauta diferentes melodías sufíes.
Testimonios:
Riay Tatary
Imam y Presidente de la Unión de Comunidades Islámicas de España (UCIDE).
La acogida y la paz, dijo, están muy arraigadas en el Islam. La acogida proviene de dos virtudes más profundas: la clemencia y la misericordia. Todos los capítulos del Islam comienzan diciendo: “En el nombre de Dios, el Clemente y Misericordioso…”
Lo que caracteriza al ser humano es la capacidad de clemencia y misericordia, que le permiten acoger al otro, y tratarle humanamente. Si esto no se vive así, es que estamos perdiendo una dimensión de incalculable valor en nuestra vida. El Islam para los musulmanes es paz. El saludo del musulmán es: La paz sea contigo, a lo que se responde: Contigo sea la paz.
La raza humana, concluyó Tatary, es una familia. Los que están creando estos conflictos no han entendido ni la misericordia ni la paz. La paz ha de estar vigente en nuestros corazones para poder ser transmitida. “Oh, Dios, tú eres la paz, tú eres poseedor de la majestuosidad y la gloria”.
José Luis Segovia
Vicario episcopal de Pastoral Social e Innovación, del arzobispado de Madrid de la Iglesia Católica Romana.
Comenzó diciendo: Las religiones, rectamente vividas, reclaman, de por sí, una actitud de descentramiento y radical apertura a lo diferente, y de acogida a la alteridad más absoluta. Constituyen un apremiante llamamiento a la compasión. En el ADN del hecho religioso, está el que ningún sufrimiento humano puede sernos ajeno. La fe en Dios, garante incondicionado de fraternidad universal, lejos de blindarnos el corazón, nos regala la certeza de que constitutivamente somos don, creaturas suyas, hechura de su designio amoroso, ámbito apasionante de libertad, y apremiante convocatoria para transformar la realidad según su sueño de justicia y de paz.
La Iglesia Católica quiere ser, en fidelidad al Evangelio de Jesucristo, la mano siempre tendida, abierta, que se acerca al dolor ajeno de parte del buen Dios, el creador amoroso del cosmos, el que nos sobrevuela con infinita ternura, el que alimenta nuestro anhelo insobornable de justicia. Para nuestra tradición religiosa, Dios se ha volcado plenamente en Jesucristo y en su proyecto de felicidad para la humanidad. En él, descubrimos una radical apuesta por la vida, el cobijo más seguro de una inviolable dignidad, que se enloda con la violencia, la guerra, el terrorismo, el fundamentalismo o la desigualdad. En él se funda nuestra pasión por la libertad frente a toda coacción, y frente a la miseria. La fe nos enseña que el amor es más fuerte que la muerte, que la fraternidad rompe muros y tiende puentes; que no podemos pasar de largo ante el caído y apaleado en el camino.
En el nombre de Dios, el Altísimo, el Compasivo, paremos todas las guerras; no convirtamos Europa en una fortaleza cerrada y asfixiante. Queremos que los gobiernos de la UE, y en particular el español, miren a los ojos de las personas que piden asilo y refugio, cumplan con holgura los compromisos internacionales, eleven los estándares de protección efectiva, y apuesten de una vez generosamente por la acogida y la solidaridad.
La Iglesia Católica de nuestra diócesis de Madrid, de manera unánime, pide que se faciliten a los refugiados corredores humanitarios hacia nuestro país, para impedir el abuso de las mafias sobre las personas vulnerables y, asimismo, que se replantee el acuerdo firmado con Turquía, que contiene la contraproducente pretensión de externalizar los problemas. Las personas desplazadas, los migrantes y refugiados son para nosotros el rostro doliente de Cristo.
Que el Dios de la paz, que nos habrá de juzgar desde la ética del cuidado y la hospitalidad, nos ayude a todos a ser justos y compasivos como es él. Que su fuerza y coraje nos regalen la audacia que reclama este singular momento de la historia.
Pastor Ricardo Moraleja
Iglesia Evangélica Española (IEE)
Hoy, al igual que ayer, las fronteras no han dejado de ser, en demasiadas ocasiones, lugares de dolor y muerte, porque las políticas que los Estados ponen en marcha para su autoprotección conducen, en muchas ocasiones, a la vulneración de los derechos humanos. Y, ante situaciones vergonzosas de las que somos testigos, no podemos ni debemos girar la cabeza, y mirar hacia otro lugar. Nuestra voz es, quizás, como un pequeño susurro en medio de un mundo turbulento, pero es una voz comprometida que clama por la justicia y la paz conjuntamente, porque la una no es posible sin la otra.
A los cristianos, la Biblia nos enseña a no hacer distinción entre las personas, por lo tanto, tampoco con el extranjero, porque él también es nuestro prójimo, y es de justicia atender a sus problemas. Por ese motivo, las Iglesias protestantes están trabajando en toda Europa en la acogida de personas que buscan asilo huyendo de la guerra y la miseria. En el ámbito ecuménico e interreligioso, estamos actuando ante las instituciones europeas, y, con CEAR, hemos denunciado la injusticia que supone el acuerdo que la Unión Europea ha firmado con Turquía para la devolución de refugiados.
La actual crisis de personas refugiadas, nos tiene que hacer tomar conciencia de que la movilidad de personas, no solo a causa de la guerra, va a seguir marcando el futuro de la vieja Europa, y es justamente aquí donde emerge y encuentra su lugar la tradición de la hospitalidad, alentada, en nuestro caso, desde las raíces de la fe, y desde la sabiduría de los textos sagrados de las tradiciones religiosas.
La hospitalidad, dijo para concluir Ricardo Moraleda, es un valor humano proclamado, defendido y practicado por cada una de las religiones aquí representadas. Es un valor que no ha dejado de resplandecer — siempre sereno, humilde y pequeño— en numerosas prácticas de personas y comunidades que abren sus casas y sus vidas al extranjero. Y así deberá seguir siendo de ahora en adelante, porque la suma de pequeñas acciones es lo que transforma el mundo.
Yeal Cobano
Comunidad Judía Reformista de Madrid.
Yael comenzó diciendo: Cuando los refugiados están llamando a las puertas de la libertad, ¿qué aprendemos acerca de los orígenes de nuestros antepasados?
Aprendemos, en nuestra Torá, que eran extranjeros en una nueva tierra.
Abraham, Sara, Lot, y Rebeca dejan Mesopotamia para establecerse en la tierra de Canaán. Jacob, huyendo de las amenazas de muerte de su hermano Esaú deja Canaán por Mesopotamia. Su hijo José es vendido como esclavo, y llevado a Egipto. Más tarde, Jacob y sus hijos deben abandonar la tierra de Canaán debido al hambre, y se establecen en Egipto.
Es en ese momento de la historia en el que localizamos el nacimiento del pueblo hebreo, y, así, recordamos que fuimos extranjeros y, luego, esclavos en la tierra de Egipto. Avadim hayinu. Por eso, no oprimirás al extranjero, porque vosotros conocéis los sentimientos del extranjero, ya que vosotros también fuisteis extranjeros en la tierra de Egipto. (Éxodo 23, 9)
Como resultado de la experiencia de ser un extranjero oprimido, la tradición bíblica enseña a las futuras generaciones de judíos a mostrar empatía, compasión y solidaridad con los que viven en los márgenes de la sociedad.
El recuerdo del sufrimiento de nuestro pasado sirvió para establecer las bases del imperativo ético de acoger al otro: “Cuando el extranjero habite con vosotros en vuestra tierra, no lo oprimiréis. Como a uno de vosotros trataréis al extranjero que habite entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo, porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto”. (Levítico 19, 33-34)
Hoy en día, a excepción de Alemania, muchos países europeos no solo están cerrando sus fronteras a los refugiados, sino que algunos de sus líderes políticos están haciendo un discurso de rechazo y odio.
Los ciudadanos judíos de Europa tienen una responsabilidad histórica y moral que es la de proclamar alto y claro que "damos la bienvenida al extranjero entre nosotros, porque sabemos lo que se siente cuando se es extranjero y perseguido".
Como ha dicho el Congreso Mundial Judío, Europa necesita actuar unida hacia más responsabilidad. Nuestra respuesta no puede ser la de cerrar las puertas; esto, no solo no funciona, sino que es inmoral.
Avelina Frías Velázquez
Co-directora del Centro Budismo Shambhala de Madrid.
Avelina introdujo su testimonio con unos versos del monje budista Thich Nhat Hahn, que habla de su experiencia como refugiado: No digas que partiré mañana porque todavía estoy llegando…
En Shambhala, sostenemos una fuerte convicción en la bondad fundamental de cada ser humano y de la sociedad. Esa bondad fundamental está disponible para cada uno de nosotros y para nuestra sociedad en cada instante, pues no es otra cosa que el reconocimiento de la dignidad intrínseca que nos pertenece, por ser quienes somos, y que va más allá de cualquier concepto del bien y del mal. No hace falta que luchemos por nuestra dignidad, nos pertenece, nos hace valiosos, y nada ni nadie nos la puede arrebatar.
Este momento histórico que vivimos es duro, pero también es una gran oportunidad para que cada uno de nosotros reconozcamos este principio humano, y seamos capaces de mover nuestros corazones hacia la transformación de la realidad.
Soy mujer, soy joven, soy emprendedora, soy expatriada, soy refugiada, soy humana, soy cada uno de vosotros, dijo Avelina, y concluyó su testimonio con las palabras del poeta Thich Nhat Hahn: Por favor, llámame por mis verdaderos nombres para que pueda despertar y quede abierta la puerta de mi corazón, la puerta de la compasión.
Yoel Yerra
Asociación para la consciencia de Krishna.
Buenas tardes, estimados representantes y practicantes de las diferentes comunidades religiosas. Es para mí un gran honor haber sido invitado a este acto, y un enorme placer compartir, junto a personas tan sinceras, el deseo de mejorar este mundo en el que vivimos.
El tema de la migración y los refugiados, ya sea por causas económicas, políticas o bélicas, no es fácil de tratar porque tiene muchas aristas e implicaciones.
Creo que es un hecho aceptado por todos los aquí presentes que la vida es algo sagrado, y que todos, más allá de su credo, raza o nacionalidad, tenemos los mismos derechos para vivir en este planeta que nos ha facilitado Dios. Sin embargo, dijo, se estima que, en España, el 47% de la población desea que disminuya el número de inmigrantes porque creen que son una carga para el país. Esto nos desvela que el problema no está solamente en las altas cúpulas de los gobiernos. Las personas de a pie, por el hecho de vivir en un país desarrollado, y no tener experiencia directa de lo que está sucediendo fuera de la sociedad europea, cierran sus ojos a los problemas de esta pobre gente, y bloquean las puertas de su corazón cerrándolas a los más altos valores del ser humano.
Por último, concluyó Yoel, aunque los aquí presentes no tenemos en nuestras manos poder para abrir las fronteras, y acoger a todas estas personas que están huyendo de la guerra, la desgracia y la desesperación, tenemos nuestra palabra y la posibilidad y el deber de usarla para instruir y educar a los que nos rodean en los más altos valores humanos y espirituales que no entienden de credos, género o nacionalidad, sino que nos hablan de la verdadera esencia del alma: el amor incondicional a Dios, y nuestra condición inherente de ser servidores de toda la humanidad.
Nuria Vahdat Owrang
Comunidad Baha’i de España
Entendemos que la paz y la resolución de conflictos son dos ámbitos en que la religión debería intentar incidir. El papel de la religión para el avance social es un tema cada vez más apremiante ante un mundo que anhela alcanzar la paz.
Creemos, dijo Nuria, que la religión posee poderes inherentes para afrontar los retos contemporáneos. La premisa de la que parte la perspectiva bahá’í es que la religión tiene una función social, y que puede y debe convertirse en fuente de armonía y hermandad. Sin embargo, se requiere un nuevo entendimiento de su naturaleza y de su función social.
Una de las contribuciones más necesarias que las religiones deben realizar en estos momentos es la de fomentar y ayudar a la superación del prejuicio religioso y el fanatismo.
Ha habido muchos esfuerzos en esta dirección, entre ellos, la creación de múltiples espacios de diálogo interreligioso, aunque necesitamos ir más allá, para que no solo la gente de diferentes creencias se sienta feliz por la compañía del otro, sino que analice cómo la religión puede desactivar los fundamentalismos, y desarrolle en colaboración una visión y un plan de actuación común.
"Mientras la humanidad no esté real y firmemente unida, no le será posible conseguir bienestar, paz y seguridad”.
"El propósito fundamental que anima la fe en Dios y la religión es proteger los intereses de la raza humana, promover su unidad, y estimular el espíritu de amor y fraternidad entre los hombres".
Me despido, dijo Nuria, con el deseo de que la humanidad llegue a considerarse como un todo, como un individuo, en el que, cuando un miembro de su cuerpo sienta dolor, o sufra una lesión, inevitablemente, en consecuencia, el sufrimiento sea compartido por todo el resto.
Pastor Alejandro Medel
Iglesia de la Comunidad Metropolitana (ICM)
Para los cristianos, acoger sin fronteras, desde la opción de actuar como lo hizo Jesús, nos plantea, dijo Alejandro, la pregunta de saber si a través de los dos mil años de cristianismo hemos actuado como él.
¡Cuántas veces con nuestra actitud de rechazo hemos truncado esa buena disposición inicial! Estar abiertos a los demás es aceptar a todos como son, no solo acoger a los que siguen mis consignas, piensan y sienten como yo.
La acogida, entendida desde la fe, se encuentra dentro de la acción de cada persona.
Para los cristianos, hacer nuestro el espíritu de Jesús es caminar por la vida con el corazón y los brazos siempre abiertos, estar siempre alerta a los pequeños signos, acoger a todo el que venga con buena voluntad, aunque no piense como nosotros. Estar siempre dispuestos al diálogo y no a la imposición. Descubrir que lo más importante es la persona, y no el color de su piel, el idioma que hable, su afectividad, o la religión que profese.
No olvidemos que vivimos en un país donde aún hoy en día, se agrede a hombres y mujeres de colectivos minoritarios por ser “diferentes” y donde otros muchos han tenido que marcharse fuera de nuestras fronteras por motivo de la crisis que vivimos. No sabemos acoger al “diferente”, no nos paramos a escucharle y a descubrirle.
La Idea que me gustaría proponer en esta tarde, dijo Alejandro Medel, es la de acoger sin fronteras, más allá de la religión, de los prejuicios preestablecidos y casi plastificados, en donde nos atascamos y confundimos. Debemos poner en marcha nuestra acción desde la fe, para que nos ayude a acoger al prójimo en la simplicidad y la riqueza, desde la vulnerabilidad y la fuerza. Una acción desde la fe que nos aporte y que no nos limite, una acción desde la fe que nos permita llevar a cabo nuestra misión y propósito en la vida. No estoy hablando exclusivamente de religión, estoy hablando desde la humildad de reconocer que existen muchas cosas que no somos capaces de entender desde la razón, pero que sí pueden ser comprendidas desde un corazón que nos invita a confiar.
A continuación, representantes de todas las tradiciones religiosas presentes en el acto, compartieron un gesto común por la Paz que consistió en la construcción de una gran paloma elaborada con las piezas de un puzle.
Este gesto finalizó con el Himno de la Alegría cantado por todos, en el que el estribillo resonaba con fuerza y esperanza en medio de nosotros a una sola voz: Ven, canta, sueña cantando, vive soñando el nuevo sol, en que los hombres volverán a ser hermanos.
Al finalizar el acto, Evaristo Villar recordó las palabras de Albert Einstein: Cuando me preguntaron sobre algún arma capaz de contrarrestar el poder de la bomba atómica, yo sugerí la mejor de todas: La paz.
Por último, se dio lectura al manifiesto RELIGIONES POR LA ACOGIDA Y LA PAZ ─que adjuntamos─, fruto del cuidadoso camino de preparación de este encuentro, realizado entre todos, y firmado por 18 tradiciones y entidades religiosas.
Reunidos como personas de fe y de convicciones religiosas, pertenecientes a distintas tradiciones con presencia en Madrid, nos pronunciamos a favor de una acogida digna de las personas solicitantes de asilo que huyen de la persecución religiosa, el hambre y de la guerra. Nos pronunciamos a favor del cumplimiento europeo de sus compromisos con los derechos fundamentales y de la realización inmediata de la relocalización de refugiados desde tierras de Grecia e Italia. Nos pronunciamos a favor del cumplimiento de los compromisos de reasentamiento de la Ley española de Asilo, especialmente para personas vulnerables.
Rechazamos la idea extendida de hablar de una crisis de refugiados, cuando lo que no estamos cumpliendo es la solidaridad y la justicia, requeridas por nuestros compromisos internacionales como españoles y europeos. Nos encontramos ante una crisis de solidaridad. Numerosos municipios, personas individuales y comunidades de fe han puesto a disposición sus hogares y plazas de acogida, que se encuentran vacías mientras el Estado sigue sin gestionar la llegada a nuestro país de las personas que necesitan protección y refugio.
Rechazamos el acuerdo suscrito con Turquía por parte de la Unión Europea, que entró en vigor el pasado 20 de marzo, como estrategia para negar el derecho de asilo a las personas que huyen de la guerra. El citado acuerdo se basa en la afirmación de que Turquía puede ser considerada país seguro. La determinación de dicho estado como país seguro y las devoluciones masivas de personas solicitantes de asilo no están amparadas por la legislación internacional ni corresponden a los tratados suscritos por la Unión Europea en materia de asilo y refugio.
Consideramos un atentado contra los derechos fundamentales la aplicación de políticas contrarias a nuestra legislación y al derecho internacional, como la devolución de personas o la detención de solicitantes de asilo, mientras que los acuerdos de relocalización y reasentamiento se prolongan en el tiempo sin soluciones efectivas a las necesidades de las familias refugiadas entre las que numerosos niños se encuentran en situación de vulnerabilidad.
Como comunidades de fe y convicciones religiosas, consideramos que esta crisis de solidaridad constituye un gravísimo atentado contra los derechos humanos y es contraria a las enseñanzas que profesamos en favor de una humanidad comprometida con los necesitados, responsable de la justicia y de la paz, y favorecedora de la cultura de la hospitalidad.
Apoyamos con rotundidad iniciativas en el Estado español que faciliten el paso seguro de inmigrantes a través del Mediterráneo, como los corredores humanitarios, evitando las mafias que trafican con la vida humana y desarrollando la colaboración con las entidades locales, tal y como se está realizando en Italia gracias a comunidades cristianas.
El compromiso de nuestra fe y enseñanzas proféticas nos llaman a reaccionar contra lo que consideramos una falta de humanidad y de justicia. Estamos comprometidos con la paz y rechazamos toda forma de violencia, en particular la de las guerras y el terrorismo, por eso, condenamos categóricamente la justificación de la violencia en nombre de Dios por ser contraria a la naturaleza de Dios y a todo acto verdaderamente religioso. Nuestro camino es la reconciliación y reclamamos de nuestros gobiernos el compromiso de abordar los conflictos bélicos y resolverlos de forma pacífica y duradera. Será la mejor manera de evitar que haya personas que tengan que huir de sus casas y de sus países.
Es cierto que a lo largo de la historia, en numerosas ocasiones, algunos miembros de las distintas religiones no hemos sabido resolver o evitar los conflictos bélicos. En nombre de la religión se han justificado guerras y barbaries, se han fomentado odios o simplemente no se ha hecho lo necesario por evitar tales conflictos. Pero no es menos verdad que los valores sobre la familia humana y la dignidad de todas las personas también tienen una inspiración religiosa. Desde las religiones hemos contribuido en muchas ocasiones a la reconciliación y a la paz, siendo mediadores a través del diálogo y acciones conjuntas. Unidos, hombres y mujeres de todos los credos religiosos, experimentamos que nuestra fe es un motor imparable para superar los prejuicios y convivir pacíficamente. Encontramos en la religión la fuerza para promover una cultura de la acogida y la hospitalidad, de la mediación, el diálogo y la reconciliación, en la que la paz sea el fruto perenne de una justicia que anhelamos junto con todas las personas de buena voluntad que sueñan para sus descendientes un mundo mejor.
FIRMANTES DE LA DECLARACIÓN:
- Comisión Islámica de España (UCIDE)
- Comunidad Bahá’í de España
- Comunidad Judía Reformista de Madrid
- Iglesia de la Comunidad Metropolitana
- Iglesia Evangélica Española (IEE)
- Iglesia Siria Ortodoxa
- Vicaría de Pastoral Social del Arzobispado de Madrid de la Iglesia Católica Romana
- Asociación para la Conciencia de Krishna (Hare Krishna)
- Centro Budista Shambhala de Madrid
Otros grupos y asociaciones:
- Asociación Arco Forum
- Asociación Ecuménica Internacional (IEF)
- Asociación Éxodo para la transformación social
- Comisión diocesana de Justicia y Paz, Arzobispado de Madrid de la Iglesia Católica Romana
- Comunidad de Sant‘Egidio
- Cristianas y cristianos de base de Madrid
- Movimiento de los Focolares
- Plataforma Evangelio, Justicia y Derechos Sociales
- Redes Cristianas
Inmaculada González Villa
Presidenta de la Asociación Ecuménica Internacional
Gracias Inmaculada por tu maravillosa crónica.
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