Dos preguntas para hacernos precisamente en estos días, que en realidad, como decimos es una: ¿A quién esperas en tu vida que sea el Tu que necesita el yo?
Esperanza en el sentido de que sea una realidad lo que deseamos y que sea una esperanza digna de confianza, porque ofrece seguridad. Una esperanza creíble, fidedigna, sin error, una esperanza fiable como dice Benedicto XVI.
Aunque muchos esperen un “hacedor de milagros”, y más en la situación concreta en que estamos, lo que el hombre necesita y desea en su corazón y en su razón, no es un “hacedor de milagros”. A “quién” realmente necesitamos y esperamos es a Alguien que produzca en nosotras unas admiraciones, unos “Oh”, un asombro, un estupor, una conmoción. Alguien que responda a nuestras necesidades e inquietudes, a nuestros anhelos más profundos. Alguien que nos conmueva hasta lo más profundo de nuestro ser, Alguien con quien necesitamos encontrarnos de tal manera que de un nuevo horizonte a la vida, y con ello, una orientación decisiva (Benedicto XVI).
Pues esas admiraciones que brotan del corazón como consecuencia de la plenitud que se admira porque colma nuestras necesidades, del asombro que produce tanta inmensidad, tanta belleza y verdad, tanto bien y justicia, son las antífonas de Adviento. El Adviento ese tiempo preñado, embarazado, de esperanza y realidad, de preparación de cada hogar, de cada comunidad, de cada parroquia, con una corona con cuatro velas, una por cada domingo de adviento. Cuatro velas que significan la necesidad de iluminar nuestra vida con el amor, la paz, la tolerancia, la fe.
Las antífonas son eses brevísimos pasajes, tomados por lo común de la Sagrada Escritura que se cantan o rezan antes o después de los salmos y de los cánticos en las horas litúrgicas. Por ejemplo en los laudes, en las vísperas, en las completas. Hacen referencia a lo que se ora y se celebra precisamente ese día. Nosotros hoy pensamos concretamente en las antífonas de Adviento, también conocidas como Antífonas Mayores, o antífonas O, porque todas comienzas así y se rezan en la oración de vísperas desde el 17 hasta el 23 de diciembre. Son la admiración que brota, el eco, de las profecías de los profetas, concretadas en las palabras de Isaías.
No es un hacedor de milagros lo que realmente se necesita y tiene que esperarse. Así lo dice Jesucristo al pueblo judío, a los escribas y fariseos. No se manifestó como un exhibicionista hacedor de hechos portentosos. Lo más grande que ha acontecido en la historia de la humanidad ha sido la encarnación, y la resurrección de Cristo, su Presencia real y continua en la Eucaristía, y esto no ocurre de manera exhibicionista, propagandística, como una gran operación de marketing, como algo que se lanza al gran público. Eso se siente clarísimo en las antífonas, en las exclamaciones que brotan al hombre que espera la verdad, la justicia, la plenitud o al que se ha encontrado con Cristo.
Cada antífona es uno de los nombres de Cristo. De sus atributos mencionados en la Escritura, de sus títulos mesiánicos tomados del Antiguo Testamento, como hemos dicho. Pero eso sí, entendidos con la plenitud del Nuevo Testamento. Son las aclamaciones, no se si decir los ¡vivas¡ que brotan espontáneos del que esta presente ante alguien que le conmueve, el reconocimiento admirado de todo lo que representa para nosotros: Oh Sabiduría Palabra de Dios, Oh Adonai Señor poderoso, Oh Raíz de Jesé renuevo de Jesé (padre de David), Oh Llave de David que abre y cierra, Oh Amanecer oriente, sol, luz, Oh Rey de las naciones, rey de paz, Oh Emmanuel, Dios con nosotros. Y terminan todas con la misma súplica que solo tiene sentido si brota desde lo más profundo de nosotros mismos: ven y no tardes más.
Una curiosidad se empieza con Oh Sabiduría que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín y ordenándolo todo con firmeza y suavidad, ¡ven y muéstranos el camino de la salvación. y se acaba con Oh Emmanuel, Rey y Legislador nuestro, esperanza de las naciones y salvador de los pueblos, ven a salvarnos, Señor Dios nuestro. La última se dice la víspera de nochebuena, o sea el día 23. Pues la letras iniciales de estas antífonas, (de las palabras en latín): Sapientia, Adonai, Radix, Clavis, Oriens, Rex, Emmanuel, tomadas desde la última, la “E”, el compendio de todas, Emmanuel: Dios con nosotros, forman dos palabras, un ingenioso acróstico, ERO CRAS, estaré con vosotros, que es como la respuesta atenta del Divino Emmanuel a nuestros llamamientos de los días anteriores.
Y se rezan en las Vísperas, antes y después del Magnificat, el cántico de María. ¡qué maravilla es la liturgia¡ ¡Qué falta de luz tienen los que no saben vivirlo y gozarlo, y tomar fuerza de ella¡
Publicado en religiondigital.com
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