Todos juntos
Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

jueves, 27 de noviembre de 2025

ADVIENTO, TIEMPO DE ESPERANZA

Adviento: Un canto de Esperanza


por Carmen Herrero

Con el Adviento, amanece la esperanza en el horizonte, en el corazón de todo creyente; porque de los cielos llueve el rocío de la justicia, de la paz y el amor. «En Adviento, esperamos un acontecimiento que ocurre en la historia y al mismo tiempo la trasciende» (San Juan Pablo II).

El Adviento es una espera esperanzada en la venida del Hijo de Dios, el Emmanuel. Adviento es un canto de esperanza y de confianza en AQUEL que viene. El Señor llega, pero todavía no. Hemos de esperar hasta el día de Navidad, día de su encarnación en el mundo. ¡Él es nuestra esperanza! Pablo nos dice: “Pongamos nuestra esperanza en el Dios vivo” (1Tm 4, 10). El Adviento es un canto maravilloso de esperanza, pero tal vez, primero, tengamos que preguntarnos: ¿qué es la esperanza para mí? Y ¿qué es lo que espero? Y, ¿a quién espero? «Esperar significa e implica un corazón humilde, pobre. Solo un pobre sabe esperar. Quien está lleno de sí y de sus bienes, no sabe poner la confianza en ningún otro sino en sí mismo» (Papa Francisco).

Digamos que la esperanza es algo constitutivo al ser humano, porque sin ella la vida sería difícil y pereceríamos en el abismo. Toda persona, tiene un rayo de esperanza en que mañana será mejor. La esperanza es vital, todos necesitamos tener el aliento de la esperanza que nos anime en nuestra vida diaria, para caminar hacia un futuro mejor, más luminoso y fraterno. La esperanza está inscrita en las entrañas del ser humano. Si nos remontamos a los tiempos bíblicos, vemos cómo nuestros Padres en la fe, creyeron, contra toda esperanza en la Promesa de la Alianza. Por esto, se han convertido, para nosotros, en nuestros Padres en la fe, en testigos vivos de la confianza puesta en AQUEL que va a venir, el Mesías, el anunciado por los profetas, el esperado de los tiempos. Ellos no alcanzaron a ver lo que nosotros hemos visto y tocado: El Verbo hecho carne. “Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad (Jn 1, 14).

La espera y la esperanza van unidas. Yo espero porque tengo esperanza y tengo esperanza porque soy capaz de seguir esperando contra toda esperanza. Si perdemos la capacidad de esperar, peligra la esperanza. ¿No será este el problema de la sociedad de nuestros días? Se ha perdido la capacidad de espera, y con ello también la esperanza; porque todo se ha de conseguir inmediatamente, al instante. Actualmente, todo es instantáneo, para ello basta pulsar un botón en una máquina y al momento tienes lo que has pedido, ¡ya estás servido! En nuestra sociedad, la capacidad de espera no se ejercita, pues ante la espera en seguida viene la protesta, la impaciencia, los nervios y la agresividad. Nadie puede esperar a nadie. Sin embargo, la espera es muy necesaria, ella va unida a la paciencia, otra virtud muy ausente en la sociedad y, a su vez, tan necesaria en la vida. “La paciencia todo lo alcanza” dirá Teresa de Jesús. De esta falta de paciencia se deduce la poca capacidad de espera que, en general, tenemos. Si se pierde la espera y esperanza, tanto a nivel personal como social, se corre el riesgo de romperse, de hacerse añicos. Y una vez “rotos”, hechos “trizas”, resulta difícil reconstruir a la persona y caminar unificados para afrontar la realidad de nuestra vida diaria con las dificultades que, en general, ello conlleva. La escucha de la Palabra, la celebración litúrgica y la oración personal, a lo largo de las cuatro semanas de Adviento, pueden ayudarnos a reavivar y renovar en nosotros la esperanza cristiana, así como la paciencia, la calma y la unidad interior.

La falta de esperanza es una de las causas por la que nuestra sociedad sufre tanto desencanto, viviendo sumergida en tantos sucedáneos que no provocan sino desequilibrio psicológico y adicciones, buscando recompensas efímeras de todo tipo; sin encontrar razones fundamentales que le den sentido para vivir desde el gozo y la paz que dan la fe y la esperanza puesta en Dios. “Los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, echan alas como las águilas, corren sin cansarse, marchan sin fatigarse” (Is 11,30).

Desde una perspectiva cristiana, creer en Jesús es descubrir y vivir en él la esperanza, en el aquí y ahora; y luego, contemplarlo en plenitud, cara a cara, viviendo en su PRESENCIA. Si el cristiano pierde la esperanza, de alguna manera pierde su propia identidad. El cristiano es aquel que espera contra toda esperanza. “Necesitamos tener esperanzas ‒más grandes o más pequeñas‒, que día a día nos mantengan en camino. Pero sin la gran esperanza que ha de superar todo lo demás, aquellas no bastan. Esta gran esperanza sólo puede ser Dios, que abraza el universo y que nos puede proponer y dar lo que nosotros por sí solos no podemos alcanzar”. 1

Los cristianos, discípulos de Jesús, estamos llamados a ser testigos y heraldos de esperanza en medio de la sociedad, tan necesitada de ella. Los cristianos no podemos mirar los acontecimientos históricos y personales con ojos paganos, sino desde una visión de fe y de esperanza; porque en todos ellos se encierra un porqué y un para qué. Tampoco podemos dejarnos influenciar por corrientes materialistas; el cristiano está llamado a reaccionar, a vivir desde una dimensión escatológica, unido a Cristo; porque el fundamento de nuestra fe y esperanza es él, y desde él y con él podremos “sazonar” nuestro entorno, nuestro mundo y nuestra historia con la “sal” de la esperanza. El fundamento de nuestra esperanza es la fe en Jesucristo, pues si no tenemos fe, ¿cómo poder esperar? La fe va muy unidad a la esperanza. “Sin la esperanza se apaga el entusiasmo, la creatividad decae y mengua la aspiración hacia los más altos valores” (Juan Pablo II).

Para vivir desde una postura de espera y esperanza día tras día, necesitamos hacer un alto en el camino, que nos ayude a vivir en silencio, soledad y oración; porque por nosotros mismos no podemos alcanzar tales metas. La oración es la que fortifica nuestra espera y alienta nuestra esperanza. Tengamos la certeza de que la oración es la que da fecundidad a nuestro ser y a nuestro obrar como cristianos, y desde esta certeza intentemos, a lo largo de la jornada, tener algún rato para el Señor, en toda gratuidad. San Agustín dirá: “Así, nuestras palabras y obras, alimentadas por la oración, llenarán nuestros hogares y todas nuestras relaciones de la fragancia de Dios y ayudarán a transformar el mundo”. Sí, hoy nuestro mundo está muy necesitado de la fragancia de Dios, de la fragancia que viene de la oración y de la esperanza. Seamos, pues, hombres y mujeres capaces de transmitir esta fragancia de Dios, a nuestros hermanos en humanidad, tan hambrientos como están de esperanza. “Porque nosotros, confiados en la promesa de Dios, esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva, en los que habita la justicia” (2 Pd. 3, 13).

El Adviento aviva nuestra esperanza, pues Dios encarnado sale a nuestro encuentro, y nos invita a seguir creyendo contra toda esperanza, amando y construyendo un mundo donde la justicia y la paz sean posibles. “No alzarán la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra” (Is. 2, 4).

El Adviento, nos abre un camino gozoso de esperanza y salvación. El Salvador viene, ya está a la puerta y llama, invitándonos a preparar la “posada” de nuestro corazón; el pesebre donde quiere nacer y colmarnos de su tierno y dulce AMOR.

Un nuevo Adviento requiere vivir actitudes de renovación profunda, de conversión. Señalamos cuatro que nos parecen esenciales:
  1. Conocer más a fondo a Dios nuestro Padre que nos ha dado a su propio Hijo, por puro amor, para salvarnos.
  2. Conocer al Hijo que, siendo rico, por nosotros se hizo pobre.
  3. Y conocernos a nosotros mismos como obra maravillosa del amor de Dios al crearnos a su imagen y semejanza, regenerados y salvados en su Hijo.
  4. Vivir en la acción de gracias y alabanza al Padre bajo la acción del Espíritu Santo.
Si así vivimos el Adviento, la Navidad tendrá toda su dimensión cristológica y en nuestro corazón, en el seno de las familias y en el corazón del mundo reinará el gozo y la alegría de la Navidad: “Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. «Maravilla de Consejero», «Príncipe de la Paz»” (Is. 9, 7). “Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres” (Flp 4, 4). El Adviento es tiempo esperanza gozosa, Jesús viene a salvar la humanidad, a traernos la alegría, la paz y la fraternidad.

Aviento, canto de espera esperanzada,

canto de alegría y júbilo,

porque Dios visita y salva a su pueblo,

¡FELIZ NAVIDAD!

NOTA:
  1. BENEDICTO XVI, “Spes Salvi”, nº 31. Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana
AUTORA:
Carmen Herrero, hcsa. Religiosa Congregación Hermana de la Caridad de Santa Ana

AGENDA

27 noviembre 2025 – Jueves
  • Conmemoración Baha’i de la Ascención de 'Abdu'l-Bahá
19’45 horas

Oración con los Salmos
Iglesia de San Pedro - Seu d'Ègara- Plaza del Rector Homs, s/n.
TERRASSA (Barcelona)


28 noviembre 2025 – Viernes

20’30 horas


Oración con cantos de Taizé
Parroquia de Nuestra Señora de Moratalaz. C/ Entre Arroyos, 19
MADRID

20’30 horas

Oración Común estilo Taizé
Parroquia Santa María madre de la Iglesia. C/ Gómez de Arteche 30 – CARABACHEL ALTO
MADRID

21’00 horas

Oración común de Taizé
Cripta santuario Inmaculado Corazón de María. C/ Ferraz, 74
MADRID

21’00 horas

Oración de la Cruz (Taizé)
Parroquia de Sant Marcel, c/ Petrarca 52
HORTA-BARCELONA

21’00 horas

Oración común al estilo de Taizé
Iglesia de Nuestra Señora de Gracia y San José (Els Josepets), plaza Lesseps, 25
BARCELONA

29 noviembre 2025 - Sábado

20'00 horas

Noche de los Templos
BUENOS AIRES (Argentina)

20’30 horas

Oración de la noche desde Taizé
Retransmitida en directo en redes desde Taizé
TAIZÉ (Francia)
ON LINE

30 noviembre 2025 – Domingo
  • San Andrés, apóstol
  • Adviento
18’30 horas


Oración común al estilo de Taizé
Parroquia de Santa María. c/ de Joan Puig, 3.
RUBÍ (Barcelona)














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