Las Confesiones, libro de oración
por Pedro Langa
San Agustín vino a este mundo en Tagaste (Suq Ahras. Argelia) el 13 de noviembre del año 354, y murió en Hipona (Annaba. Argelia) el 28 de agosto del 430. Dedicado yo de por vida a su magisterio, la pregunta no ha cesado de llamar a mi puerta: -‘¿Qué libro me recomendaría usted para conocer a fondo la vida de san Agustín?’. Mi respuesta sigue vigente: -‘Lea las Confesiones. En esa obra maestra el propio autor será su guía y con ello evitará posibles malinterpretaciones’. Queda así explicado el estilo sencillo y directo de este ensayo, con el que pretendo abundar en la respuesta, esquemática sin duda, precisamente hoy 28 de agosto del jubilar 2025, Año de Nicea consagrado a la esperanza, y con el papa agustino León XIV al frente de la Iglesia.
San Agustín sigue diciendo al hombre posmoderno: Tolle lege (Conf. 8,12,29). Y acerca de esta obra: «Los trece libros de mis Confesiones alaban a Dios, justo y bueno, por mis males y mis bienes y despiertan hacia Él el entendimiento y el corazón humanos. Por lo que a mí respecta, me produjeron este efecto cuando las escribí y siguen produciéndomelo ahora cuando las leo […] Sé que a muchos hermanos les gustaron y siguen gustándoles. Del libro primero al décimo tratan de mí; en los tres restantes, de las Sagradas Escrituras…» (retr. 2,6,1) «De todos mis libros, el de las Confesiones es el más divulgado y el que mayor aceptación ha tenido» (perseu. 20, 53). No siempre, sin embargo, cundió la simpatía: hubo incluso aviesa intención: v.gr., paganos, maniqueos, donatistas y pelagianos.
Entre los admiradores destaca Petrarca, el cual, como para compensar, añade que un ejemplar de las Confesiones le acompañaba siempre en muchos y largos viajes por Alemania e Italia. Y con su graciosísima prosa, santa Teresa de Jesús: «En este tiempo me dieron las Confesiones de san Agustín, que parece que el Señor lo ordenó, porque yo no las procuré, ni nunca las había visto… Como comencé a leerlas, paréceme me veía yo allí, comencé a encomendarme mucho a este glorioso santo…» (Libro de la vida, 9, 7: Obras completas de Santa Teresa de Jesús, BAC 212, Madrid 1967, p. 54).
Reveladoras asimismo la pregunta al cardenal Ratzinger y su respuesta: Una vez dijo usted que si pudiese llevar consigo a una isla solo dos libros, estos serían la Biblia y las Confesiones de san Agustín. ¿Qué confesiones nos deberíamos esperar del cardenal Ratzinger? -«No tengo que hacer ninguna gran confesión como san Agustín, el cual, presentando la vicisitud de su vida y de su camino, consiguió iluminar la entera existencia cristiana» (Il sale della terra. Cinisello Balsamo, Milano 1997, 130).
Hace unos años el conocido actor francés Gérard Depardieu dio vida en la Catedral de Notre Dame (París) a los libros X y XI de las Confesiones. «Al principio la lectura no fue fácil, pero las palabras de Agustín me cautivaron», declaró al diario católico francés La Croix. «Su reflexión me pareció sublime…y me llevó a recapacitar sobre mí mismo… Me quedé pegado a ese libro, que desde entonces no me ha abandonado y que leo todos los días».
«No son un catálogo de culpas, sino más bien un breviario de alabanzas», puntualizó certero el colombiano monseñor Juan Manuel González Arbeláez, arzobispo titular de Oxyrinco, en un diáfano comentario a esta obra inmortal. Tampoco memorias, sino ante todo canto de acción de gracias. Cuando el hijo de santa Mónica empezó a escribirlas tenía 43 años. Son ciertamente la obra central de su vida escrita en los años más brillantes de ese período de intensa creatividad literaria y artística conocido como el Siglo de Teodosio.
Agustín entonces era ya celebrado por todas partes como el gran doctor y maestro no sólo de África sino de la Iglesia universal. Por primera vez se daba en la Historia el extraño caso de un hombre en la cumbre de su gloria escribiendo un libro de su vida íntima y pecaminosa, confesándose pluma en mano ante la faz del mundo y tomando por testigo a Dios de la verdad de su confesión.
A sabiendas de que su lectura había suscitado en muchos un vivo deseo de conocer su estado espiritual al tiempo de escribirlas, decidió complacer a tan innumerables solicitantes, esperando que con su relato de los favores divinos recibidos en ese tiempo habían de alabar a Dios aún más que con el de sus pecados (cf. 10, 4, 5; 11, 2, 2).
Estudiar la influencia de las Confesiones desde su publicación hasta nuestros días, sería obra de romanos. Courcelle (1912-1980), se centró en las diversas maneras con que las generaciones sucesivas comprendieron o juzgaron tal o cual episodio de la vida del joven retórico (Les Confessions de saint Augustin dans la tradition littéraire. Antécédents et Postérité. Études Augustiniennes, Paris 1963, pp. 12-13). Que la influencia de las Confesiones ha sido duradera, es evidente. Su gran lección es que Agustín convertido aprendió a seguir convirtiéndose: Eso, y no otra cosa, quiere decirnos el exhorto a vivir diariamente la vocación cristiana. Vivir cristianamente conlleva una renovada conquista espiritual, un proceso incesante de madurez, un itinerario incansable hacia lo eterno, donde Dios aguarda como regalado deleite a sus hijos. Las definiciones de Dios vertidas en estas páginas acreditan igualmente al sublime teólogo que el Obispo de Hipona llevaba dentro, al incomparable tratadista de la inhabitación trinitaria (Langa, P., «Sobre la “primera crisis religiosa” de san Agustín»: Estudio Agustiniano, 22 [1987] 209-234: [25] 233).
La conversión de san Agustín ofrece también al hombre de hoy el gozoso mensaje de la escondida presencia de Dios: «Tú estabas dentro de mí y yo fuera. Y fuera te andaba buscando […] Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo» (Conf. 10,27,38). Más aún: «Tú estabas dentro de mí, más interior que lo más íntimo mío (interior intimo meo) y más elevado que lo más sumo mío (et superior summo meo)» [Conf. 3,6,11].
De ahí que el de Hipona sea para Jaspers, otro de sus admiradores, el primer pensador cristiano en quien filosofía y teología representan una unidad indivisible: pensamiento y vida son, en Agustín, una sola cosa. Jaspers tratará de esclarecer esto desde los puntos de vista fenomenológico, psicológico y ontológico. San Juan Pablo II lo llamó el gran convertido (Augustinum Hipponensem, 28.8.1986). Grande por los admirables efectos que la conversión obró en su vida, por la actitud constante de humilde adhesión a Dios, por la fe ilimitada en la gracia divina.
Las Confesiones, en fin, por cuanto aquí dejo dicho y mucho más, son un libro de oración, confesión y alabanza. Las múltiples facetas de la oración quedan en esta obra genial resumidas, esbozadas o explanadas para que el lector pueda regalarse hasta el deleite sumo de la unión con Dios. Me cumple, por eso, cerrar este breve artículo con la inconfundible expresión de tantos agustinólogos insignes que en esta señalada fecha repiten: Augustinus, semper noster.
Festividad de San Agustín
28/08/2025
AUTOR:
Pedro Langa Aguilar, O.S.A.
Teólogo, agustinólogo y ecumenista
AGENDA
28 agosto 2025 - Jueves
San Agustín de Hipona
19'00 horas (Hora de Argentina)
Mesa de Encuentro Interreligioso de la República Argentina
"Las enseñanzas del Padre Moon" por Esperanza Gómez
ARGENTINA
ON LINE
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29 agosto 2025 – Viernes
Martirio de San Juan Bautista
21’00 horas
Oración de la Cruz (Taizé)
Parroquia de Sant Marcel, c/ Petrarca 52
HORTA-BARCELONA
21’00 horas
Oración común al estilo de Taizé
Iglesia de Nuestra Señora de Gracia y San José (Els Josepets), plaza Lesseps, 25
BARCELONA
30 agosto 2025 – Sábado
17'00 horas (hora de Aragentina)
Conmemoración por nuestros mártires actuales
Perroquia Greco-Melkita Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, Avda. Scalabrini Ortíz, 1352
BUENOS AIRES (Argentina)
20’30 horas
Oración de la noche desde Taizé
Retransmitida en directo en redes desde Taizé
TAIZÉ (Francia)
ON LINE
21’30 horas
Oración Taizé
Convento de las Vedrunes de Caldes de Malavella, c/ Doctor Furest
CALDES DE MALAVELLA (Girona)
31 agosto 2025 – Domingo
17'00 horas (hora de Argentina)
Oración por la Unidad de los Cristianos
Parroquia de la Asunción. Franklin, 2173 - FLORES
BUENOS AIRES (Argentina)
18’30 horas
Oración común al estilo de Taizé
Parroquia de Santa María. c/ de Joan Puig, 3.
RUBÍ (Barcelona)
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