Cuatro propuestas para
"ser sal de la tierra"
por el Hermano Alois, prior de Taizé
La carta "Hacia una nueva solidaridad" sigue siendo la base del camino en común que nos lleva hasta el 16 de agosto de 2015, décimo aniversario de la pascua del hermano Roger. He aquí cuatro propuestas para " ser sal de la tierra".
Primera propuesta: Compartir con los que nos rodean el entusiasmo por la vida.
« Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué será salada? » (Mateo 5,13)
Ser sal de la tierra es un don de Dios que queremos acoger con alegría. Al ser sal de la tierra, podemos comunicar un entusiasmo por la vida. Y cuando hacemos la vida hermosa para los que nos son confiados, nuestra vida adquiere sentido.
Si, dada la gran cantidad de obstáculos, nos preguntamos: "¿Por qué seguir luchando?" Debemos recordar que sólo un poco de sal es suficiente para darle sabor.
A través de la oración, aprendemos a mirarnos a nosotros mismos como Dios nos mira; Dios ve nuestros dones, nuestras capacidades.
No perder nuestro sabor significa comprometernos en cuerpo y alma, y confiar en los dones de Dios en nosotros.
¿Podemos buscar, para nosotros mismos y para los demás, lo que nos hace crecer y nos lleva a realizarnos?
Segunda propuesta: Comprome- ternos
con la reconci-liación
« Cuando estás presentando tu ofrenda en el altar, si te das cuenta de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí y ve primero a reconciliarte con él o ella. » (Mateo 5, 23-24)
En todos nosotros existe la aspiración a vivir juntos como una familia humana, pero eso no sucede por sí mismo, ni en una familia, ni con amigos, ni en nuestras ciudades y pueblos, ni entre naciones.
Cuando los cristianos se reconcilian, se convierten en un signo en el seno de una humanidad que busca su propia unidad.
Hay situaciones en las que la reconciliación es urgente. Para comprometernos con esto, tenemos que entender los miedos que aprisionan a otros en los prejuicios. También debemos darnos cuenta de que otras personas pueden tener algo en contra de nosotros.
El Evangelio nos llama a no transmitir a nuestro alrededor o a la próxima generación los resentimientos heredados del pasado.
¿Podemos atrevernos a fomentar encuentros entre personas que no comparten las mismas ideas, el mismo estilo de vida o la misma religión, que no provienen de la misma cultura o el mismo origen social? ¿Podemos llegar a conocernos unos a otros, invitarnos unos a otros? ¿Podemos encontrar la valentía para pedir perdón y perdonar?
« Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios » (Mateo 5, 9)
La paz es más que la ausencia de conflicto. Es la felicidad; le da a cada uno el lugar que le corresponde; es la plenitud de la vida. Cuando acogemos la paz de Dios en nosotros, se extiende a los que nos rodean y a todas las criaturas.
El deseo de paz hace que nuestro corazón sea más comprensivo y lo llena de compasión por los demás. Se expresa en una actitud de hospitalidad y amabilidad en nuestras familias, en nuestros barrios, en nuestras actividades diarias.
La paz es también la causa de la justicia a un nivel más global. En las sociedades donde el lujo y la pobreza conviven, ¿deberíamos sorprendernos de que surjan diferentes formas de violencia? Compartir la riqueza alivia tensiones y es una importante contribución al bien común.
Algunas personas se comprometen a promover la paz aceptando responsabilidades en la vida pública de su país - en una asociación, en sus negocios, sirviendo a personas con necesidades especiales.
¿Podemos ir hacia alguien para quien no hay paz ? ¿Cómo podemos estar particularmente atentos a los migrantes? ¿Podemos discernir las situaciones de injusticia y dar protección a las personas vulnerables? ¿Podemos identificar las formas modernas de esclavitud? ¿Podemos unirnos a otros para orar por la paz, por ejemplo permaneciendo en silencio todos los domingos por la noche durante media hora?
Cuarta propuesta: Cuidar nuestra tierra
« Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra. » (Mateo 5, 5)
Los mansos son aquellos que no se imponen. Dejan espacio para otros. No monopolizan la tierra. La mansedumbre no es resignación, sino el dominio de los impulsos violentos dentro de nosotros.
La tierra no es nuestra. Se nos ha confiado; estamos llamados a cuidar de ella. Los recursos de nuestro planeta no son ilimitados. Tenemos el deber de solidaridad entre las personas y los pueblos, y con las generaciones futuras.
Es necesario encontrar un buen equilibrio en nuestra forma de consumir y utilizar los recursos naturales, entre las necesidades básicas y el deseo de tener siempre más.
Para encontrar un estilo de vida que permita el desarrollo sostenible, se requiere toda nuestra imaginación y creatividad. Deben utilizarse en la vida diaria, y para estimular la investigación científica, la inspiración artística y la invención de nuevos proyectos para la sociedad.
¿Podemos examinar la forma en que vivimos y tratar de simplificar lo que puede ser artificial y lo que es excesivo? Simplificar nuestras vidas puede ser una fuente de felicidad. ¿Cómo podemos abrir espacios para compartir? ¿Qué podemos dar y recibir? No debemos olvidar alabar a Dios por la creación. Para esto, son esenciales momentos de descanso y contemplación.
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