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Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

viernes, 29 de mayo de 2020

MENSAJE EN PENTECOSTÉS


"Olas de desesperación, lenguas de fuego"


En un mensaje de Pentecostés, titulado "Olas de desesperación, lenguas de fuego", los presidentes regionales del Consejo Mundial de Iglesias reflexionan sobre la poderosa presencia de Dios.

"La iglesia nació en medio del tumulto, y aun así, emergió del caos con un mensaje poderoso y, sin duda, transformador, que es relevante en todas las culturas y contextos", dice el mensaje. "Como en el primer Pentecostés, así ha de ser otra vez hoy".

Hay una fuerza natural silenciosa, invisible y letal; afirma el mensaje. "El nuevo coronavirus ha puesto al mundo entero en jaque, ha sembrado el pánico y el caos, ha enfermado a millones de personas y ha matado a cientos de miles", prosigue el texto. "La pandemia ha causado importantes estragos en las economías, ha trastornado las familias y la vida comunitaria, ha sorteado los más sofisticados sistemas sanitarios mudiales y locales, ha puesto a prueba el temple y la eficacia de los gobiernos, y ha provocado el hambre".

"Pero este Pentecostés, a lo largo de los siglos y en todo el mundo, nosotros, los cristianos, estamos vinculados entre nosotros y con los primeros discípulos para proclamar, como hicieron ellos, que el Dios de vida aún está con nosotros". "El Espíritu de Dios eleva nuestros corazones en oración y anhelo", dice el mensaje. "El Espíritu nos infunde el valor para hacer frente al dolor y al sufrimiento".

MENSAJE ÍNTEGRO

Olas de desesperación,
lenguas de fuego


Y de repente vino un estruendo del cielo, como si soplara un viento violento, y llenó toda la casa donde estaban sentados. Entonces aparecieron, repartidas entre ellos, lenguas como de fuego, y se asentaron sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en distintas lenguas”. (Hechos 2:2-4)

El mes pasado, la isla de Pentecostés fue una de las islas de Vanuatu, en el Pacífico Sur, que más sufrieron los efectos del ciclón Harold, un huracán de categoría cinco cuyos vientos alcanzaron los 265 Km/hora y que generó olas gigantes de más de seis metros. El devastador y letal ciclón arrancó tejados, arrasó estructuras, inundó comunidades y se llevó vidas.

Cuando la feroz tormenta llegó a su isla, Moana, propietaria de un complejo turístico en la playa, se despertó con temor por su vida y por su propiedad. Durante dos horas, encaró el viento y el oleaje, e imploró a Dios que la salvara a ella y su propiedad. Por suerte, cuando la tormenta pasó, Moana aún estaba en pie y sus edificios, aún intactos.

En los Hechos de los apóstoles, el advenimiento del Espíritu se describe de una forma igualmente impresionante y trascendental. Los primeros seguidores de Jesús, que se ocultaban temerosos, se estremecieron, y luego se envalentonaron, ante la poderosa presencia de Dios, que les permitió superar incluso las barreras lingüísticas y culturales para proclamar el mensaje salvífico de la resurrección de Jesús. La iglesia nació en medio del tumulto y, aun así, emergió del caos con un mensaje poderoso y, sin duda, transformador, que es relevante en todas las culturas y contextos.

Como en el primer Pentecostés, así ha de ser otra vez hoy.

Ahora, mientras escribimos estas palabras, hay una fuerza natural silenciosa, invisible, pero aún más letal. El nuevo coronavirus ha puesto al mundo entero en jaque, ha sembrado el pánico y el caos, ha enfermado a millones de personas y ha matado a cientos de miles. La pandemia ha causado importantes estragos en las economías, ha trastornado las familias y la vida comunitaria, ha sorteado los más sofisticados sistemas sanitarios mudiales y locales, ha puesto a prueba el temple y la eficacia de los gobiernos, y ha provocado el hambre.

Pero este Pentecostés, a lo largo de los siglos y en todo el mundo, nosotros, los cristianos, estamos vinculados, entre nosotros y con los primeros discípulos, para proclamar, como hicieron ellos, que el Dios de vida aún está con nosotros. El Espíritu de Dios eleva nuestros corazones en oración y anhelo. El Espíritu nos infunde el valor para hacer frente al dolor y al sufrimiento. El Espíritu inflama nuestros corazones con amor, para servir a quienes sufren y a quienes están excluidos de los sistemas sociales de asistencia. El Espíritu ilumina nuestras mentes para que emprendamos y apoyemos intensas investigaciones científicas en busca de tratamientos y vacunas. El Espíritu nos hace capaces de afrontar y superar este virus a través de una generosa cooperación, con nuestra mejor asistencia médica y pastoral, y, sobre todo, con amabilidad amorosa para todos los hijos de Dios.

El Espíritu de Dios también es pan-demos. Llega a todas las personas y cruza todas las barreras, aunque de una forma que infunde vida, no muerte. Este Pentecostés, oramos para que la lucha contra esta pandemia derrame las energías del Espíritu sobre todo el pueblo de Dios y renueve, no solo la iglesia, sino la faz de la Tierra.

Los presidentes del Consejo Mundial de Iglesias

La Rev. Dra. Mary-Anne Plaatjies van Huffel, Iglesia Reformada Unida en África Austral (Sudáfrica)
La Rev. Prof. Dra. Sang Chang, Iglesia Presbiteriana en la República de Corea
El Arzobispo Anders Wejryd, Iglesia de Suecia
La Rev. Gloria Nohemy Ulloa Alvarado, Iglesia Presbiteriana de Colombia
El Obispo Mark MacDonald, Iglesia Anglicana del Canadá
La Rev. Dra. Mele'ana Puloka, Iglesia Wesleyana Libre de Tonga
Su Beatitud Juan X, Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Griega de Antioquía y todo Oriente
Su Santidad Karekin II, Patriarca Supremo y Catholicós de todos los Armenios

FUENTE:
https://www.oikoumene.org/




1 comentario:

  1. Junto a los envíos del papa Francisco, este ahora nos da las fuerzas que provienen del Santo Espíritu y de la unión de unos con otros. Terrible todo, pero juntos, las manos unidas nos sacan del virus.Loado sea el Padre de las luces.Hay mucho que aprender.

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