UN CENTENARIO QUE SE APAGA
Y
OTRO QUE SE ALUMBRA
Para mostrar como las enseñanzas de Santa Teresa de Jesús perviven hoy, quinientos años después de su tránsito, me centraré en el testimonio de Carlos de Foucauld, próximos a celebrar el año que viene el centenario de su muerte, para quien la guía de la santa fue crucial en su camino espiritual, y por ende a sus seguidores, dispersos hoy por todo el mundo como “levadura en la masa”, en comunión de destino con los más pobres.
Semejanza espiritual
Santa Teresa fue una influencia decisiva para Carlos de Foucauld (1858-1916) durante los años que estuvo en la Trapa. Ya antes de entrar en ésta, había leído gran parte de sus escritos, pues el año 1888, la señora Flavigny, su prima, le había ofrecido los escritos de santa Teresa, excepto las Fundaciones, que compró el mismo en septiembre de 1889. Entusiasmado con estos escritos se los recomienda a todas aquellas personas conocidas suyas que quieren adelantar en el camino de la perfección. Así, al padre Jerónimo le dirá: “Con gran apuro mío, me permito darle un consejo: leer y releer mucho, continuamente, a santa Teresa, parándose especialmente en lo que se refiere al amor de Jesús y a las verdades religiosas”[1]. En 1909, siete años antes de su muerte, tenemos constancia de su resolución de leer cada día dos páginas se santa Teresa[2]. Y un año antes de su muerte escribe a un amigo hablando de santa teresa: “Comprendo cuanto te gusta la vida de esta gran santa. Después de la Vida, lee Fundaciones, el Camino de perfección, las Cartas, en fin, todas las obras. Todo es en ella incomparable y, al lado de cosas especiales, por doquiera se hallan otras aplicables a todos. Después de leerla, la releerás. Santa Teresa es uno de esos autores de que se hace el pan de cada día”[3]. Y el 28 de abril de 1916, siete meses antes de su asesinato, le dice de nuevo a su amigo:”Jamás se leerá bastante a santa Teresa. Se halla en ella un conjunto incomparable de ejemplos de virtud y una doctrina de seguridad perfecta. ¡Qué espíritu apostólico! Como Dios, su caridad se extendía a todos los hombres. ¡Cómo la conducía el amor a Jesús al de las almas”[4]. La santa de Ávila fue la guía predilecta de Carlos de Foucauld, que con su vida le indicaba lo que Dios quería de él. Se reconocía de la misma familia espiritual que ella.
Semejanza de temperamento
Caracteres de temple excepcional, Teresa y Carlos se arrojan sobre los obstáculos y los vencen gracias a una voluntad inflexible. Ambos se crecen ante los obstáculos y hallan en el riesgo y el peligro, una audacia extrema. Son dos seres que tienen sed de absoluto. Tienen centrada el alma sobre las máximas realizaciones posibles, porque los dos poseen un sentido eminente de la trascendencia de Dios, ante quien, estas almas excepcionales, se descubren débiles, pero apoyándose en la omnipotencia de Dios, serán un medio para realizar su voluntad. Por su unión con Dios, vivirán más y más en el olvido de sí mismos[5]. Es por esto que Carlos de Foucauld de 1908 a 1916, momento de su muerte, concluye cada uno de sus diarios con el “Sólo Dios basta” de santa Teresa.
Lo que encuentra Carlos de Foucauld en los escritos de santa Teresa en cuanto “verdades religiosas” no es una teología sistemática, aunque su pensamiento es muy seguro. Lo que vemos que Carlos de Foucauld copia en sus cuadernos son “experiencias de vida”, ya que ambos no son personas de abstracción. No son intelectuales, sino temperamentos de acción. Si bien el itinerario místico trazado por san Juan de la Cruz forma una síntesis razonada de la vida espiritual, fruto de una teología sistemática, la aportación de santa Teresa es otra. Se trata de una descripción de los hechos sobrenaturales que ella vive, no de un estudio metódico de su naturaleza. Teresa presenta los estados y la progresión de la vida espiritual como ella los ha experimentado pero no intenta dar un ejemplo tipo de toda evolución del alma. Es la experiencia de esta “hermana mayor” lo que admira Carlos de Foucauld. Y una concreción del impacto de Teresa en Foucauld será, en referencia a la persona de Jesús, la Sacratísima Humanidad de Cristo de la que habla Teresa, que, cuando ésta se refiere a la Humanidad de Cristo, siempre tiene presente a Jesús resucitado, ya que “el encuentro entre la persona humana y Cristo, que se da en la oración, tiene lugar desde esa realidad de la resurrección de Jesús, y cuando Teresa se representa y contempla la humanidad de Jesús, lo hace desde la perspectiva de su carne glorificada, aun cuando mire al Jesús que caminaba por los caminos polvorientos de su tierra natal, cumpliendo la misión de proclamar el Evangelio”[6]. Esta huella teresiana llevará a Foucauld a realizar una pequeña síntesis de lo que dicen los evangelios sobre la persona de Jesús y elaborar un pequeño texto que lee y relee durante toda su vida, denominado El Modelo Único[7].
Llamados a la santidad
¿Qué puede aportar el testimonio de vida y los escritos de la santa de Ávila a las personas del siglo XXI? Las personas de hoy, sin fe o desasosegadas por el “mundanal ruido” que se aproximen a esta biografía tanto interna como externa, pueden ver en santa Teresa como nunca es tarde para iniciar una aventura de amor, después de haber desaprovechado parte de nuestra vida. Esta aventura espiritual supone un proceso progresivo de espiritualización en la persona orante, que conlleva una donación de sí, por amor a Dios. Teresa cuenta sus experiencias espirituales y nos enseña a orar, convirtiendo frecuentemente su relato en una oración. En la primera parte del libro Teresa nos relata su infancia y juventud, la muerte de su madre y la posterior de su padre. También su ingreso a los veinte años en la vida religiosa el año 1535. Pero, la intensidad de su vivencia religiosa comienza a adquirir más fuerza desde que lee las Confesiones de San Agustín, y también le causa grave impresión un Cristo muy llagado que trajeron a guardar al oratorio. Así se expresa la santa: “Acaecióme que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allí a guardar, que se havia buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota, que en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representava bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe El con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle”[8].
Santa Teresa de Jesús nos enseña de una manera sencilla cómo entrar en diálogo con Dios. Es una forma muy sugerente para las personas de hoy, pues somos seres sociables que necesitamos desarrollar en nosotros esta tendencia hacia los otros, y hacia el Ser de Dios, de cuya imagen y semejanza participamos.[9] De ahí el testimonio de la santa: “Procurava representar a Cristo dentro de mí, y hallávame mijor - a mi parecer - de las partes a donde le vía más solo”[10]. Representar a Jesucristo dentro de sí era para ella la manera de contactar con Dios. Manera que cobraba todo su realismo en el momento de la comunión eucarística. Orar es para ella prestar atención a la Persona, Dios, dentro del propio espacio interior para llegar a ser amigos: “No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama”[11].
Para explicar este lenguaje de la oración, Santa Teresa recurre a una serie de comparaciones muy hermosas acerca de las relaciones de amistad entre los dos protagonistas: Dios y la persona. Son los cuatro grados de la oración. Santa Teresa compara al alma como un huerto donde Dios quita las malas hierbas y planta las buenas. La persona es el hortelano que debe cuidar el huerto de su alma para que no se sequen las plantas de virtudes que Dios siembra en ella. Todo está en la solicitud del hortelano, en ese tener cuidado de no malograr la siembra que Dios hace en su huerto-alma. El punto de referencia para la persona es siempre contentar a Dios. De esta manera la persona se libra de caer en un egocentrismo espiritual malsano, y del descontento en la relación de amistad con Dios. a) Primer grado de oración En este primer modo de oración se experimenta trabajo y esfuerzo, por no estar acostumbrado a recogerse en el interior del alma. “De los que comienzan a tener oración podemos decir son los que sacan el agua del pozo, que es muy a su travajo, como tengo dicho, que han de cansarse en recoger los sentidos; que, como están acostumbrados a andar derramados, es harto travajo”[12]. A la persona que vive en su exterior la oración se le hace costosa y con escaso fruto. Sentirá malestar y disgusto cuando a pesar de su trabajo en recogerse y meditar no halle en sí más que sequedad y sinsabor. Santa Teresa invita a quienes comienzan este camino a no quedarse en una praxis de la oración que solo agrada al sentido. No hay que quedarse preso del ejercicio de la oración dura, sino abrirse a una relación de amistad desinteresada. Es la amistad pura. En este grado el orante debe mantenerse en la oración con el ejercicio de la meditación, es decir, discurrir con el entendimiento. Con buenos libros que le lleven al trato de amistad con Dios, o pensando sobre las grandezas de Dios, sus misericordias, su amor, etc. Pero la santa insiste en que no se le vaya en esto todo el tiempo de la oración. Sino que “se representen delante de Cristo, y sin cansancio del entendimiento, se estén hablando y regalando con El”[13]. Teresa advierte que el orante no debe intentar suspender la actividad del entendimiento para ayudarse en la oración, sino dejar que Dios se lo suspenda cuando quiera. No está en nosotros procurarnos sentir los gustos de Dios, de lo contrario perdería el tiempo. Por lo tanto, en esta primera manera de regar el huerto se saca el agua del pozo, esto es, discurriendo con el entendimiento. b) Segundo grado de oración: Siguiendo adelante, la persona saca el agua con una noria: “…con noria y arcaduces, que se saca con un torno - yo lo he sacado algunas veces - : es a menos travajo que estroto, y sácase más agua”[14]. Aquí la persona experimenta en sí unos gustos muy particulares que no vienen de ninguna manera procurados por su mucho meditar en las cosas de Dios. Aunque en este grado no se ha de dejar del todo la oración mental, Teresa nos habla de la oración de quietud, que es precisamente una comunicación de Dios al alma en la que la persona siente en sí un recogimiento hacia lo profundo de su ser, en el que su voluntad siente y goza claramente de unos gustos, contentos, que no había conocido antes en ninguna cosa de este mundo: “Aquí se comienza a recoger el alma, toca ya aquí cosa sobrenatural, porque en ninguna manera ella puede ganar aquello por diligencias que haga”[15]. Dios actúa directamente en la voluntad intensificando el amor. La persona ve con certeza que estuvo el Señor con ella. Va creciendo en virtudes y desea más ratos de soledad para gozar más de Dios, pues comprende que la oración es principio de todos los bienes y que por nada querría dejarla. c) Tercer grado Llegados aquí la huerta del alma se riega con agua que “es agua corriente de río o de fuente, que se riega muy a menos travajo, aunque alguno da el encaminar el agua. Quiere el Señor aquí ayudar al hortelano de manera que casi El es el hortelano y el que hace todo”[16]. La experiencia de la gracia es mucho más clara que en la situación anterior. La acción de Dios alcanza a la persona en las potencias, de manera más intensa que en la oración de quietud. Esta acción de Dios la “adormece” en relación a todo lo creado, porque está profundamente cautivada por Dios. La persona siente en sí “embriaguez de amor”. “Glorioso desatino, una celestial locura”[17]. La actitud de la persona en esta experiencia de oración es abandonarse del todo en los brazos de Dios, porque su alma ya no es suya sino de Dios. Ya no querría vivir sino en El. La persona se ve fortalecida en las virtudes y deseosa de servir a su Señor. d) Cuarto grado de oración Se trata de la oración de unión de todas las potencias en la que la acción de Dios envuelve y domina a la persona. El huerto se riega con “agua que viene del cielo para con su abundancia henchir y hartar todo este huerto de agua”[18]. Santa Teresa describe así la oración de unión: “Acá no hay sentir, sino gozar sin entender lo que se goza. Entiéndese que se goza un bien adonde juntos se encierran todos los bienes, mas no se comprehende este bien. Ocúpanse todos los sentidos en este gozo, de manera que no queda ninguno desocupado para poder en otra cosa esterior ni interiormente” ocuparse[19]. La acción de Dios es tan fuerte que suspende todas las potencias, de modo que la persona orante no puede ocuparse en nada. En esta oración hay una concentración total de la persona entera en Dios: interior y exterior. Santa Teresa llama a esta gracia de unión levantamiento de espíritu o vuelo de espíritu y unión.
¿Qué nos enseña hoy Teresa?
Teresa nos enseña a encontrar a Cristo desde nuestra propia realidad personal e histórica, nos lleva a interiorizar en la oración la revelación que Jesús ha hecho de sí y puesta de relieve en los Evangelios, hasta hacernos contemporáneos de su experiencia y doctrina. La búsqueda de Jesucristo en su realidad humana, da realismo y hondura a nuestra oración. Pero, además, Teresa tiene la convicción que no se busca en vano a Cristo. El paga la búsqueda con el encuentro en su compañía y en los hermanos, en los que Él está presente y prolonga su existencia. En la oración se aprende a vivir con Él y como Él. El capítulo 22 de la Vida encierra una síntesis doctrinal acerca de la importancia de Cristo en la vida de oración y en la vida espiritual. Veamos algunos rasgos: a) Cristo en su Humanidad modelo de nuestra existencia[20]. Sin la humanidad de Cristo nos faltaría el punto de referencia en el realismo de nuestra aventura, en la fragilidad de nuestro ser y en las situaciones dolorosas en las que tenemos que vivir. Sin Cristo estamos como en el aire, sin un punto de arrimo, sin una referencia realista para nosotros que somos humanos: "Es gran cosa mientras vivimos y somos humanos, traerle humano"[21]. Es la misma consideración que hace en el libro de la Vida, capítulo 37, 6: "Vía que aunque era Dios era Hombre, que no se espanta de las flaquezas de los hombres, que entiende nuestra miserable compostura, sujeta a muchas caídas por el primer pecado que El había venido a reparar. Puedo tratar como con amigo aun que es Señor”[22] . Y la razón de esto está en que "es muy buen amigo Cristo, porque le miramos Hombre y vémosle con flaquezas y travajos y es compañía. Y habiendo costumbre, es muy fácil hallarle cabe sí, aunque veces vernán que lo uno ni lo otro se pueda"[23]. Cristo Crucificado es como el límite de los dolores y desarraigos y contradicciones en que nos podemos ver también nosotros. Y entonces es necesario mirarle en el límite de su experiencia humana en el abandono de la cruz. No es extraño que la experiencia cristiana sufra a veces la ausencia de Dios como una identificación con el dolor del Crucificado. Carlos de Foucauld se identifica en esto con santa Teresa, cuando al identificarse con Cristo en el calvario pone en labios de Jesús esta hermosa oración que decimos todos los días los discípulos de Foucauld: “Padre mío, me abandono a Ti, haz de mí lo que quieras. Lo que hagas de mí te lo agradezco. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad se haga en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Dios mío. Pongo mi alma en tus manos. Te la doy, Dios mío, con todo el amor de mi corazón, porque te amo y porque para mí amarte es darme, entregarme en tus manos sin medida con infinita confianza, porque Tú eres mi Padre”. Santa Teresa nos ayuda a fijar nuestra mirada en Cristo nuestro modelo porque la vida cristiana es vivir como Cristo; solo se puede vivir en Cristo si se vive como Él, partiendo de su vida, de sus compromisos y de sus actitudes vitales. Pues si: “todas veces la condición o enfermedad, por ser penoso pensar en la Pasión, no se sufre, ¿quién nos quitará estar con El después de resucitado, pues tan cerca le tenemos en el Sacramento, adonde ya está glorificado, y no le miraremos tan fatigado y hecho pedazos, corriendo sangre, cansado por los caminos, perseguido de los que hacia tanto bien, no creído de los Apóstoles? Porque, cierto, no todas veces hay quien sufra pensar en tantos travajos como pasó. Hele aquí sin pena, lleno de gloria, esforzando a los unos, animando a los otros, antes que subiese a los cielos, compañero nuestro en el Santísimo Sacramento, que no parece fue en su mano apartarse un momento de nosotros"[24]. Teresa no sólo defiende la plena humanidad de Cristo en su existencia con nosotros, sino también la perenne validez de la humanidad de Cristo en su vida gloriosa. Cristo es el único y absoluto mediador ante el Padre:"Mucho contenta a Dios ver un alma que con humildad pone por tercero a su Hijo y le ama tanto..."[25]. E indica que en el camino de la oración “este Señor nuestro es por quien nos vienen todos los bienes"[26], como desarrolla con mayores argumentos en el libro de las Moradas del castillo interior (VI, 7,6): “Si pierden la guía - que es el buen Jesús - no acertarán el camino...; porque el mesmo Señor dice que es camino[27]; también dice el Señor que es luz[28] y que no puede nenguno ir al Padre sino por El[29];y quien me ve a mí ve a mi Padre[30]”[31]. Esto lo puede corroborar la santa por experiencia: "Es muy continuo no se apartar de andar con Cristo nuestro Señor por una manera admirable, adonde divino y humano junto es siempre su compañía"[32]. Importancia de la imagen En estos tiempos de corrientes de Nueva Era donde se acude al Zen, al Yoga o a la Meditación Trascendental es importante la referencia a la Humanidad de Cristo que nos hace santa Teresa:: “Una cosa quiero decir, a mi parecer importante. Si a vuestra merced le pareciere bien, servirá de aviso, que podría ser haverle menester; porque en algunos libros que están escritos de oración tratan que, aunque el alma no puede por sí llegar a este estado - porque es todo obra sobrenatural que el Señor obra en ella - que podrá ayudarse levantando el espíritu de todo lo criado (…) Y avisan mucho que aparten de sí toda imaginación corpórea y que se lleguen a contemplar en la divinidad; porque dicen que, aunque sea la Humanidad de Cristo, a los que llegan ya tan adelante, que embaraza o impide a la más perfecta contemplación… Yo no lo contradigo, porque son letrados y espirituales, y saben lo que dicen, y por muchos caminos y vías lleva Dios las almas; cómo ha llevado la mía quiero yo ahora decir - en lo demás no me entremeto- y en el peligro en que me vi por querer conformarme con lo que leía”[33].
La contemplación de Santa Teresa de la imagen de Cristo y su recomendación de traer ante los ojos algún retrato, signo, dibujo relacionados con Cristo, nos demuestran la pedagogía acertada de la maestra de oración, avalada además por la iconografía de las Iglesias orientales y los buenos maestros para adentrarnos en la relación teologal, creyente y transformadora de la conducta con el Señor. Así se expresa la santa: “… tratando con un gran letrado dominico, el maestro fray Domingo Váñez, le dijo que era mal hecho que ninguna persona hiciese esto; porque adondequiera que veamos la imagen de nuestro Señor es bien reverenciarla, aunque el demonio la haya pintado, porque él es gran pintor, y antes nos hace buena obra queriéndonos hacer mal, si nos pinta un crucifijo u otra imagen tan al vivo, que la deje esculpida en nuestro corazón. Cuadróme mucho esta razón, porque cuando vemos una imagen muy buena, aunque supiésemos la ha pintado un mal hombre, no dejaríamos de estimar la imagen ni haríamos caso del pintor para quitarnos la devoción; porque el bien o el mal no está en la visión, sino en quien la ve y no se aprovecha con humildad de ellas; que si ésta hay, ningún daño podrá hacer aunque sea demonio; y si no la hay, aunque sean de Dios, no hará provecho”[34].
Teresa guía en el camino En una época como la nuestra necesitamos de maestros que nos hablen desde la autenticidad de una experiencia capaz de llenar de sentido la vida y de transformarla. Teresa es una luz no solo en el camino espiritual religiosos, sino incluso en el ámbito humanista y de la psicología, pues nadie como los místicos es capaz de profundizar tanto en ese espacio interior del ser humano. En las actuales circunstancias de la Iglesia es muy importante acudir a las enseñanzas de la santa. Es muy importante encontrar el rostro humano de Jesús y dejarnos seducir por su vida. Hay que releer en los Evangelios para que el Señor se nos revele plenamente en sus palabras y sus ejemplos y dé sentido a nuestra realidad personal y social. De esta forma podemos vivir una existencia comprometida que tenga el mismo realismo del vivir de Cristo propuesto a sus discípulos. Y El nos revelara plenamente su presencia en los hermanos y en la Iglesia para que nuestro amor a Cristo, Verdadero Dios y verdadero Hombre, se traduzca en una vida en Cristo que se prolonga en nuestra humanidad y en un servicio por amor a nuestros hermanos, hecho de obras significativas y eficaces en el actual contexto y en el momento de nuestra historia. Teresa de Jesús nos brinda su rica experiencia del Señor Jesús para que des de su doctrina y pedagogía podamos revivir hoy nosotros nuestra experiencia de Cristo en nuestra Iglesia y en nuestra historia. No se trata simplemente de copiar o de repetir, porque las circunstancias eclesiales y sociales son diversas. El que sigue a Cristo abraza su causa, como Teresa la supo abrazar en plenitud, abierta a esa visión de la Iglesia como Reino de Dios que padece violencia en la lucha. Todo el proceso pedagógico espiritual al que Teresa nos invita nos debe conducir a una verdadera metamorfosis de unión con Cristo, lo que aportará a la persona una vida fecunda y transformadora. Experimentará una profunda paz interior al estar inundada por la luz de Cristo; sentirá la constante compañía de este Cristo crucificado y resucitado, con quien ha entrado en comunión, en una presencia que se prolongará en el tiempo. También experimentará resultados hacia el exterior: desde una mutación en su escala de valores, hasta una concepción distinta de la vida y de la muerte, del mundo y de las demás personas. Es una espiritualización de la vida a la que todos estamos llamados. Así se expresa teresa en el libro de las Moradas 7, 4, 9:”Mirad que importa esto mucho más que yoos sabré encarecer. Poned los ojos en el crucificado, y haráseos todo poco. Si su Majestad nos mostró el amor con tan espantables obras y tormentos, ¿cómo queréis contentarle con sólo palabras? ¿Sabéis que es ser espirituales de veras? Hacerse esclavos de Dios, a quien – señalados con su hierro, que es el de la cruz, porque ya ellos le han dado su libertad – los pueda vender por esclavos de todo el mundo, como El lo fue, que no les hace ningún agravio ni pequeña merced”[35].
El Matrimonio Espiritual “es la culminación de una experiencia de recogimiento y oración que comprende la vida entera y supone una transformación de raíz en la persona, que atañe a todo su ser, como fruto de la vivencia de este diálogo transformante que desgarra los viejos esquemas vitales. Esta transformación conlleva sus frutos, y ha de ser visible, necesariamente, en la vida de la persona que ha recibido tal gracia. Se trata, pues, de un proceso de espiritualización que Dios obra en el ser humano, con el consentimiento y la colaboración de este; y consistirá en dejarle hacer a Dios, abandonándose en sus manos, como corresponde a toda criatura, pues dejarse hacer es la primera cualidad de toda criatura, y la principal atención espontánea de esta para con su creador”[36]. La Santa eligió la causa de los más necesitados y tuvo una sensibilidad especial por los pobres, enfermos y necesitados. El mismo Señor le recordó en una ocasión a Teresa, que tenía que estar con los pobres y tener cuidado de los enfermos porque El había, fundado la Iglesia con pobres pescadores y los que no se compadecen de los que sufren son como los amigos de Job. Para vivir en Cristo, ideal contemplativo de Teresa y ofrecimiento que ella hace a todos los que siguen su camino de oración, hay que vivir como Cristo. Y El nos indica el camino del amor y del servicio a los más necesitados, Por eso la búsqueda de Cristo en la oración nos descubre el rostro de Cristo en esos rostros de nuestros hermanos en los que Cristo está presente y nos pide ser servido por amor para que también ellos consigan una plenitud de vida cristiana en el desarrollo de su plena humanidad y de su divinidad de hijos de Dios.
J. L. Vázquez Borau
1 G. FRANCHESCHI, Charles de Foucauld, Dedebec, Buenos Aires, 1950, 332.
2 Ibíd. 333.
3 Carta a Joseph Hours, Cahiers Charles de Foucauld, 16, 103.
4 Ibíd. 16, 104.
5 Justamente éste es el título, El olvido de sí, que PABLO D ORS FÜHRER da a la biografía novelada de Carlos de Foucauld en la Editorial Pre-Textos, 2013.
6 C. HERRANDO, El camino espiritual de Teresa de Jesús, Editorial San Pablo, Madrid 2009, 94.
7 Este texto se puede encontrar en J. L. VÁZQUEZ BORAU, Consejos evangélicos o Directorio de Carlos de Foucauld, BAC, Madrid 2005, 25-50.
8 SANTA TERESA DE JESÚS, Obras completas, Libro de la Vida, 8,2, BAC, Madrid 202, 63.
9 “Dios creó al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Gn 1, 27).
10 Ibíd. 64.
11 Ibid. 61.
12 Ibíd., 72.
13 Ibíd. 80-81.
14 Ibíd. 71.
15 Ibíd. 84.
16 Ibíd. 93.
17 Ibíd. 93
18 Ibíd. 101.
19 Ibíd. 99.
20 Recordemos el impacto de la humanidad de Cristo en Foucauld reflejado en su Modelo Único.
21 Ibíd. 123.
22 Ibíd. 204.
23 Ibíd. 123.
24 Ibíd. 122.
25 Ibíd. 123.
26 Ibíd. 122.
27 Jo 14,6.
28 Jo 8,12.
29 Jo 14,6.
30 Jo 14,9.
31 SANTA TERESA DE JESÚS, Obras completas, Moradas del castillo interior, BAC, Madrid 202, 549.
32 Ibid.550.
33 Libro de la Vida, 22,1.2, o.c.,120.
34 SANTA TERESA DE JESÚS, Obras completas, Libro de las Fundaciones, 8,3, BAC, Madrid, 202, 703-704.
35 o. c. 580.
36 Cf. C. HERRANDO, o. c., 134.
Comunidad Ecuménica Horeb Carlos de Foucald
http://horeb-foucauld.webs.com
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