SEAMOS LUCES DE ESPERANZA
Un artículo de José Román Flecha Andrés
La esperanza es vital en nuestra existencia. Sin ella no podemos percibir un futuro positivo y deseable. Y caemos en el pesimismo de quien se siente fracasado en la vida. Sin un futuro luminoso, nos perderemos en el camino. El futuro prende en nosotros la humilde lámpara de la esperanza.
1.- Todos necesitamos esperar algo. Aguardamos la hora feliz de conseguir lo que anhelamos. Pero sabemos que lo esperado no va a caer de las nubes. Requiere que lo preparemos con nuestro trabajo. Ahora bien, las cosas pueden ofrecernos satisfacciones, pero no nos aportan la felicidad. Como ha dicho el Papa Francisco en Aparecida, tanto los jóvenes como los adultos sentimos “la sugestión de tantos ídolos que se ponen en el lugar de Dios y parecen dar esperanza: el dinero, el éxito, el poder, el placer”.
2.- Así pues, no nos basta con esperar algo. Necesitamos esperar a alguien. Los jóvenes esperan la aparición de la persona en la que desean depositar su amor y su confianza. Los esposos esperan la llegada de sus hijos. Vivir “en estado de esperanza” es la imagen de toda la existencia humana. Esperar a alguien exige de nosotros estar muy atentos a los signos que anuncian su llegada. No dejar pasar el momento. Y hacer de él un verdadero encuentro que nos saque de nosotros mismos.
3.- Además de esperar a alguien, necesitamos esperar en alguien. Poner en otra persona nuestra confianza. Descansar en ella. Eso acerca la esperanza a la fe humana y al amor interpersonal. Claro que el esperar en otro puede a veces defraudarnos. A fin de cuentas, deseamos poder esperar en Otro, mayor que nosotros, Deseamos que nos acoja con alegría y generosidad, que nos ame hasta el punto de perdonarnos y que nos ayude a comenzar el camino cada día como si fuera el primero de nuestra vida. En realidad, de esa forma solo podemos esperar en Dios.
4.- Y, finalmente, necesitamos que alguien espere algo bueno de nosotros. Y que espere en nosotros. Toda persona necesita sentirse necesitada. Todos agradecemos que los demás confíen en nosotros y se fíen de nosotros. Deseamos que nos concedan un crédito generoso, y no sólo en dinero. Queremos que estén seguro de que podemos hacer algo significativo en nuestra vida y para la vida de los demás. Pues bien, de nuevo, hemos de admitir que una esperanza tan firme y tan inmotivada, tan amante y tan fiel, sólo Dios nos la puede demostrar.
“Seamos luces de esperanza”. La Jornada Mundial de la Juventud nos recuerda que las actitudes, resumidas en el hábito y la virtud de la esperanza son fundamentales en la vida de los jóvenes. El Papa Francisco ha dicho que los jóvenes no solo necesitan cosas. “Necesitan sobre todo que se les propongan esos valores inmateriales que son el corazón espiritual de un pueblo, la memoria de un pueblo”.
Todos hemos de estar muy atentos para no apagar sus mejores esperanzas. Y para no sustituir la esperanza última y verdadera por los abalorios de las esperanzas inmediatas.
CADA DÍA SU AFÁN
José Román Flecha Andrés
Diario de León.17.8.13
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