Entrevista a Mariano Perrón, Delegado de Ecumenismo del Arzobispado de Madrid
"Las diferencias entre cristianos las establecen las jerarquías eclesiásticas más que los mismos fieles"
Celebramos en estos días la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, un octavario de la oración que nos recuerda la necesidad de que los seguidores de Jesús caminemos hacia un destino común, pero también las dificultades -institucionales y reales- con las que este proceso se encuentra. Más de un siglo después de que se iniciara esta cadena de oración, Mariano Perrón, delegado de Ecumenismo del Arzobispado de Madrid, aborda, en esta entrevista, los retos del diálogo ecuménico. "Ni por parte del episcopado católico, ni algunos grupos evangélicos españoles, hay un interés claro por el ecumenismo", afirma.
-¿Cuándo hablamos de unidad de los cristianos a qué nos referimos?
-Todo el movimiento ecuménico comenzó con una idea de misión. Es decir, si las iglesias querían dar un testimonio, no podía ser un testimonio dividido. Era un "antitestimonio" cristiano que vinieran los anglicanos por un lado, los evangélicos por otro, los católicos por otro... Así que la palabra clave para la evangelización y para la misión comenzó a ser la unidad de la Iglesia. Ahora se han cumplido 100 años del gran Congreso de Edimburgo, en el que se planteó desde esa perspectiva el encuentro de las iglesias. Desde entonces ha habido toda una serie de encuentros que respondían a la idea última de llegar a la unidad visible de la Iglesia.
-¿Qué es eso de unidad visible?
-Sería reintegrar todas las iglesias que a lo largo de la historia se habían ido desgajando. Los dos puntos clave serían el cisma de Oriente y el cisma de Occidente: los ortodoxos (iglesias orientales) y la Iglesia Católica; y la otra gran ruptura, que fue el protestantismo, el movimiento de la Reforma.
Se pretendían ver todas las diferencias que había, de carácter teológico, como régimen de Iglesia, como manera de vivir... todo ello con una meta, que no era la unidad de la Iglesia como tal, sino el testimonio común. Poder ofrecer el Evangelio como un cuerpo único de Cristo, indiviso e indivisible.
Hemos dado pasos en todos los ámbitos: por ejemplo, en el del diálogo teológico entre iglesias. En Estados Unidos algunas iglesias luteranas que se habían escindido se reintegraron, constituyendo una sola unidad. Se hicieron comisiones para los temas más álgidos: por ejemplo, la justificación entre la Iglesia Luterana y la Católica; bautismo, ordenación, eucaristía, sacramentos en general, autoridad... tema que lleva vigente entre católicos y comunidad anglicana desde el año 65, y que ha dado muchísimos pasos.
-La Iglesia anglicana ha aprobado la ordenación de mujeres. ¿Tienes este fenómeno más importancia o menos que la ordenación de homosexuales?
-Con la homosexualidad, la "objeción" que habría sería de orden moral. La ordenación de la mujer, en cambio, tiene un carácter intrínseco. Supone decir que una mujer, cromosoma XX, es incompatible con ese ministerio. Cristo sólo ordenó varones, por lo tanto, las mujeres están excluidas. Esa sería la postura tradicional.
Lo que es más importante es que se ha llegado a reconocer algo que antes no había existido: los prejuicios, las enemistades, y la fobia interna que había de unas confesiones a otras, sobre todo en lugares que históricamente habían tenido "sangre" y persecución (Alemania, Ginebra...). Ninguna iglesia tiene las manos limpias. Todas han torturado a algún otro hermano cristiano, por cuestiones ideológicas o doctrinales. Lo que se ha ido logrando, es un encuentro de cristianos en niveles pequeños. Porque los encuentros de Pablo VI, o todas las visitas de Juan Pablo II, llaman la atención. Impresiona ver juntos a un Papa y un Patriarca. Pero quitemos algo de incienso: si ha habido tanto acercamiento es porque hemos entrado en una fase de secularización muy fuerte. Las iglesias ya no son el cuerpo imperante social, política e ideológicamente en lo que llamamos occidente. Entonces, da miedo: o presentamos un frente común, o nos encontramos una sociedad cada vez más laica, donde no pintamos absolutamente nada y es imposible hacer llegar el mensaje evangélico.
El otro elemento, creo que se está viendo con excesivo optimismo e idealismo: el resurgir del islam en occidente. La Conferencia Episcopal Francesa sacó una nota hace años poniendo en guardia sobre la seriedad que supone una comunidad que, en el caso concreto de Francia, supone nada menos que cinco millones (oficialmente) dentro de una nación de cincuenta millones. Es un porcentaje muy alto de una religión que tiene no sólo una fe como contenido, sino también connotaciones que implican a la sociedad, el estilo de vida, etc., y que en ocasiones son totalmente chocantes con los de occidente.
Sin embargo, la labor ecuménica ha dado más pasos. Hemos conseguido proyectos comunes de calidad, compartir espacios... Un ejemplo de estos proyectos es la Biblia Interconfesional. La han hecho, en España, la Conferencia Episcopal y las Sociedades Bíblicas. Por fin cuajó, y hoy tenemos un texto bíblico común para todas las confesiones.
-¿Y no fue una pena que, inmediatamente después, saliera una Biblia oficial de la CEE?
-Es cierto que se quedó totalmente apagada en un sentido, pero es que lo que se tiene que hacer en las celebraciones litúrgicas estrictamente católicas, en los sacramentos, la eucaristía, los ritos... es usar la Biblia oficial promulgada por la CEE. La Biblia Interconfesional habría que dejarla, o bien para otros actos, o para estudio.
-Desde las bases, en ocasiones se critica el proyecto ecuménico desde esta doble vía: pensando que lo que tiene que hacer el resto es "volver a casa". ¿No es, por el contrario, más importante, el reconocimiento de que todos somos creyentes en Jesús y que compartimos una serie de valores? ¿Se está haciendo un trabajo real para unir? ¿Desde las bases, o desde Roma?
-Personalmente, desconfío muchísimo de esto, por los resultados que ha habido desde que terminó el Concilio Vaticano II en 1.965: crear clima de diálogo, organismos de tipo teológico y de servicio... pero hay un detalle: la lengua es muy interesante, y en todos los discursos que ha dado el Papa Benedicto en su viaje a Alemania, no ha hablado en ningún momento de unidad visible de la Iglesia. Testimonio común, de evangelización común... son términos que ya se van dejando. La idea de una única Iglesia se ha dejado aparcada por el momento.
-¿Eso es malo?
-Yo no lo veo malo, sino realista. La evolución que ha tenido la comunidad anglicana con la ordenación de mujeres ha supuesto, o bien una ruptura (gente que ha dejado la Iglesia anglicana) o una vuelta a la Iglesia Católica. Esto basta hablarlo con determinados anglicanos, para que te digan que la labor ecuménica con la Iglesia católica consiste en "retornar a casa". Lo cual supone talar completamente el pequeño brote que puede haber de esperanza de diálogo ecuménico. Pero sí veo, por el contrario, mucha esperanza en otro elemento: en la capacidad de la gente de superar todas las diferencias, porque, en muchos casos, las establecen más las jerarquías eclesiásticas que los mismos fieles. Evidentemente, el que en una parroquia se pueda constituir un grupo de acción caritativa en el que estén participando católicos, evangélicos de dos confesiones distintas... y que sepan que, si se quiere hacer llegar el Evangelio, hay que hacerlo de una manera común, dando testimonio de entrega y atención a los más necesitados, supone un germen. Una forma de crecer en la unidad. Esto estructuralmente no es visible, pero es tremendamente real. La posibilidad de crear un círculo de estudio bíblico o de oración, en una iglesia evangélica o católica, y acercarse a la Palabra de Dios, es otro elemento muy positivo. Incluso, pensemos en algunos organismos no representativos de sus respectivas iglesias, como las sociedades bíblicas americanas: están integradas mayoritariamente por protestantes y, sin embargo, en su Comité de Dirección hay miembros católicos. Ahora mismo, de hecho, la American Bible Society está volcada hacia el catolicismo: está utilizando una página de Leccio Divina. Así es como crece el encuentro. Es mucho más importante esto, que el que se junten el Papa y el Patriarca. Por ahí no creo que se pueda llegar, francamente, a nada.
-Si estableciéramos un ranking por países, ¿dónde sería más visible ese trabajo por la unidad? ¿Qué papel y qué lugar ocuparía España?
-Seamos objetivos: en España, ni por parte del episcopado católico, ni por parte de un buen número de grupos evangélicos españoles, hay un interés claro por el ecumenismo. Los unos, porque se apoyan en la tradición: hemos sido la Iglesia toda la vida. Es triste decirlo, pero ésa es la postura. Y por parte de algunos de los otros hay auténtica negación del ecumenismo, incluso de los términos. La palabra "ecuménico" suscita verdaderas fobias en algunos sectores.
Hay un fenómeno que por el momento no está suficientemente estudiado, y que merecería la pena que los sociólogos religiosos le echaran una ojeada: el fenómeno de los movimientos carismáticos, tanto en EEUU como Sudamérica, África, India y otras zonas de oriente. Grupos carismáticos que están trabajando como iglesias locales, pequeñas, donde las distinciones de origen (católico o luterano, por ejemplo) están siendo totalmente superadas y dejadas al margen, en el momento en que el grupo está funcionando de una manera eclesial, aunque no sea eclesiástica. Al mismo tiempo, determinados grupos carismáticos muy libres, muy desvinculados en cuanto a jerarquía o estructura, están llegando a buscar un ministerio que tenga raíces históricas: presbíteros y obispos válidamente ordenados que les presidan.
-¿Existen congregaciones pluriconfesionales en el mundo?
-Las hay, pero no con una orientación estrictamente ecuménica, es decir, de búsqueda de la unidad. Hay proyectos comunes donde las diferencias doctrinales, históricas y de tradición eclesial, se dejan al margen en función del servicio. O del estudio bíblico, como decía antes.
-¿Cuál es el cristianismo con el que sueña Mariano Perrón?
-Si soy sincero, no soñaría, ni siquiera, con el cristianismo del Nuevo Testamento. Si leemos en los Hechos de los Apóstoles que "todos tenían un mismo corazón", y de pronto nos encontramos una finca en la que uno se queda a parte; o si leemos las palabras de Pablo, cuando habla tan maravillosamente del amor a los de Corinto, pero resulta que luego en Corinto el que llega más pronto se lo come antes, y los que llegan tarde ahí se quedan; o la carta tremendamente cercana a lo social (en términos modernos) de Santiago, en la que habla de las divisiones de la comunidad entre ricos y pobres... ni siquiera en la misma Iglesia inicial se puede decir que haya un testimonio común. Por eso, yo aspiraría a un cristianismo de testimonio muy personal. Me refiero a grupos pequeños, porque nadie puede vivir una fe aisladamente. Estamos llamados a vivirla en comunidad, en sociedad. En todos los sentidos. Pero la importancia que puede haber en pertenecer a una historia y a una tradición es también vital: yo no puedo sentirme ciudadano del mundo. Me crié en España y tengo una serie de condicionantes. Pertenezco a la Iglesia Católica, y a lo que puedo aspirar es que ésta esté cada vez más cerca de un proyecto evangélico, no tan condicionado. Eso aún es inexistente. Utópico.
-¿Utópico, pero realizable?
-Poniendo unos límites de racionalidad, a lo que podemos llegar es a encontrarnos entre nosotros como cristianos que creen en un mismo Salvador, un mismo Mesías, una misma fe y una misma Salvación que los medios de este mundo no nos pueden ofrecer. Yo creo que esto sería más que suficiente. A lo mejor no podemos llegar a compartir el pan eucarístico, pero si podemos sentarnos alrededor de otra mesa, a compartir una eucaristía "laica", podremos compartir otra serie de cosas. La vida es mucho más amplia que una celebración litúrgica. La vida misma puede ser liturgia, ella por sí sola.
-¿Es complicado participar en las reuniones de otras confesiones? ¿Se sabe? ¿Se debe?
-Por parte católica, salvo en casos muy excepcionales, las trabas del directorio ecuménico son las mismas. Con las iglesias ortodoxas hay una mano más amplia, pero por eso mismo se puso en cuestión la validez de la ordenación de los ministros de esas iglesias. Ahora mismo, a los anglicanos que han pasado a la Iglesia católica no se les ha ordenado bajo condición de presbítero o diácono... se les ha vuelto a ordenar, taxativamente. De los pies a la cabeza. Una ordenación completa, "desde cero". En ese sentido, es difícil. Ortodoxamente, o mejor dicho, ortopédicamente, la intercomunión sigue siendo, desde una perspectiva católico-romana, un tabú. Salvo en contadísimas excepciones.
-¿Los obispos españoles se creen el diálogo ecuménico?
-... No lo sé, pero confío en que sí. Si están ordenados por el rito de la Iglesia Católica, se supone que aceptan el Vaticano II, donde hay un decreto de ecumenismo, que habrán leído y estudiado en los seminarios y facultades de teología. Por tanto, sabrán que forma parte d ela fe católica, que es un documento conciliar.
-¿Qué falta entonces en España para dar pasos hacia el ecumenismo?
-Falta un hecho real: la experiencia de la interconfesionalidad. Ya hay familias luteranas viviendo en el mismo bloque con familias católicas y también musulmanas, pero en España no hay perspectivas de pluralismo religioso como en Inglaterra, Estados Unidos o Alemania. Yo también viví como católico en Suecia, donde éramos una minoría, en esa época, del 5%. He tenido la experiencia de vivir en un país donde hasta los años 70 había discriminación contra el católico, incluso civil. Pero no se sentía uno tan perseguido como se han sentido los evangélicos aquí en España. Todavía queda un tremendo resquemor por haber sido discriminados. Todos esos elementos desempeñan un papel muy importante. Lo primero es que la gente tome conciencia de que hay españoles no católicos. Que lo de ser anglicano o protestantes no es sólo cosa de extranjeros y turistas.
Jesús Bastante. religiondigital.com