Siete años sin el hermano Roger
por Jesús Bastante. religiondigital.com
Hoy (16 de agosto), hace siete años, el hermano Roger Schultz, fundador de la Comunidad de Taizé, fallecía apuñalado por una joven rumana en la Iglesia de la Reconciliación de la pequeña localidad francesa, cuna del ecumenismo tras la Segunda Guerra Mundial y que hoy une en torno a la misma fe a millones de jóvenes (y no tan jóvenes) de todo el mundo.
El hermano Roger fue un visionario, un grandísimo hombre de Dios, al que no le importaban los adjetivos, sino la persona. Tuve la oportunidad de entrevistarlo brevemente poco antes de la muerte de Juan Pablo II, y la impresión que me quedó era que me encontraba ante uno de esos profetas de nuestro tiempo capaz de romper barreras y quedarnos con lo esencial. Un religioso protestante que fue capaz de comulgar de manos de Benedicto XVI o confesar al patriarca ortodoxo Atenágoras. Un cristiano sin más argumentos que los del propio Cristo. Un ejemplo a seguir por todos, tan preocupados en ocasiones por la pureza en el cumplimiento de las normas, y no tanto por la claridad del corazón.
El 20 de agosto de 1940, después de la derrota del ejército francés y la ocupación de parte de Francia por el ejército alemán, Roger Schultz se estableció en Taizé (Borgoña), donde vivió hasta su muerte, con una interrupción de dos años durante la Segunda Guerra Mundial: se refugió en Suiza ya que tenía que temer la persecución de la Gestapo por haber escondido en su domicilio a judíos y opositores a la ocupación alemana de Francia. Después de la liberación de Borgoña de la ocupación en 1944 volvió a Taizé con tres compañeros y se ocupó allí de huérfanos de guerra, pero también de prisioneros de guerra, lo que le cobró el recelo de los vecinos. En 1949, siete hombres de este círculo -entre ellos Roger Schutz como prior se comprometieron a la vida en celibato y pobreza. Esta comunidad hoy en día está integrada por más de cien hermanos ortodoxos, protestantes y católicos provenientes de veinticinco países, que viven sólo de su trabajo (alfarería, edición de libros religiosos) y no aceptan donaciones.
Siempre es un buen momento para volver a Taizé, y orar junto a la Iglesia de la Reconciliación, donde paradójicamente el hermano Roger fue asesinado. Su sangre, como su vida, no fueron en vano, y nos comprometen, como se comprometió el mismo Cristo, a dejarnos la vida por la unidad, por los demás, por aquellos que tienen detrás el rostro de Dios.
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