Todos juntos
Un espacio propuesto por EQUIPO ECUMÉNICO SABIÑÁNIGO

sábado, 18 de septiembre de 2010

Una unidad engañosa

Génesis 11, 1-9:
El mundo entero hablaba la misma lengua con las mismas palabras. Al emigrar de oriente, encontraron una llanura en el país de Senaar, y se establecieron allí. Y se dijeron unos a otros: -Vamos a preparar ladrillos y a cocerlos -empleando ladrillos en vez de piedras y alquitrán en vez de cemento-.Y dijeron: -Vamos a construir una ciudad y una torre que alcance al cielo, para hacernos famosos y para no dispersarnos por la superficie de la tierra. El Señor bajó a ver la ciudad y la torre que estaban construyendo los hombres; y se dijo: -Son un solo pueblo con una sola lengua. Si esto no es más que el comienzo de su actividad, nada de lo que decidan hacer les resultará imposible. Vamos a bajar y a confundir su lengua, de modo que uno no entienda la lengua del prójimo. El Señor los dispersó por la superficie de la tierra y dejaron de construir la ciudad. Por eso se llama Babel, porque allí confundió el Señor la lengua de toda la tierra, y desde allí los dispersó por la superficie de la tierra.
Nuestro relato comienza con un avance técnico: los seres humanos aprenden a hacer ladrillos. Inmediatamente, utilizan esta nueva tecnología para fortalecer su unidad y su autonomía. En el libro del Génesis, las ciudades son lugares tras cuyos muros la gente se esconde para protegerse, dado que ya no se sienten en armonía con la tierra entera (ver Génesis 4, 17). Construir sobre la llanura una torre “que alcance el cielo”, igual que una de esas grandes montañas a las que se solía acudir para encontrarse con la divinidad, es un acto excesivo por medio del cual los seres humanos imaginan ser ellos mismos Fuente de Vida.

Bajo estas condiciones, la unidad tan profundamente deseada es falsa de entrada. Significativamente, se expresa en términos negativos: “para que no nos dispersemos”. Prefieren hacerse fuertes manteniéndose juntos en una actitud de oposición hacia lo de fuera, antes que cumplir con su misión de recibir y comunicar la bendición de Dios: “Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla” (Génesis 1, 28). Notemos que la historia no ofrece una razón positiva para esta actitud de autodefensa: es como si, al carecer de enemigos reales, los seres humanos se sintieran obligados a inventar enemigos imaginarios para reforzar su identidad “contra alguien”.

Llegados a este punto, Dios interviene en la historia, al principio como un simple observador. Se da cuenta de que esta unidad impuesta “contra otros”, e implícitamente en rivalidad con Él, no se corresponde con la razón por la cual creó al ser humano. Es por esta razón que decide estropear sus estúpidos planes. Pero su deseo de mantener a los humanos en el camino correcto es percibido, una vez más, como un castigo. Cegados por su aparatosa torre, los constructores creen que, al dispersarlos, Dios está actuando en contra de sus aspiraciones, cuando, de hecho, les está protegiendo de las consecuencias de su ilusión. Su incapacidad para comunicarse tendrá un resultado paradójicamente positivo: les llevará a llenar la tierra y desarrollar por completo todas sus capacidades.

Tras un largo recorrido, el deseo humano de unidad se alcanzará inesperadamente, de un modo mil veces mejor: el milagro de Pentecostés (ver Hechos, 2) trae una unidad que, lejos de ser una uniformidad forzada, supone una comunión en lo diverso, conservando todo lo que es válido de cada pueblo y cada persona. Una unidad así, sin violencia, no puede ser el resultado de la actividad humana. Sólo puede ser acogida como un regalo, un don del Espíritu de Dios que brota de las profundidades del ser humano. El proyecto de Babel (o Babilonia, ver Apocalipsis 17-18) se convierte así en el símbolo de todo totalitarismo humano, representa una voluntad de eficacia que no atiende a las etapas necesarias y omite los tiempos de maduración.

El progreso tecnológico y la búsqueda de la eficiencia, ¿van siempre en contra de la escucha de Dios y el cuidado de los otros? ¿Qué nos permite combinar ambos?

¿Cuál es la diferencia entre uniformidad y unidad? ¿Qué ejemplos de vida compartida conocemos donde la diversidad no quede abolida?

¿De qué modo supone la historia de Pentecostés (Hechos, 2) la contraparte de este texto?
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