Señor, gracias por tu vida nueva y por tu resurrección.
Repite nuevamente nuestro nombre
para que, como María Magdalena,
volvamos a descubrirte en la ternura y el amor.
Comparte nuestro camino duro y pedregoso,
para que, como los discípulos de Emaús,
se abran nuestros ojos
al milagro de la eucaristía que es solidaridad.
Espéranos en la orilla del lago de la vida
para que, como los discípulos,
tras una noche de trabajo y faena,
te encontremos en la responsabilidad diaria.
Hazte presente en nuestras dudas y oscuridades
para que, como Tomás,
sepamos reconocerte más allá de las razones.
Señor, gracias por tu presencia nueva y resucitada.
Abre nuestros ojos y nuestro corazón.
Padre bueno que has resucitado a Jesús. Gracias por mostrarnos que la vida es más fuerte que la muerte y el dolor. Gracias porque la Pascua nos acerca a tu mismo corazón. Robustece nuestra esperanza y aumenta nuestra alegría para que todos los que nos vean, descubran en nosotros la misma esperanza y gozo de los discípulos. Te lo pedimos por Jesús resucitado y presente en medio de nosotros, su comunidad.
Amén.
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