martes, 14 de agosto de 2018

“VEZ QUÉ DULZURA, QUÉ DELICIA, CONVIVIR LOS HERMANOS UNIDOS”


“VEZ QUÉ DULZURA, QUÉ DELICIA, CONVIVIR LOS HERMANOS UNIDOS” 

“El empeño ecuménico responde a la oración del Señor Jesús que pide 
«que todos sean uno» (Jn 17,21)

por Sor Carmen Herrero Martínez 

Por muy poca sensibilidad que se tenga frente a la división entre las diferentes confesiones cristianas, creo que a todos nos afecta y sufrimos de esta ruptura; deseando ardientemente la unidad de los cristianos. Esta unidad que es como en una misma familia donde todos sus miembros aspiran y cooperan para que la unidad sea una realidad; porque la unidad es el mejor patrimonio que se puede dejar a las nuevas generaciones. Desde este deseo y anhelo de unidad tenemos sino suplicar a Dios, que todo lo puede, para que nos conceda la unidad tan deseada por el mismo Cristo. Pero, ¿qué medios nos damos la gente sencilla, los de a pie, que lloramos en secreto este gran pecado que es la división, para conseguirla? Porque si bien es verdad que el camino realizado es inmenso; todavía queda mucho para poder participar todos juntos de la misma mesa eucarística, unidad plena y visible de la Iglesia de Cristo. Desde mi experiencia y trabajo ecuménico enumeraré tres medios, por haberlos vivido y experimentado su empuje y profundidad. Estos medios está al alcance de todos. 
  1. Unos de estos medios importantes es la lectura orante de la palabra de Dios, la lectio divina; porque cuanto más nos acerquemos a la Palabra más cerca estamos de Dios y más cerca estamos los unos de los otros; y los muros de la división se van derrumbando, cayendo por sí solos. Porque la Palabra es viva y eficaz y ella nos lleva a la conversión y a la purificación de todo aquello que es causa de división, tanto sea en los corazones como en las estructuras eclesiales. Cuanto más nos dejemos transformar por la Palabra, tanto más viviremos en comunión con Dios, con nosotros mismos y con los demás. Ya que la Palabra nos ayuda a hacer la verdad en nuestra vida, y de la verdad nacerá la unidad, la comunión. Urge crear grupos ecuménicos de lectio divina. La lectio divina es patrimonio de todos los cristianos, pues ella se practicaba anteriormente a toda ruptura eclesial. 
  2. Otro medio muy importante asequible a todos, es la oración por la unidad. El testimonio del padre Paul Couturier, un gran profeta del ecumenismo del siglo XX que ha promovido: “el ecumenismo espiritual”, nos lo confirma. La oración hecha con fe mueve montañas. El Padre Congar dirá de Paul Couturier: “La gracia y la vocación del sacerdote Paul Couturier fue abrirle al ecumenismo el camino espiritual, darle su corazón de amor y de oración.” Es muy importante vivir este ecumenismo espiritual y fraterno; pues es el alma y el apoyo del ecumenismo teológico, exegético y eclesiológico que más bien es tarea y trabajo de los especialistas. Los cristianos de base estamos llamados a vivir el ecumenismo espiritual, el ecumenismo de la oración sin cesar por la unidad. Esto es un imperativo del evangelio. 
  3. Formar grupos de dialogo y estudio conjunto de las distintas confesiones. Esto nos lleva a mejor conocernos, a purificar mi propia fe y a enriquecerme con la fe del otro. A comprender mejor la manera de vivir y expresar la fe de cada confesión; y desde esta postura comprensiva y abierta a la acción del Espíritu Santo crear relaciones de mutuo entendimiento, tejiendo lazos de amistad y fraternidad. 

A los cristianos, nos urgen la toma de conciencia del escándalo que supone la división entre las diferentes confesiones. Un reino dividido, no tienen fuerza en sí. Esto es lo que nos está pasando a los cristianos: la división nos lleva a perder credibilidad en el mensaje que predicamos. Lo dice el papa Francisco en “Evangelii gaudium(cf nº 244, 246). “Dada la gravedad del antitestimonio de la división entre cristianos, particularmente en Asia y en África, la búsqueda de caminos de unidad se vuelve urgente.” No nos lamentemos, pues, de que muestras iglesias estén vacías y de que los jóvenes no vengan a nuestras celebraciones. Más que lamentarnos tendríamos que interrogarnos: ¿cuál es la causa de que nuestras celebraciones no tengan capacidad de convocatoria? La división de los cristianos es una de las fuentes del ateísmo moderno… La credibilidad del anuncio cristiano sería mucho mayor si los cristianos superaran sus divisiones y la Iglesia realizara «la plenitud de catolicidad que le es propia, en aquellos hijos que, incorporados a ella ciertamente por el Bautismo, están, sin embargo, separados de su plena comunión».1 La división es un gran pecado, y el pecado siempre lleva a la esterilidad, a la muerte. La unidad, en cambio, siempre es fecunda, atrayente y portadora de vida. La unidad tiene la capacidad de convocar, de hermanar, de crear redes de comunicación y fraternidad. En ella misma radica el gozo, la serenidad y la paz. Como dice el salmista: “Vez qué dulzura, qué delicia, convivir los hermanos unidos (Sl. 132, 1). 

Una comunidad unida atrae, porque transmite el valor de la fraternidad fuertemente deseado por todos, el cual no es fácil de encontrar en nuestra sociedad moderna tan individualista y competitiva. La división es un pecado generalizado -en la familia, en las relaciones laborales, los grupos parroquiales, deportes, política etc.., que roe y arruina toda relación, estructura y crecimiento, social, cultural y espiritual. La división es como la carcoma, que va haciendo su trabajo de destrucción, y cuando uno se da cuenta es difícil de encontrar y aplicar el remedio adecuado. 

La unidad es un valor “artesanal”, que requiere un cuidado exquisito, una buena dosis de humildad, tolerancia respeto y amor. Tan delicada es la unidad que fácilmente se quiebra, se rompe y se hace añicos. Y cuando una vasija de vidrio se hace añicos, ¿quién podrá reconstruirla de la misma manera, sin que queden cicatrices de las heridas causadas? Esta vasija original, algo ha perdido de ella misma, de su genuina belleza, y para reconstruirla de nuevo con el mismo esplendo, se necesitará un trabajo minucioso, de artesanía y sabiduría. Imagen que nos habla de la división-unidad en la Iglesia de Cristo. La Iglesia “Vasija” hecha añicos. 

Vemos los siglos que llevamos con rupturas y divisiones eclesiales, y si bien a la división se llega fácilmente; ¡qué trabajo está costando la reunificación de las piezas de la “Vasija”, de la Iglesia de Jesús! Por muchos encuentros, acuerdos, declaraciones comunes de unas confesiones y de otras, de acercamientos en el proceso ecuménico muy positivos y esperanzadores; todavía estamos lejos de la comunión plena y visible de la única Iglesia de Cristo. 

Es verdad que el camino realizado y los avances conseguidos en el dialogo y la colaboración hacia la unidad son maravillosos y prometedores, y por ello damos gracias a Dios. Porque en nuestros días los cristianos de distintas confesiones nos miramos, cada vez más, como hermanos y no como enemigos. Pero, pese a estos avances, todavía nos queda camino que recorrer para la unidad plena y visible. De aquí que no hemos de conformarnos con lo ya realizado, con los logros alcanzados; sino que siempre hemos de tender a lograr la unidad perdida, porque es el gran deseo de Cristo, el legado que él nos dejó: “Padre, te ruego para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste(Jn 17, 21)

En medio de las rupturas más significativas de la Iglesia, a lo largo de la historia, siempre han surgido personas que se han destacado, de manera profética, en el campo ecuménico, trazando un camino de comunión. Gracias a ellas, que han tenido el coraje de denunciar el escándalo que supone la ruptura de la Iglesia, y la desobediencia al evangelio de Cristo, la unidad ha avanzado y sigue avanzando hacia la comunión tan deseada. Nombrar a todas estas personas no nos es posible en este marco de reflexión, pero si quiero destacar algunas muy significativas empezando por el padre Yve Congar. 

Para el padre dominico Congar, el camino ecuménico es encontrar la unidad perdida de los cristianos, la cual pasa por la vuelta a la única Iglesia de Dios tal como ella fue fundada por Chisto. Congar en 1937 publicó el libro Chrétiens désunis (Cristianos desunidos), abriendo una fase nueva en la investigación teológica y eclesiológica acerca del ecumenismo; y en 1964 escribió: Chrétiens en dialogue (Cristianos en diálogo). El pensamiento del padre Congar abrió nuevos caminos hacia la unidad de los cristianos; hombre apasionado por la unidad de la Iglesia de Cristo que supo transmitir su “pasión” a las nuevas generaciones. Las cuales recuren a él como guía y maestro. 

Años más tarde tenemos al papa Juan XIII, promotor del Concilio Ecuménico Vaticano II. Sus últimas palabras pronunciadas en su lecho de muerte exteriorizaron profundamente su compromiso ecuménico: “Ofrezco mi vida por la Iglesia, por la continuación del Concilio Ecuménico, por la paz en el mundo y por la unión de los cristianos... Mis días en este mundo han llegado a su fin, pero Cristo vive y la Iglesia debe continuar con su tarea.” 

Desde el espíritu del Concilio surgió el primer Encuentro del papa Pablo VI con el patriarca Atenágoras; año 1964 en Jerusalén, que marcó profundamente las relaciones ecuménicas entre católicos y ortodoxos. Recordemos esa imagen del abrazo entre el papa Pablo VI y el patriarca Atenágoras, y guardemos en memoria la frase del Patriarca: “Es más lo que nos une que lo que nos separa.” Con este encuentro empezó un camino de dialogo fraterno que conduciría a levantar las mutuas excomuniones después de la separación en 1439. 

El papa Juan Pablo II, continuador y promotor de este mismos espíritu ecuménico: “Doy gracias a Dios porque nos ha llevado a avanzar por el camino difícil, pero tan rico de alegría, de la unidad y de la comunión entre los cristianos. El diálogo interconfesional a nivel teológico ha dado frutos positivos y palpables; esto anima a seguir adelante”.2 

El papa Benedicto XVI entre otras muchas cosas insiste: “lo que se debe promover ante todo es el ecumenismo del amor, que desciende directamente del mandamiento nuevo que dio Jesús a sus discípulos. Y también en la oración, en la caridad, en la conversión del corazón para una renovación personal y comunitaria. Os exhorto a continuar en este camino, que ya ha dado tantos frutos y que dará todavía más.”3

Y en nuestros días tenemos al papa Francisco que ha dado pasos muy significativos en este camino hacia la unidad, los cuales todos tenemos presentes. Reconocemos el empeño que tiene por llegar a la unidad reconciliada, a la comunión plena. Sus gestos de sencillez y fraternidad dicen más que muchos discursos. El Papa Francisco nos invita con fuerza y convicción a caminar hacia la unidad desde las relaciones de amistad y cercanía de unos con otros; y también desde la acción conjunta en lo social con los más necesitados. Conocidos son sus pasos hacia las diversas confesiones, su humildad y sus palabras de aliento para seguir caminando hacia la comunión. La reciente visita historia del papa Francisco al Consejo Mundial de las Iglesias (CMI) el 21 de junio es una pieza central de la conmemoración ecuménica del 70º aniversario del CMI. 

El Hno. Roger de Taizé, otro gran profeta de la unidad de los hermanos protestantes. Taizé, se ha convertido en el lugar de los jóvenes y para los jóvenes de Europa. ¿Por qué Taizé tiene este atractivo y capacidad de convocatoria para los jóvenes y para todos? Tal vez porque su fundador supo, desde el principio, dar a ese lugar un alma, y un alma de comunión desde el evangelio y la oración. Él mismo dice: “Cristo vino a la tierra, no para crear una nueva religión, sino para ofrecer a todos una comunión con Dios y con todos los seres humanos.” Este es el verdadero ecumenismo, la meta de toda unidad: vivir en comunión con Dios y con los hermanos. Taizé encarna el ecumenismo espiritual y el ecumenismo de la acción conjunta en bien de los pobres y marginalizados. 

¿Cómo no recordar a Chiaria Lubich, esta gran mujer, fundadora de los Focolares, el Movimiento laico que más trabaja por la unidad de las Iglesias y que vive una espiritualidad de comunión? 

En nuestros días el Espíritu Santo también suscita profetas de trabajan y se desvelan por unidad, y estos profetas son los que realmente hacen avanzar la mutua comunión entre las diversas confesiones cristianas. 

Quiero terminar con las palabras del papa Francisco en la oración ecuménica común en la Catedral Luterana de Lund, (Suecia): “Luteranos y católicos rezamos juntos en esta Catedral y somos conscientes de que sin Dios no podemos hacer nada; pedimos su auxilio para que seamos miembros vivos unidos a él, siempre necesitados de su gracia para poder llevar juntos su Palabra al mundo, tan necesitado de su ternura y de su misericordia.” 

Foto: Francesco Sforza/Vatican Photographic Service

Sor Carmen Herrero Martínez 
Fraternidad Monástica de Jerusalen

NOTAS
1- Conc. Ecum. Vat. II, Decreto Unitatis redintegratio, sobre el ecumenismo, nº 4. 
2- CARTA ENCÍCLICA UT UNUM SINT año 1995. 
3- A los participantes en la Plenaria del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, recibidos en audiencia el 17, de noviembre 2006. 
4- Hermano Roger de Taizé, «Dieu ne peut qu’aimer» Ataliers et Presses de Taizé. 2002.




1 comentario:

  1. Desde la óptica del que no convive con gentes de distinto credo, me permito observar que para valorar lo de "los otros" se hace necesario ponerles cara a eso otros, conocerles, y, para los que fuimos educados "a la antigua", hasta perder el miedo a las gentes que discrepan de lo que tenemos por fundamental. Digo que, quizá no fuese mala cosa que, a los pequeños gropos de nuestras comunidades, las normalitas, las de andar por casa, se pudieran incorporar personas de otras creencia

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