viernes, 17 de agosto de 2018

DIETRICH BONHOEFFER. UNA APROXIMACIÓN A SU PERSONA


Bonhoeffer. 
El místico: Espiritualidad y Vida comunitaria

por Máximo García Ruiz 

Entre mi prójimo y yo está Cristo 

Dietrich Bonhoeffer es un cristiano impregnado de la doctrina y de la espiritualidad de Lutero. Todos sus escritos rezuman la enseñanza de Lutero pasada por el tamiz de una experiencia vital con Jesucristo, una experiencia captada a través de la fe. 

Por consiguiente, para entender a Bonhoeffer no debemos perder de vista su arraigada formación luterana. El luteranismo crea un sentido de respeto a las autoridades y jerarquías del Estado; el rompimiento con la dependencia de Roma en el siglo XVI devino en una veneración y respeto a las autoridades civiles, promoviendo la intercesión ante Dios a su favor, aunque no necesariamente tenga que haber un sometimiento a dicha autoridades. Y es precisamente en este contexto en el que hay que valorar el rompimiento de Bonhoeffer con la Iglesia institucionalizada y su compromiso con la Iglesia confesante, mientras que abría un frente de oposición al régimen nazi. 

Un lema marca la vida de Bonhoeffer: “entre mi prójimo y yo está Cristo”. Es el fundamento de su idea de comunidad, sabiendo, además, que el prójimo quiere ser amado tal y como es; por esa razón, por las diferencias que nos separan y por los egoísmos que nos asedian, no podemos encontrar al prójimo sino a través de Cristo, mediante el amor espiritual. Sólo por Cristo tenemos acceso los unos a los otros. 

Su referente espiritual se encuentra en la Comunidad. La experiencia de vida comunitaria en el Seminario de Finkenwalde fue decisivo para Bonhoeffer. Su teología trascendente se encarna en los hermanos, descubriendo que la alabanza a Dios se hace más efectiva a través de la presencia del hermano. Esta experiencia la dejará registrada en su libro Gemeinsames Leiben, que podemos leer en castellano bajo el título Vida en Comunidad, publicado en 1939. 

Bonhoeffer descubre que el hermano es un signo visible y misericordioso de la presencia de Dios. Y a través de esta vivencia percibe la vida en comunidad como una gracia extraordinaria, un privilegio inaudito. Ahora bien, para Bonhoeffer comunidad cristiana se forma cuando está presente Jesucristo. Sólo Jesucristo hace posible la comunión; se trata de una comunidad de creyentes en cuyo testimonio encontramos la palabra de Dios, siempre a través de Jesucristo, único mediador que nos acerca a Dios y a los hombres. Es la esencia de la teología luterana y, por extensión, de todo el movimiento de la Reforma. 

Para Bonhoeffer la fraternidad cristiana es un don de Dios que se produce en el orden espiritual, en un plano real, ajeno a esa atmósfera de experiencias embriagadoras y de exaltación piadosa que tanta atracción ejerce sobre tantos cristianos. Distingue entre “la comunidad de nuestros sueños (la de los ensueños piadosos) y la “comunidad fundada en la realidad que nos ha sido dada”. 

El cristianismo de Bonhoeffer toma como paradigma el referente de los primeros años, antes de su institucionalización. Bonhoeffer tomó a Jesús suficientemente en serio como para tratar de imitarlo. Para él “la Iglesia solo es iglesia cuando existe para los demás” (“El esbozo de un trabajo”, verano de 1944, cf. Resistencia y Sumisión, p.267)

La gracia barata 

Uno de los libros por el que más se conoce a Dietrich Bonhoeffer es El precio de la gracia. El seguimiento”. El habla de “gracia” y “gracia barata”. La gracia barata es el enemigo mortal de nuestra iglesia (perdón, consuelo, sacramento malbaratados). No cuesta nada. Lo tenemos todo gratis. Señala a la devaluación producida en la rutina de la vida cristiana de una de las doctrinas emblemáticas de la Reforma. 

Para Bonhoeffer la presentación de esa “gracia barata” por parte de la Iglesia es una negación de la Palabra de Dios, una negación de Jesucristo, una burla de Dios; es la predicación del perdón sin arrepentimiento. La “gracia cara”, por el contrario, demanda búsqueda, seguimiento, entrega de la vida, Es cara porque le ha costado cara a Dios (dar a su Hijo). Esta gracia (la proclamada por Lutero según la interpreta Bonhoeffer) consuela, libera de la esclavitud, perdona los pecados, pero no libera del compromiso, del trabajo. 

Bonhoeffer tiene muy presente la teología luterana de la cruz, muy diferente a la teología de la gloria, paradigma de la época medieval, recuperada en nuestros días, entre otros, por los seguidores de la teología de la prosperidad. Sufrir y ser rechazado no es lo mismo. Sufrir y ser rechazado es la expresión sintética de la cruz de Jesús. Seguir a Jesús es voluntario (“si alguno quiere…”), pero exige renuncia de sí mismo… y tomar la cruz. Y anticipa, como una premonición respecto a su persona: “Toda llamada de Cristo conduce a la muerte”. El sufrimiento es para Bonhoeffer uno de los signos de la verdadera iglesia, tal y como Lutero lo expuso. 






Máximo García Ruiz es licenciado en teología, licenciado en sociologia y doctor en teología. Profesor de sociología y religiones comparadas en el seminario UEBE y profesor invitado en otras instituciones académicas. Por muchos años fue Presidente del Consejo Evangélico de Madrid y es miembro de la Asociación de teólogos Juan XXIII. 


FUENTE:
http://www.lupaprotestante.com



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